Crítica de cine

«La higuera de los bastardos»: Lo que ocultan unas raíces

La Razón
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Director: Ana Murugarren. Guión: A. Murugarren y Ramiro Pinilla. Intérpretes: Karra Elejalde, Carlos Areces, Jordi Sánchez. España, 2017 Duración: 111 minutos.

Al principio, más de lo mismo: los falangistas que llegan de noche para fusilar a los perdedores de la guerra civil, incluso con los hijos quiere acabar el feroz Rogelio (un Karra Elejalde lo suficientemente enloquecido para que el personaje funcione) y evitar así posibles revanchas cuando sean hombres. Las mujeres que gritan y lloran porque saben que será la última vez que los vean. Los vecinos denunciando al de al lado para que lo quiten de en medio por venganzas personales, la tierra, que todo lo ensucia. Pero un mal día, y ahí la película se convierte en una historia distinta, la mirada de un niño traspasada por el odio transforma a Rogelio en un ermitaño que cuidará de la higuera que ha crecido sobre la sangre de los inocentes. Comedia dramática y negra a un tiempo con algún que otro fuerte trazo surrealista y de influencia berlanguiana (sobre todo, hacia su tercio final, con esas peregrinaciones de los devotos donde Rogelio aguarda que lo perdonen; aunque menor, incluso este ramillete de estrafalarios personajes evocan a los que Cuerda apiñaría en «Amanece, que no es poco»), la película dirigida por Ana Murugarren confunde en ocasiones el tono durante este peligroso juego de combinar ambos géneros aunque la honre abordar un asunto tan sobado en la industria española como el de la contienda desde un punto de vista bien diferente. Con todo, la poderosa metáfora de ese frondoso árbol que está creciendo alimentado por la memoria de los desaparecidos y al cuidado de uno de los que disparaban el gatillo con más saña no deja de poseer la misma y trágica fuerza.

LO MEJOR

Elejalde ofrece la interpretación vigorosa y enloquecida que pedía este personaje

LO PEOR

Jordi Sánchez nos recuerda demasiado a su inefable Antonio Recio de «La que se avecina»