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Crítica de "Ron Lalá 4x4": los inicios del cachondeo ★★★★☆

La compañía teatral ha celebrado estos días la redonda cifra de 2.000 representaciones en su dilatada trayectoria
Una escena de "Ron Lalá 4x4"
Una escena de "Ron Lalá 4x4"David Ruiz
La Razón

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Obra: "Ron Lalá 4x4". Creación colectiva: Ron Lalá. Dramaturgia y letras: Álvaro Tato. Dirección: Yayo Cáceres. Dirección musical: Miguel Magdalena. Intérpretes: Juan Cañas, Miguel Magdalena, Diego Morales, Luis Retana y Daniel Rovalher. Teatro Fernán Gómez. Desde el 14 de diciembre de 2023 hasta el 14 de enero de 2024.
Con la recuperación en un solo espectáculo de sus cuatro primeras obras o, mejor dicho, de una selección de sketches o escenas de cada una de ellas, la compañía Ron Lalá ha celebrado estos días la redonda cifra de 2.000 representaciones en su dilatada trayectoria, que se inició en 1996, aunque empezó a profesionalizarse hacia 2003. "Mi misterio del interior", "Mundo y final", "Time al tiempo" y "Siglo de Oro, siglo de ahora" son los títulos de las cuatro piezas que conforman este amplio mosaico escénico en el que se pueden advertir todos los elementos distintivos de la compañía, desarrollados después con mayor profusión: la preferencia por el verso a la hora de escribir el texto; el inexcusable protagonismo de la música y el humor desopilante –surrealista en ocasiones- atravesando los argumentos e incluso las propias interpretaciones.
El yoísmo de un tipo que solo usa la primera persona gramatical cuando habla, y que es el propio receptor de todo cuanto dice; el prodigioso hombre capicúa, que no puede evitar expresarse con frases o palabras que se leen igual al derecho y al revés; la translación del concepto de ‘autoayuda’ a ‘antiayuda’; la disparatada parodia de una ópera trágica; o la mágica permuta entre Cervantes y Shakespeare, que convierte al primero en autor de “Hamlet” y al segundo de “El Quijote”, son solo algunos de los protagonistas y temas que salen a la palestra en este espectáculo cuya condición fragmentaria está perfectamente trabajada en el movimiento, las transiciones y los cambios de personajes para que todo se perciba como una suerte de ‘discurso continuo sobre asuntos diversos’.
Como ocurre en todos los montajes de Ron Lalá, la mayor dificultad del trabajo actoral estriba en plegarse adecuadamente a esa sinfonía coral que es cada espectáculo sin renunciar al desparpajo escénico de cada uno de los intérpretes. Por eso es requisito indispensable para trabajar en esta compañía tener la doble condición de actor y músico; no solo porque tienen que tocar, actuar y cantar, sino porque, además, todo cuanto hacen en las tablas parece estar ceñido a un ritmo y un compás propios de una partitura. Bien es verdad que la búsqueda de agilidad y frescura -para homogeneizar en la forma lo que temáticamente puede ser bastante dispar- ha traído esta vez consigo, solo en algunos momentos, un exceso de energía que, no obstante, seguro que se acomodará en muy pocas representaciones al tempo particular que precisa cada una de las escenas.
  • Lo mejor: Los momentos del personaje Perilla de la Villa y su ‘fusión flamenca’, por llamarla de algún modo, son memorables.
  • Lo peor: Que no corran buenos tiempos para el humor desprejuiciado e irreverente que practica la compañía.