Crítica de cine

«Un día perfecto»: Grupo (poco) salvaje

Dirección y guión: Fernando León de Aranoa. Intérpretes: Benicio del Toro, Tim Robbins, Melanie Thierry, Olga Kurylenko. España, 2015. Duración: 106 min. Drama.

La Razón
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Napoleón, que sabía más de una cosa sobre belicismo, decía que, en la guerra, como en el amor, para terminar hay que verse de cerca. Claro, todo es una cuestión de distancias, y es posible que el gran problema del cine de Fernando León de Aranoa sea que está muy lejos cuando quiere vendernos su cercanía. La intención de «Un día perfecto» es que entendamos lo absurdo de la guerra, incluso cuando ésta ha acabado, desde una cierta objetividad que, contradicciones del método leoniano, ilustre una empatía, una toma de postura, a favor, en este caso, de las ONGs que trabajan sobre el terreno intentando mediar entre los lugareños y las fuerzas especiales de los cascos azules en los últimos estertores de la guerra civil de la ex Yugoslavia.

Un cadáver en un pozo es la excusa para que, de una forma más sutil que en «Amador» o «Princesas», León de Aranoa afiance su condición de cineasta comprometido con la realidad al abordar un «dramatis personae» para el que cualquier elemento tiene un sentido, un valor simbólico, convirtiendo a la película en una oda al «planting», esa figura retórica tan de manual de guionista que impide que la espontaneidad asome el morro a través de sus imágenes. Lo más interesante de «Un día perfecto» está lejos de su lectura ética sobre la guerra. Su aspecto de western kawksiano, protagonizado por un grupo de hombres y mujeres que solo quieren hacer bien su trabajo, unidos por un sentimiento de comunidad y solidaridad, entre ellos y con su entorno (por muy peligroso que este sea), dejan adivinar que si León de Aranoa se hubiera dejado llevar por la sana autenticidad del cine clásico de género podría haber llegado a conclusiones mucho más estimulantes.