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Crítica de "Pretty Woman, el musical": descafeinada historia de amor ★★☆☆☆

La historia de Vivian, una joven prostituta que sueña con un futuro diferente y que se cruza casualmente en la vida de un atractivo y acaudalado hombre de negocios llamado Edward, se desarrolla en esta versión teatral siguiendo casi de manera exacta los cauces narrativos de la película
Un fotograma de "Pretty Woman, el musical"
Un fotograma de "Pretty Woman, el musical"Archivo
La Razón

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Libreto: Garry Marshall & J. F. Lawton. Música y letras: Bryan Adams & Jim Vallance. Director: Carline Brouwer. Director residente: Mariano Botindari. Interpretación: Cristina Llorente (Vivian Ward), Roger Berruezo (Edward Lewis), Erika Bleda (Kit de Luca) Rubén Yuste (Happy Man / Sr. Thompson)… Teatro Nuevo Apolo. Desde el 26 de septiembre de 2023 hasta el 3 de marzo de 2024.
El teatro musical sigue explotando el filón de las grandes historias de amor procedentes de éxitos más o menos recientes de Hollywood. En los últimos tiempos hemos visto en nuestra cartelera, entre otros títulos conocidos, “Ghost”, “Los puentes de Madison”… y ahora “Pretty Woman”. La historia de Vivian, una joven prostituta que sueña con un futuro diferente y que se cruza casualmente en la vida de un atractivo y acaudalado hombre de negocios llamado Edward, se desarrolla en esta versión teatral -cuya producción original se estrenó por primera vez en el Oriental Theatre de Chicago en 2018- siguiendo casi de manera exacta los cauces narrativos de la película. Y aquí encontramos el primer lastre: hay demasiadas escenas, muchas de las cuales, desprovistas de la fastuosidad que permite el lenguaje cinematográfico, podrían haberse eliminado para favorecer lo que sí puede ser superior en teatro, que es la imagen clara y cercana de los personajes inmersos en sus conflictos, sometidos de manera viva y fehaciente a ellos para tratar, como pueden, de resolverlos.
Firmado por Garry Marshall y J. F. Lawton, director y guionista respectivamente de la película, el libreto se limita a repetir en las tablas, con menor fuerza dramática, las simpáticas situaciones que todos los espectadores conservan en la memoria: las lágrimas en la ópera, la caja del collar que se cierra inesperadamente cuando Vivian acerca su mano para tocarlo, el empoderamiento de la protagonista en su segunda visita a la boutique en la que no quisieron atenderla, etc. Pero el problema no es la falta de originalidad a la hora de contar la historia, ya que estos productos suelen estar concebidos para recrear, precisamente, las mismas imágenes que suscitaron tanto entusiasmo cuando se vieron por primera vez en la gran pantalla.
El problema es, como decía, que esos momentos aquí no tienen ninguna potencia teatral, ni en el diseño espacial y visual de las escenas, ni en las interpretaciones, ni tan siquiera en el envoltorio musical que se ha ideado para ellos y que debería ser fundamental. Porque ese es el otro gran fiasco: el reclamo que supone ver que Bryam Adams y Jim Vallance son los autores de una partitura que se presupone rockera -o al menos popera, porque ya tenía esa característica en su versión original con la famosa canción de Roy Orbison como tema central-, se va al traste cuando uno se sienta a escuchar la anodina música y las mediocres letras en español.
La adaptación de los textos, por cierto, es uno de los grandes e incomprensibles escollos que presenta la gran mayoría de musicales traducidos, no solo este: son letras escritas de una manera narrativa que nada tiene que ver con el lirismo propio de una buena canción. Casi siempre suenan a insufrible “chapa” canturreada. En cuanto a las interpretaciones, correctas en el plano musical, resultan muy limitadas en lo puramente dramático. Ni los actores son capaces de sacar jugo a sus personajes ni parecen estar muy bien dirigidos. No se entiende, por ejemplo, por qué el personaje del botones está interpretado en un código casi de clown que nada tiene que ver con el resto de la función.
  • Lo mejor: El producto está pensado simplemente para que los más nostálgicos vuelvan a ver sonrientes lo que ya conocen, y eso se consigue.
  • Lo peor: La superficialidad que domina los musicales; incluso la comedia más ligera y amable se vuelve innecesariamente más ñoña en este género

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