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Como el fruto al hueso

La Razón
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Así como su compinche Gabo forjó con Macondo un territorio mítico, Mutis optó por darle vida a un único personaje, Maqroll el Gaviero, presente ya en «Los elementos del desastre» (1953), uno de sus poemarios emblemáticos, junto al deslumbrante «Crónica regia...» (1985), inspirado en El Escorial. Ese marino errabundo, «estoico en el pensar y hedonista en el vivir», le era propicio a quien ha declarado que «la política es una de las formas de la superficialidad», y que «el hombre es fatalmente un ser individual». El Gaviero le permitió contrastar su propia singladura, desde los cafetales de la finca familiar en Colombia a las largas travesías por mar hacia Europa, acompañando a su padre en los destinos diplomáticos; y el resultado es un mar de café, con sus grumos y sus brumas, perceptible en los recurrentes «Nocturnos» de sus poemas. De procedencia simbolista y, a la vez, realista, clasicista y narrativo, se consideraba esencialmente un poeta, cuyas narraciones son sólo, decía, «acotaciones y apostillas a mis versos». «Contrabandista», acaso, como su personaje, en realidad, no hacía distingos, pues creía que la poesía debe acompañar a la prosa como el fruto al hueso. Explicaba que gracias al Gaviero originario de sus versos, consiguió adiestrarse en la indulgencia. Esbelto, rebosante de simpatía y ataviado como un lord inglés, Mutis era capaz de exponer los argumentos más escépticos, o de glosar sus propios versos, tan sombríos –que hablan de la derrota del hombre, anticipada y sin remedio–, muerto de la risa. Era su marca inaudita: sonreír a carcajada limpia, con abierta fauce de tigre de bengala, y suavizar, así, su severa concepción de la literatura y de la vida. «La literatura debe tener un valor extemporáneo, susceptible de producir una emoción en su pasado y su futuro», señalaba. «Mucho de lo que se produce hoy es mera retórica consumista. Yo persigo la máxima de Rilke: Escribe sólo si el no escribir te causara la muerte».