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Memorias

La escena más mítica de Al Pacino terminó con el actor en urgencias y sin poder usar la mano en dos semanas

El intérprete se sincera en unas memorias que publica Libros Cúpula, 'Sonny Boy', donde analiza sus subidas y bajadas

Al Pacino, en "El precio del poder"
Al Pacino, en "El precio del poder"LR

La madre de Al Pacino había oído a Al Jolson decir "Sonny Boy" en una canción muy popular que decía así: "Climb up on my knee, Sonny Boy/ Though you’re only three, Sonny Boy/ You’ve no way of knowing/ There’s no way of showing/ What you mean to me, Sonny Boy".

Aquella letra se le quedó grabada en la mente durante doce años, hasta que "yo nací en 1940", escribe Al Pacino en sus memorias "Todavía tenía la canción tan presente que me la cantaba", recuerda el que fuera primer hijo del matrimonio y también primer nieto de sus abuelos. "Se volvían locos conmigo".

Desde muy chiquitito le dio por la actuación. Su madre lo llevaba al cine con tres años. Durante el día trabajaba en el servicio doméstico y en fábricas, recuerda, y cuando llegaba a casa, la única compañía que tenía era su hijo. "Me llevaba con ella al cine. No sabía que me estaba proporcionando un futuro. Enseguida me enganché a mirar a los actores en la pantalla". Y como no tenía compañeros de juegos en el apartamento y el televisor todavía era un sueño, "no tenía nada más que hacer que pensar en la última película que había visto. Repasaba los personajes en mi cabeza, y los revivía, uno a uno, en el apartamento. Aprendí de muy joven a hacer amigos con mi imaginación", cuenta el intérprete en "Al Pacino. Sonny Boy".

Paramount no quería que él interpretara el papel de Michael Corleone

Las memorias abordan a un hombre que "ya no tiene nada que temer y menos que ocultar", presentan de un libro en el que el hilo conductor de la narración "es su amor y su determinación": "El amor puede fallar, y se puede caer víctima de las ambiciones; las mismas luces que brillan también pueden atenuarse. Pero Al Pacino tuvo la suerte de enamorarse profundamente de este arte antes de tener ni la más mínima idea de sus recompensas terrenales, y nunca dejó de amarlo. Esto marcó la diferencia".

Ni siquiera su primer papel en el cine, "un desastre", le desanimó. "Llegué pronto por la mañana porque me dijeron que llegara pronto por la mañana, a una hora tan temprana que nadie todavía no hace nada. No tenía a nadie con quien hablar, y me senté allí y esperé. Y esperé. Y esperé. Y mientras esperaba, pensé: '¿Así es como hacen películas? No quiero hacer esto con mi vida'".

Aun así salió en la cinta. Sus primeros créditos y su primer texto: "Tienes un cuerpo bonito, ¿sabes? Escucha, ¿quieres acostarte conmigo?". No volvería hacer nada en dos años, pero ya nunca se iría de la industria.

Conoció a Francis Ford Coppola, el director que, en sus palabras, cambiaría su vida. "Él mismo era como un profesor de colegio, un intelectual con una barba espesa, una amplia sonrisa y una bufanda siempre alrededor del cuello, estilo Fellini. Durante los siguientes cinco días y sus noches, me llevó a cenar y hablamos de su proyecto de película bebiendo botellas de vino. Pensé que Francis era un genio. Era todo entusiasmo. Era un líder, un emprendedor, un temerario", pensó en su primera visita a San Francisco.

La primera frase en el cine de Al Pacino fue: "Tienes un cuerpo bonito, ¿sabes? Escucha, ¿quieres acostarte conmigo?"

No tardaría en llegar 'El Padrino', pese a todo: Paramount no quería que él interpretara el papel de Michael Corleone. Habían pensado en un Jack Nicholson, Robert Redford, Warren Beatty o Ryan O’Neal. En el libro de Puzo, Michael se describía como "la nenaza de la familia Corleone" y se suponía que era bajo, de pelo oscuro, guapo de forma sutil, nada amenazante ante los demás. Una descripción que no se correspondía con las personas que quería el estudio, "pero tampoco significaba que tuviera que ser yo", confiesa quien se llevó el gato al agua.

Con esta saga llegó el éxito, y con él, la fama o "la perversión del instinto natural humano que necesita validación y atención", dice parafraseando a su amigo Heathcote Williams. "Sentía que todas las luces me enfocaban a mí, y no podía ver nada. Sé que ahora vivimos tiempos diferentes y la fama conlleva una connotación distinta, pero hace medio siglo, me afectó mucho.

No hay nada tan aburrido como una persona famosa que se queja de la fama, así que no voy a insistir, aunque tenga la tentación".

Al Pacino repasa en "Sonny Boy" su trayectoria. Buenos y malos momentos, la pobreza y la riqueza, y otra vez la pobreza, el dolor y la alegría... Siempre la interpretación fue su tabla de salvación, y sus gentes, su tribu. Por supuesto, tampoco faltan las anécdotas, como cuando llegó a la sala de urgencias de un hospital de Santa Mónica "con el aspecto de alguien que ya

está muerto": "Tenía los ojos apagados y grises, la piel toda sudada. Mi ropa estaba harapienta y manchada de sangre. Me habían dicho que mantuviera los brazos en alto, porque la metralleta que había estado usando se había fundido con mi mano".

Cuando fue a urgencias con la mano quemada le confundieron con "un desgraciado"

Una enfermera le hizo señas y le dijo que le siguiera. Mientras caminaban por los pasillos, se giró y le miró y no pudo contenerse: "Eh, ¿eres Al Pacino?". Contestó: "Sí". Y ella: "Oh, pensaba que se trataba de un desgraciado".

"Unas horas antes estaba en un set de rodaje lleno de humo, en una mansión donde un delirante y encocado Tony Montana representaba su número final. Acababa de disparar treinta rondas de mi 'pequeña amiga' en una lucha de armas con el pequeño ejército que había venido a derribarme. Con balas silbando por todas partes, la escena requería que me alcanzara una bala en la parte superior del cuerpo, que me lanzaba hacia atrás. Unos buscapiés que tenía dentro del traje explotaron con tinta roja, y caí de bruces al suelo. En el estado inducido por las drogas de mi personaje, cogí el cañón ardiente de la metralleta que había estado disparando y que estaba a junto a mí. Y de repente mi mano no se movía, estaba pegada al cañón. Tuve que

ausentarme dos semanas de 'El precio del poder' mientras me recuperaba de la quemadura y volvía a crecerme la piel de la mano".

Durante su recuperación, Brian de Palma filmó la escena de los disparos desde todos los ángulos imaginables, una y otra vez, añadiendo "más balas, más cuerpos, más matanza, invitando a otros directores a sentarse con él y ayudarle a hacer la secuencia más larga y despiadada", escribe. "Incluso vino Steven Spielberg un día para revisar algunas explosiones. Mientras,

¿dónde estaba yo? En casa en cama", concluye sobre el rodaje.