El crepúsculo de Graciela Borges
Después de 22 años trabajando en el guión, Juan José Campanella estrena «El cuento de las comadrejas», una comedia trasgresora y con mucho humor negro.
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Después de 22 años trabajando en el guión, Juan José Campanella estrena «El cuento de las comadrejas», una comedia trasgresora y con mucho humor negro.
En una mansión perdida en el campo viven una ex diva del cine, Mara Ordaz (Graciela Borges), un director frustrado, Noberto Imbert (Oscar Martínez), un guionista fracasado, Martín Saravia (Marcos Mundstock), y un actor en el ocaso de su carrera, Pedro de Córdova (Luis Brandoni). Un grupo, cuanto menos, peculiar. Cuatro personas que, en su juventud, vivieron salpicados por la fama, los focos y las alfombras rojas, pero que, ya jubilados, solo tienen cuatro paredes decoradas hasta los topes, una mesa de billar y alguna que otra alimaña correteando a su alrededor. Son los protagonistas de «El cuento de las comadrejas», una comedia dirigida por Juan José Campanella en la que los protagonistas viven una vida tranquila –a pesar de Mara, que anhela vivir de nuevo en sus años dorados del cine–, como una especie de fábula, hasta que llegan los villanos. Un día, justo después de que los tres hombres de la casa comentaran lo feliz que son viviendo juntos, llegan Bárbara Otamendi (Clara Lago) y Francisco Gourmand (Nicolás Francella). Dos jóvenes competitivos que ven en la situación de estos jubilados una oportunidad.
Un juego sin moraleja
«La película no es vejez contra juventud, sino más bien es pragmatismo contra romanticismo», explica Campanella, «entre gente para la cual todo vale con el fin de ganar y gente para la que todo vale para pasarla bien». De esta manera, los tres coinquilinos de Mara se ven amenazados cuando ella, hipnotizada por la promesa de ambos personajes de recuperar su fama perdida, decide vender su «humilde» mansión. Con diálogos dignos de una obra de teatro y alguna que otra araña metida en un bote, comienza una aventura plagada de sarcasmo. «En el conflicto, la debilidad de nuestros héroes es su pretendida vejez y la visión que tienen otros de ella», añade Campanella, «mientras que la fortaleza de los otros es su juventud, que, además, termina convirtiéndose en un punto débil». De esta manera, el cineasta no buscaba lanzar una moraleja sino, más bien, crear «una especie de juego de trasgresión y que la gente se riera y aplaudiese cosas que, de ser reales, no lo harían», explica. El director, que ganó un Oscar en 2009 por «El secreto de sus ojos», comenzó a trabajar en el guión de este filme en 1997. Se trata de un «remake» de «Los muchachos de antes no usaban arsénico», una cinta que José Martínez Suárez estrenó en 1976. Ahora, Campanella confía en que el público, tanto joven como viejo, se ría y perciba lo que, desde un primer momento, él tuvo claro: a Graciela Borges para el papel protagonista. «Cuando apareció, la película tomó impulso», explica el director, quien, además, se alegra de haber descubierto una faceta que nadie antes había explotado: su sentido del humor.