Muere la sirena de Hollywood
Esther Williams, la más famosa nadadora del cine, falleció ayer a los 91 años
Fue la sirena del «musical acuático» de la Metro Goldwyn Mayer cuando el estudio tenía más estrellas que el firmamento. Visto con la distancia del tiempo, las películas de Esther Williams son lo más parecido al gran Circo Americano de tres pistas. En la central, una espectacular piscina con un trampolín imposible permitía a la nadadora exhibir sus dotes para lanzarse al vacío haciendo tirabuzones, bucear bailando o surgiendo cual hija de Neptuno alzada por potentes chorros de agua a presión, mientras el cuerpo de baile acuático componía a su alrededor caleidoscópicas figuras sincronizadas creadas por el mayor coreógrafo que ha dado el cine: Busby Berkeley.
En technicolor
Jamás se le descomponía el maquillaje dentro del agua. Era una inmensa sonrisa en bañador elástico, descendiera agarrada a una anilla o balanceándose en inmensos trampolines, entre llamaradas y humos de colores, que aportaban una tropicalidad «kitsch» sólo posible con el intenso color por technicolor de la era dorada de Hollywood.
En la segunda pista, los payasos interpretaban un libreto de comedia tan deliciosa que alguien hubiera asegurado que provenía del burlesque clásico. En «Escuela de sirenas» (1944), el cómico Red Skelton trataba de recuperar a su novia haciéndose pasar por profesor de música en una escuela de señoritas. El mejor número era ver a Skelton bailando con un tutú.
La tercera pista estaba dedicada por completo a la música, especialmente la rumba caliente y tropical, tan de moda entonces, que interpretaba Xavier Cugat y su orquesta, con su escultural vocalista, Lina Romay.
La Metro se especializó en este tipo de comedias musicales en las que alternaban el ritmo loco de Carmen Miranda y sus fascinantes tocados de frutas tropicales con el cantante romántico mexicano Carlos Ramírez, intérprete de la delirante «Pecado». Se completaba «Escuela de sirenas», modelo de todas las demás, con estrellas invitadas como el trompetista Harry James y su orquesta y la organista Ethel Smith. El galán, preferentemente latino, era Ricardo Montalbán, muy similar a Fernando Lamas –el padre de «el rey de las camas»–, que fue el segundo de sus cuatro maridos.
Actriz dramática
Lo mejor de Esther Williams fue el musical en color con repartos latinos, como «Fiesta Brava» (1947), en la que se enamoraba de un matador, el citado Montalbán. Una pareja con la que repetiría en «En una isla contigo» (1948) y «La hija de Neptuno» (1949), y los cameos de moda: la cantante de jazz Lena Horne, Mel Tormé o la bailarina Eleonor Powell. Figuras representativas del musical de la Metro cuyo mejor exponente fue «Ziegfeld Follies» (1945), en la que cada artista hacía su número musical: Fred Astaire, Lucille Ball, Judy Garland, Gene Kelly y, cómo no, Esther Williams, que repetía su espectacular número musical acuático. Luego quiso ser actriz dramática y todo fue ya silencio.