Le Clézio relata el heroísmo de los marginados por la supervivencia
El Premio Nobel de Literatura denuncia la vida invisible de los «indeseables» en el volumen de relatos «El amor en Francia»
Madrid Creada:
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Le Clézio nació en 1940 en Francia y todavía recuerda su infancia como niño de la guerra. En aquellos años padeció «el hambre, la falta de recursos, la carencia de libertad y la escasez de libros». Explica que durante ese tiempo lo pasó «encerrado en un primer piso en un pueblo del sur de Francia porque mi madre estaba casada con un británico. Teníamos que ocultarnos para no ser deportados. Las murallas que se habían levantado en la ciudad impedían ver el mar y los terrenos baldíos que había a nuestro alrededor se habían convertido en campos de minas. Esa es la memoria de los primeros años de mi vida».
Ahora, el Premio Nobel de Literatura de 2008, un hombre espigado, estrecho de hombros, que viste con ropa clara, es testigo de cómo, muchas décadas después de sus vivencias, vuelve a librarse un conflicto bélico en suelo europeo. «La guerra ha venido de nuevo. Está presente en el Este y está bastante cerca de nosotros. Es nuestra vecina. Algunos creen que está lejos y que nunca va a llegar, pero es evidente que existe un claro peligro de que llegue hasta aquí. No hay nada profético en la literatura actual mundial, pero la memoria del pasado quizá pueda darnos información y nos ayude a pronosticar el futuro».
La declaración de hostilidades en Ucrania ha desencadenado la inevitable oleada de refugiados que, como sucede en cada contienda, como la de Siria, huyen de la desolación y los peligros que traen los enfrentamientos armados. Son ancianos, mujeres y, sobre todo, niños idénticos a los chicos que protagonizan su último libro, «El amor en Francia» (Lumen), un conjunto de relatos que tiene como principales personajes a los huérfanos de la historia, a los desheredados en los que nadie tiende a reparar, a los marginados de las urbes occidentales o del Tercer Mundo que viven ignorados, sin que nadie se fije en ellos.
Por estas páginas desfila un variado tropel de rapaces, espabilados por las premuras de la necesidad y la pobreza que los rodea, pero que, a pesar de la dureza en la que se desenvuelven, todavía son capaces de conservar un punto soñador. Son esas niñas que se ven obligadas a dejar su hogar para escapar de la amenaza de los abusos sexuales, los que huyen de los campos de esclavos de Sendero Luminoso o los que intentan llegar a Estados Unidos atraídos por el resplandor de la prosperidad. «La frontera entre Norteamérica y México es una de las áreas más crueles que existen en el mundo. Siempre se ha hablado del tiempo aperturista de Obama, pero durante su mandato hubo más deportaciones de niños que durante el gobierno de Bush y Trump. Estos niños son rechazados cuando apenas saben nada de su país de origen y ni siquiera hablan bien español, sino una especie de inglés criollo».
Le Clézio escribe con la moral de su generación y la ética de nuestro tiempo. Nunca se deja arrastrar por la indiferencia. Él mismo reconoce que es un «heredero de lo que se llama la literatura comprometida. En Francia, esta expresión, tenía un punto más enérgico que en otros lados. Antes, en mi país, había que escoger entre implicarse con los sucesos o permanecer como testigo. Yo me imagino que debe ser difícil escribir sin preocuparse por nada de lo que ocurre en tu entorno, solo guiado por lo que hay en tu cuarto».
Por eso, él ha decidido poner el foco de la atención en la cara B de la sociedad, en los ignorados. «Podemos ir a cualquier suburbio y encontrar en los chicos que los pueblan la misma lucha por la supervivencia. En las afueras de París, cerca de Orly, en medio de las autopistas, existen islas de terreno donde viven niños que llaman de la “comunidad del viaje”, que está conformada por gitanos, árabes y africanos. Son muy jóvenes y cuando tomas el cercanías, entran en el tren para pedir dinero o robar algo. Estos chiquillos son como bandas de gorriones. Tienen la vivacidad de las aves salvajes. Son como los chavales que describe Dickens, pero lo que sucede es que estos niños viven hoy en día, no son del tiempo de Dickens. Ellos tienen que encontrar los recursos para sobrevivir y usan la astucia para conseguirlo».
Muchos de ellos viven en países fallidos, con enormes desigualdades o marcados por la pobreza. Por eso, quizás, argumenta Le Clézio, el antiguo colonialismo ha sido sustituido por otro nuevo. Y expone un ejemplo: «En México, el hecho central del cambio entre el colonialismo y la vida moderna fue la reforma agraria, cuando la tierra de los hacendados se distribuyó entre los que no tenían nada. Pero esta gente perdió todo lo que ganó en la revolución. Hoy los viejos colonos han sido sustituidos por los banqueros o empresarios que están en Nueva York y Shanghái, que toman el papel del dictador, del antiguo hacendado».