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Crítica de clásica

Crítica de 'Beethoven Universal': En el camino hacia lo sublime

Obras de Mozart y Beethoven. Rosa Torres Pardo, piano. Ramón Torrelledó, director. Auditorio Nacional, 28 de junio de 2025.

Ramón Torrelledó X

Con este concierto ha cerrado el siempre creativo, entusiasta y didáctico director bilbaíno Ramón Torrelledó su último y bien planeado ciclo, Beethoven Universal. Nunca llegamos a saber absolutamente todo acerca de la personalidad y la obra del genio de Bonn. Y está bien que los que saben nos lo expliquen, sobre todo con sus interpretaciones musicales. En este caso sobre el tapete dos obras maestras, el Concierto para piano nº 3 del gran sordo y la Sinfonía nº 40 del salzburgués.

Torrelledó tiene siempre una postura muy racional y lógica en torno a los pentagramas que monta y dirige. De tal forma planteó con mucha claridad, con su gesto olímpico y bien medido, sin batuta, enjutamente, la introducción orquestal de la obra beethoveniana, aunque desde ese mismo momento pudimos apreciar que la cuerda no poseía la enjundia ni la presencia necesarias para poder equilibrarse a los vientos. Contamos catorce violines, cinco violas, cuatro chelos y tres contrabajos. Instrumentistas en su mayoría muy jóvenes. Más dos trompas, dos oboes, dos clarinetes (estos en Beethoven) y una flauta. Líneas bien trazadas pero de sustancia relativa.

A ellas se enfrentó sin vacilaciones, con total seguridad de ataque y clara digitación Rosa Torres Pardo, que mostró impulso, fraseo bien construido y lógico, puede que a falta de un toque más delicado e íntimamente lírico y de unos mayores contrastes dinámicos. Pero prevalecieron la lógica del discurso, el canto exquisito en el Largo y la precisión de ataque en el Rondó. Allegro donde la orquesta no tuvo siempre el impulso necesario. Muchos aplausos. Pero no hubo bis

Nos gustaron el tempo animado, la ligereza, el impulso decidido, el dibujo general sobre los que discurrió la penúltima Sinfonía mozartiana, en la que no se plantearon excesivos acentos dramáticos, aunque en el desarrollo del inicial Molto Allegro hubo apuntes del drama interior del compositor. Tempos adecuados en los otros tres movimientos. E intervención muy notable de las dos trompas en el Trío del Menuetto. Allegretto. Los trompas… En ellos y en la falta de consistencia de los arcos estuvo el problema de falta de balance adecuado. Los apuntes melódicos, la evolución temática, los contrapuntos peligraron en beneficio de la sonoridad de esos metales, que se adueñaron del paisaje.

Fue una pena que por ello no pudiéramos discernir en todo momento la lógica construcción, con todos sus elementos equilibrados. La potencia de esos metales no nos dejó advertir fraseos, acentos, contrapuntos... Aun así pudimos solazarnos episódicamente con la gentil exposición el director, quien, ante los aplausos, regaló el primer movimiento de la Sinfonía, aunque en este caso sin la repetición. Con todo y pese a los problemas apuntados, nos lo pasamos muy bien en una mañana musical de altos vuelos, insertada en las siempre animosas e ilustrativas propuestas didácticas de Torrelledó. La sala grande del Auditorio Nacional estaba menos que mediada.