El público no siempre tiene la razón
Sólo 4.800 personas en la Piazza Grande aplaudiendo al grande e irrepetible Roger Corman con un merecidisimo homenaje, premio, reconocimiento. Todo es poco para quien nos ha hecho gozar tanto con sus películas. Sin embargo Jason Bourne tuvo más de 7.000 espectadores. El público siempre tiene razón... o no. Magnífica, extraordinaria película de Ken Loach en Piazza Grande, «I, Daniel Blake», que ya ganó en Cannes la Palma de Oro. En el estilo único de Loach la perfección en el manejo de actores y actrices que se convierten como tocados por una varita mágica en personajes. Hablan, se mueven y son seres que conocemos, como ese guardia de seguridad violento o proxeneta. Seres como nosotros, que tienen los mismos problemas. En
España sería poder llegar a fin de mes y todos los problemas inherentes a esa situación. Hombre bueno que lucha contra «la seguridad social», la madre que para dar de comer a sus hijos puede robar en el supermercado o caer en la prostitución. Todo esto magníficamente expuesto y que como espectador, por un lado te invade la tristeza y, por otro, la rabia ante esa situación tan común.
Es curioso que haya dos largos búlgaros, varias películas portuguesas y, teniendo nosotros mayor industria y nombres más conocidos, ninguna cinta española. Vamos con una a concurso. «Godless», de Ralitza Petrova, película búlgara. ¡Cuántas películas se estropean al final! Ésta es una de ésas. Con la torpeza habitual de los nuevos, toda en angustiosos primeros planos pero se puede entender su presencia en un festival por los toques de thriller, por exponer las consecuencias del Alzheimer y, al mismo, tiempo, tráfico de carnés de identidad robados. Este filme
hasta casi el final se puede justificar pero un plano general final en la nieve de dos tíos esquiando, no se saben ni quienes son ni porqué y así termina.
La torpeza absoluta en la cinta coreana «The Tunnel», de Kim Seong-hun. Un señor va en coche y entra en un túnel, de esos que conocemos con una montaña encima. Se hunde el túnel y él queda encerrado en el coche. Pero pasan cosas raras. ¿Se puede creer que ahí debajo, con los Pirineos o los Andes encima, le pueden funcionar el teléfono y no acabarse la batería ninguna. De pronto aparece un perro, ¿por dónde ha venido? Y ahora «la magia potasia» no se sabe cómo sale del coche y llega a una tubería de ventilación porque ha oído no se sabe cómo unos lamentos y encuentra a una chica también atrapada como él. A partir de ahí, va y viene de coche a coche, como si fuera a coger un tranvía o el metro. Una locura de tontería, es decir, el autor plantea una situación –bien, ahí está «Dante's Peak– pero aquí no hay lógica. Todo es falso. Si no sabe, que el autor se dedique a otra cosa.