«Expediente Warren: El caso de Enfield»: Un demonio proletario
Director: James Wan. Guión: Carey Hayes, Chad Hayes. Intérpretes: Vera Farmiga, Patrick Wilson, Frances O’Connor. Estados Unidos, 2016. Duración: 133 minutos. Terror.
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No, segundas partes no siempre fueron malas, sobre todo cuando detrás de la cámara hay un cineasta inteligente, James Wan («Saw», «Insidious»...), el penúltimo niño mimado de Hollywood, que ha decidido repetir experiencia, o sea, dirigir la secuela de «Expediente Warren» (2013) y atesta, más si cabe en esta ocasión, la pantalla de un terror que posee bastantes quilates y provoca escalofríos auténticos y elegantes. La historia, otro conocidísimo caso real protagonizado por los famosos parapsicólogos Ed y Lorraine, nos traslada ahora hasta Enfield, Inglaterra, durante los años 70, donde una madre recién abandonada debe lidiar con sus cuatro hijos. De pronto, una de las niñas comienza a protagonizar fenómenos sobrenaturales, por lo que la pareja decide viajar hasta su miserable casa de protección social para conocer de primera mano dichas manifestaciones. En televisión, una jovencísima Margaret Tatcher se ufana de que la llamen «la dama de hierro», en las paredes de los dormitorios infantiles han pinchado pósters de «Starsky y Hutch», el teléfono cuelga de un cable fijo todavía y las paredes exhiben grietas monstruosas, desconchones indecorosos, los muebles se caen a pedazos y no funciona la lavadora, que languidece en un lúgubre sótano que, de por sí, eriza el cabello. Y mientras esta pobre mujer lucha para alimentar a los menores y el piso se cae a pedazos, aparece el enigmático «sonambulismo» de la pequeña, y, luego, las pesadillas se hacen carne demoniaca y pululan personajes tan horripilantes como «El señor retorcido»... Hay un claro trasfondo social, porque esta familia económicamente medio deshauciada no vive en la de los acomodados Freeling, en «Poltergeist», por ejemplo, pero también marcadamente religioso (las cruces empapelando una habitación entera, el personaje de la espantosa monja ...),e incluso alguien sospecha que todo es un cuento para que el Gobierno les ofrezca un hogar que no haga aguas ni tenga un diablo dentro. Pero en la cinta también sobresalen ciertos toques de humor disperso, un maligno espíritu que no es lo que parece y una atmósfera agria, espesa, encantadoramente clásica, que recuerda títulos cimeros del género allá por esa década (así, «Terror en Amityvylle»). De ritmo y atmósfera excelentes, están de enhorabuena quienes disfruten con esto de pasar miedo, porque el susto lo tienen seguro y no abundan cintas de este nivel en unos terrenos tan, pero tan maltratados. Si Wan estuviese detrás de nuevo, bienvenidos sean más de estos «Expedientes». Ni X ni nada.