Berlín

«Cenicienta», a la sombra de Disney

Se acaba la Berlinale y, como broche, Kenneth Branagh resucita el clásico con un reparto de estrellones para una versión relamida

«Cenicienta», a la sombra de Disney
«Cenicienta», a la sombra de Disneylarazon

Sergi Sánchez. - Se acaba la Berlinale y, como broche, Kenneth Branagh resucita el clásico con un reparto de estrellones para una versión relamida

Érase una vez un festival de cine que necesitaba desesperadamente estrellas que pisaran la alfombra roja. Ergo, si Cate Blanchett es la madrastra de la versión en carne y hueso de «La cenicienta», ¿por qué no cerrar la sección oficial, fuera de concurso, con ella? Cierto, el clásico animado ganó en su tiempo un Oso de Oro al mejor musical. Quizá hay algo de nostálgico en esta chirriante clausura. La Prensa, agradecida, reía con los ratoncitos digitales que se convierten en las mascotas favoritas de esta chica de buen corazón y zapatos de cristal y tacón de aguja. El resultado, sin embargo, no puede ser más descorazonador: la relamida cursilería de la versión de Kenneth Branagh –según él, no querían caer en el cinismo de tiempos tan oscuros– hace que la película de Disney parezca un anticipo de «Salò, o los 120 días de Sodoma».

Sabemos que la época de «Enrique V» queda muy, muy lejos, pero si Branagh fue capaz de reinventar a Shakespeare en películas tan notables como «En lo más crudo del crudo invierno» o «Trabajos de amor perdido», no sería tan extraño pedirle un poco más de esfuerzo para contemporaneizar «La Cenicienta». Pues ni hablar: el argumento es el mismo que en la versión de 1951 pero extendido. Es decir, la economía dramática de la Disney animada se va al garete. La excusa oficial es profundizar en la psicología (¿?) de los personajes. La oficiosa es ampliar el campo de batalla del relato de Perrault para que la dirección artística de Dante Ferretti, de un mal gusto que no desentonaría en una tienda de porcelanas Lladró, luzca en todo su vulgar esplendor. Cate Blanchett hace lo mismo que hizo Glenn Close en «101 dálmatas» o Julia Roberts en «Mirror, mirror»: vender su carisma, desatar su vena histriónica –en la rueda de Prensa demostró, en plan diva autoparódica, su capacidad para modular la voz– y cobrar una buena pasta. Lo mismo que Branagh, que, después de «Thor», ha decidido dejarse llevar por la corriente del «mainstream» como artesano a sueldo. Las razones de que exista «La Cenicienta» pueden ser muy variadas –el éxito de «Frozen», con disfraces de Elsa y Anna multiplicándose por doquier, y de «Maléfica»; la necesidad de resucitar el viejo catálogo de las princesas Disney; la monopolización del «merchandising» infantil post-navideño- pero ninguna es intrínsecamente cinematográfica.

Por lo que respecta a la sección competitiva, dos películas cerraban la que tal vez sea la peor cosecha de títulos orientales de un festival que fue responsable de poner en órbita el cine chino –con el Oso de Oro a «Sorgo rojo»– y que siempre ha procurado cuidar su selección de cine asiático.

Estética hortera

La japonesa «Ten no Chasuke», o «El viaje de Chasuke», de Sabu, tiene en común con la china «Gone with the Bullets» un sentido del humor propio del peor capítulo de la saga de «Scary Movie», con parodias explícitas a «Ghost» y «Titanic». Debe de ser cosa de Dios, o del Hombre, como le llaman en el filme, que pide a los ángeles, que escriben incansables el guión de nuestras vidas, más «vanguardismo» en sus creaciones. Lo que Sabu entiende por «vanguardia» es mezclar «El cielo puede esperar» con una película de yakuzas y bailes callejeros interminables, con una estética tan hortera que parece recién salida de un videoclip de los «Take That».

Mucho mejor, por suerte, fue la vietnamita «Big Father, Small Father and Other Stories». Con ecos del cine de Apichatpong Weerasethakul, pero evitando sus divagaciones fantásticas, la película de Phan Dang Di examina la dinámica de un triángulo amoroso que, en realidad, es la historia de una atracción no correspondida, la que siente un estudiante de fotografía por su compañero de piso en el Saigón de los noventa. Elusiva pero no críptica, poética pero no pretenciosa, elevó el pabellón del cine asiático en esta olvidable 65 edición de la Berlinale.

«El club», caballo ganador

En una Berlinale parecida a una larga travesía por el desierto, hay dos serias candidatas para el Oso de Oro, «El Club» de Pablo Larraín y «45 Years», de Andrew Haigh. Nunca puedes fiarte de los jurados, pero teniendo en cuenta los gustos de Darren Aronofsky (le dio el León de Oro al «Fausto» de Sokurov, propuesta extrema donde las haya), la abierta hostilidad del filme chileno y su valentía al abordar un tema tan polémico como el de la pederastia en el seno de la Iglesia, le colocan como (casi) seguro caballo ganador. Haigh, demasiado clásico, deberá conformarse con el premio al mejor guión o uno, merecidísimo, a la magnífica Charlotte Rampling. Ha sido, en todo caso, el año del cine latinoamericano: tanto «El botón de nácar» como la guatemalteca «Ixcanul» tienen muchas posibilidades de estar en el palmarés.

La historia, al margen de pequeñas innovaciones, sigue el relato clásico de una joven, Ella, que vive feliz hasta que muere su madre y su padre se casa de nuevo, poco antes de fallecer.

Comienza así el tormento de su vida bajo las órdenes de su madrastra y sus hermanastras Anastasia (Holliday Grainger) y Drisella (Sophie McShera), hasta que todo cambia con la aparición de su hada madrina y de su príncipe azul, que cumplen la profecía de su madre y el edulcorado mensaje de la cinta: todo puede conseguirse con "valor y amabilidad".

Podía haber sido la historia de amor que todos conocemos, pero "no hay nada bidimensional"en la película gracias al talento de Branagh y al trabajo de los actores, aseguró Bonham Carter, que interpreta a una divertida hada primero mendiga y después princesa, cargada de luces.

Y gracias también al guión y a los diálogos, recordó Blanchett disfrutando de su papel de pérfida y malvada madrastra, cruel hasta con sus adoradas e inútiles hijas y carcomida por los celos ante la inocencia y bondad de su hijastra.

La Berlinale fue uno de los primeros festivales para la actriz y en esta 65 edición se presenta en él por partida doble: "Cenicienta"y "Knight of Cups", cinta de Terrence Malick protagonizada por Christian Bale y Natalie Portman.