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La tragedia de Philip Seymour Hoffman

Conmoción en Hollywood. El actor fue hallado muerto en su piso neoyorquino presuntamente por una sobredosis de drogas

Philip Seymour Hoffman en una imagen de archivo
Philip Seymour Hoffman en una imagen de archivolarazon

Su prestigio como actor y el respeto que le profesaba la industria dejaron siempre en un segundo plano las noticias que, de vez en cuando, saltaban a los diarios sobre el abuso que el actor hacía de medicamentos y drogas diversas. Ni siquiera cuando a principios del verano pasado él mismo reconoció que acababa de salir de una clínica de rehabilitación después de una temporada marcada por el consumo de pastillas y heroína tuvo mucha repercusión. Quizá a ello se debe la sorpresa con que fue recibida la noticia de su muerte, ayer, con 46 años y una fructífera carrera a sus espaldas. Fuentes policiales aseguraron a «Wall Street Journal» que el cadáver fue hallado por un amigo (supuestamente el guionista David Katz) en el baño de la casa del actor en el 35 de la calle Bethune, en el West Village, con una aguja clavada en el brazo. La Policía continúa, sin embargo, investigando los detalles del fallecimiento y el forense, al cierre de esta edición, no se había pronunciado sobre su causa, aunque muchos medios apuntan a la sobredosis como la más probable. Algunas ediciones digitales aseguran incluso que en el baño donde fue encontrado había papelinas de heroína.

Ganador de un Oscar por «Capote», premio al que estuvo nominado también por «La guerra de Charlie Wilson», «La duda» y «The Master», la de Hoffman era una de las carreras interpretativas más sólidas del cine norteamericano actual. Todd Solonz, los Coen, Spike Lee, Sidney Lumet, Anthony Minghella y, sobre todo, Paul Thomas Anderson (que le dio su primer papel importante en 1997 con «Boogie Nights» y con el que trabajó en cinco de las seis películas del director) vieron en Hoffman el aliado perfecto para convertir los personajes de sus películas en actuaciones memorables. Hoffman no dejó de recibir impresionantes críticas por sus trabajos más recientes, como «Los idus de marzo» (2011), «Moneyball» (2011) y «El último concierto» (2012). Su última película estrenada en nuestro país responde, sin embargo, a una producción más comercial como lo es «Los juegos del hambre: en llamas», la segunda parte de una saga en la que estaba involucrado y cuya nueva entrega está todavía en proceso de rodaje. «God's Pocket», de John Slattery, y «A Most Wanted Man», de Anton Corbjin, son otras dos producciones protagonizadas por el actor todavía no estrenadas en España. «No hay palabras. Es sencillamente terrible», dijo ayer George Clooney, que dirigió a Hoffman en «Los idus de marzo».

Con tres hijos, fruto de la relación estable que mantenía con la diseñadora de vestuario Mimi O'Donnell, Hoffman habló el pasado verano de «una metedura de pata» al referirse a su vuelta a las drogas después de de 23 años «limpio». Comenzó, según relató él, con medicamentos y, tras una semana esnifando heroína, decidió ingresar voluntariamente en una clínica de Nueva York, donde permaneció durante 10 días. Hace 7 años comentó sobre este mismo tema durante una entrevista en la que aseguró que después de graduarse, con 23 años, dejó radicalmente las drogas y el alcohol porque sintió verdadero miedo por su vida. De hecho, afirmó sentir verdadera empatía por los jóvenes famosos en la actualidad: «Si yo hubiera sido tan rico, guapo y famoso con 19 años seguro que estaría muerto», llegó a decir. Hoffman, que también triunfó en el teatro, fue uno de esos eternos secundarios de lujo (sobre todo, en el cine norteamericano independiente) que ni siquiera necesitó cumplir los cincuenta para convertirse en el gran protagonista de muchos de los mejores títulos de las dos últimas décadas. Decenas de magníficas películas (que fueron sin duda mejores gracias a su trabajo) nos deja Philip Seymour Hoffman, pero también la certeza de que nos perdemos muchas otras que todavía estaban por llegar.