«Spectre»: El hombre que sabía demasiado
Director: Sam Mendes. Guión: J. Logan, N. Purvis, R. Wade y J. Butterworth. Intérpretes: Daniel Craig, Léa Seydoux, Christoph Waltz, Ralph Fiennes. GB-EE UU, 2015. Duración: 148 min. Acción
«Los muertos están vivos». Enigmático título introductorio, blanco sobre negro, para una película de James Bond. Anuncia alguna que otra sorpresa de guión, aunque, más allá de lo premonitorio, asienta el tono shakesperiano del conjunto. Bien podría ser una acotación «sotto voce» de una de sus tragedias si no fuera porque «Spectre», más lúdica que «Skyfall», juega a malabares con la solemnidad de aquella, tan hamletiana, de la que siempre se recordará el arponazo emocional que recibe el agente 007 cuando muere su diosa protectora. «Spectre» es más descarada, menos severa consigo misma. Tiene un «tour de force» en cada esquina: a la izquierda una portentosa escena inicial situada en el azteca Día de los Muertos a modo de wellesiano plano secuencia que culmina en la demolición de un edificio y un helicóptero errático; a la derecha, qué difícil es escoger, una reunión clandestina de villanos a lo «Eyes Wide Shut» (o a lo Hammer versión «de luxe»), una vigorizante pelea en un tren (con un hombre-armario como sustituto del Tiburón de «La espía que me amó»: los guiños a la memoria histórica de Bond son recurrentes) o una persecución automovilística filmada y montada con la diáfana claridad de los clásicos del cine de acción de los setenta. Monica Bellucci suelta una lágrima, preciosa lágrima, cuando menos te lo esperas; Christoph Waltz borda el papel de sádico; a Léa Seydoux le falta sangre en las venas (es el punto débil del filme), y Daniel Craig sigue combinando, con elegancia atávica, el traje ajustado de Tom Ford a prueba de balas, contorsiones y torturas con sorprendentes desvíos de ternura. Resulta curioso que Sam Mendes se haya reencontrado como cineasta dándole dos vueltas de tuerca a la leyenda bondiana. No lo tenía fácil después del fiasco de «Quantum of Solace», y tal vez las ditirámbicas críticas que saludaron «Skyfall» como el no va más de la profundidad dramática a la que un filme de la saga podía aspirar hayan puesto injustamente el listón demasiado alto. Es posible que las transiciones entre las épicas «set pieces» de «Spectre» sean más frágiles que en «Skyfall», pero la película es tan enérgica, y su discurso contra el terrorismo de Estado en forma de hipervigilancia orwelliana tan institucionalmente incorrecto que a este crítico le costará esperar hasta que llegue la siguiente entrega.