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Premio Nacional de las Letras Españolas

Cristina Fernández Cubas: «Nunca he sido ni seré un best seller»

La escritora recibe el Premio Nacional de las Letras por «la magia de su narrativa que la ha llevado a ser considerada como una de las mejores cuentistas españolas»

La escritora Cristina Fernández Cubas
La escritora Cristina Fernández CubasPilar Aymerich

Cristina Fernández Cubas nació en 1945, el mismo año que terminó la Segunda Guerra Mundial, y descubrió la literatura en las historias que le contaban cuando era pequeña. En aquellos años de postguerra y repleto de necesidades aprendió a escuchar esas narraciones de carácter oral y, a través de lo que escuchaba, comenzó a sumergirse de una manera involuntaria en la literatura que, por esas edades ceñidas a la infancia, era una abultada esfera de imaginación, fantasía y ensoñaciones.

De esta manera providencial, Cristina Fernández Cubas tomaba las medidas a un ancho de vía que le conduciría a convertirse en una de las escritoras que mejor maneja uno de los géneros más complejos que existen: el del cuento. Literatura breve, sí, pero que lleva aparejada consigo una alta exigencia. Muchas veces, ella misma se ha referido a esos primeros y anónimos maestros, las personas que cultivaban en ella esa fascinación por las narraciones, como las verdaderas influencias de su vida.

Pero después a ese aprendizaje inicial ha ido sumando autores de relieve internacional, nombres, como el de Edgar Allan Poe o la escritora Mary Shelley, creadora de «Frankenstein» y, por supuesto, Agatha Christie, una novelista a la que llegó más tarde pero que le inició en las historias policiales. Ahora, la escritora ha recibido el Premio Nacional de las Letras Españolas 2023 que concede el Ministerio de Cultura y Deporte. El jurado ha destacado de ella «la magia de su narrativa que la ha llevado a ser considerada como una de las mejores cuentistas españolas» y también «el dominio fascinante del empleo de la concisión para narrar historias, que se nutren de la literatura fantástica y que hace llegar al lector de manera intensa hasta cambiar la forma de entender las cosas».

¿Este galardón es un reconocimiento al cuento?

Es cierto que el grueso de mi producción está formado por relatos, pero también tengo memorias, novelas, obras de teatro... Quiero pensar que es el reconocimiento al conjunto de una trayectoria, a toda una obra, aunque resulta innegable que el grueso de este pelotón son libros de relatos. Pero yo me quedo con el argumento de que es a mi trayectoria. Por otro lado, que se dé importancia al género del cuento me agrada, porque hay un enorme desconocimiento alrededor del relato, que a mí me encanta, tanto como lectora como escritora. Pero si le puedo decir la verdad y ser sincera, todavía no he tenido tiempo de digerir la noticia desde que me la ha comunicado el ministro. No paro de contestar llamadas. Ni siquiera he comido (risas).

Siempre ha reconocido la importancia que ha tenido la oralidad a la hora de ser escritora.

Mi memoria nunca olvidará todas esas historias. Esas leyendas y cuentos de terror que de niña me daban un poco de miedo, pero era miedo gustoso. Al final te marchabas a la cama con esa sensación de temor, pero sabiendo a la vez que estabas protegida porque te encontrabas en tu casa. Recuerdo esas noches de infancia, con esas historias que había oído... había cierta predisposición a escuchar.

Vivió la postguerra. ¿Las restricciones espolean de alguna manera la imaginación?

Existía una carencia que sí, es verdad, la espoleaba. Eran la restricciones eléctricas. A los mayores les sacaba de quicio, pero a los pequeños nos encantaban. Las restricciones suponían el momento de las sombras. Las bombillas se apagaban y empezaban a temblar las velas de los candelabros. Aquel era el momento de los quinqués. Su hora. Mi casa, que era una casa muy grande de pueblo, empezaba a convertirse entonces en otra muy distinta, porque las sombras son muy poco fiables con los objetos que las provocan. Las sombras, pueden ser terroríficas y al mismo tiempo bellas. Y todo ese mundo de belleza me encantaba a la vez que me daba miedo. Las patas de un sofá podían convertirse en dios sabe qué cosas espantosas, y los ramos de flores, en cuervos volando. La carencia de electricidad, sí, generó de alguna forma mucha imaginación, pero, por otro lado, no hay que olvidar que esas restricciones producían mucho sufrimiento. Y no estoy de acuerdo con respaldar ningún sufrimiento. Pero en el recuerdo queda lo misterioso de esos instantes.

En esa época existían mujeres escritoras, pero no tantas como ahora. En eso se ha cambiado.

Pero yo nunca tuve la sensación de que la mujer no estaba considerada, porque había escritoras muy grandes entonces, de la talla de Carmen Laforet, Carmen Martín Gaite y Ana María Matute. Yo lo que tuve fue los mismos problemas para publicar que un hombre que cultivara el cuento. El problema es que los cuentos no estaban valorados. Los editores se resistían a publicarlos aunque fueran buenos, porque se vendían muy mal. Mi suerte es que encontré a Beatriz de Moura y que yo le interesara. Esa fue mi suerte. Le gustaron mis historias. Por eso, por ella, yo siempre he escrito lo que he querido. Nunca me he plegado a modas. No lo he hecho. No soy un best seller. Nunca lo he sido ni lo seré jamás, pero tengo mis lectores fieles.

¿De dónde surgen los cuentos?

Existen muchas teorías sobre este aspecto de los cuentos, algunas son muy brillantes, de verdad, y me parecen bien, pero no me limito a ellas. Un cuento puede venir de un sueño, de una noticia que te ha aparecido absurda y que le has empezado a dar vueltas de repente, de una conversación con un amigo que no veías desde hacía bastante tiempo, casi de cualquier cosa, incluso de la imaginación pura y dura. También provienen algunos recuerdos y de las vivencias... ¿De dónde viene un cuento? Es una pregunta, pero yo no quisiera encerrar el cuento entre unos barrotes. El cuento todavía no lo ha dicho todo en la literatura. Según el origen y el tratamiento que le dé un autor será de una manera y de otra, pero es imposible etiquetar o meter entre barrotes a los cuentos.

¿Con qué cuento no puede?

(Risas). Mire, se lo voy a decir. Nunca he soportado que me pregunten si «se puede vivir del cuento». (Risas). De verdad, es que no puedo con ello.