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Da Vinci, el ecologista visionario

Una exposición en Florencia, que después viajará por Europa, muestra los trabajos botánicos que desarrolló el pintor en sus cuadernos y sus teorías sobre la naturaleza.

Estudio de una hoja en un manuscrito del artista renacentista
Estudio de una hoja en un manuscrito del artista renacentistalarazon

El Ayuntamiento de Florencia y Aboca descubren cómo el genio renacentista intuyó antes que nadie que la naturaleza es más sabia que el hombre

Antes que Greenpeace y mucho antes que la joven Greta Thunberg, Leonardo Da Vinci estaba convencido de que la inteligencia de la naturaleza es superior a la del hombre e intuyó que la sabiduría reside en respetarla y aprender de ella. Si saliera del sepulcro donde reposa, en el Castillo Real de Amboise, en el sur de Francia, le dolería ver a una tortuga marina ahogada por un plástico o cómo la contaminación causa cada año 800.000 muertes prematuras en Europa.

Porque Leonardo comprendía la naturaleza como un todo, como una red de elementos interconectados y en constante movimiento, en la que el hombre es una pieza más. A esta idea se le llama pensamiento sistémico.

Se anticipó medio siglo al debate que abordará la Cumbre de Acción Climática de la ONU estos últimos días de septiembre: la relación entre el ser humano y la naturaleza. Quizás, si se hubiera prestado más atención a esta parte de su obra que a “La Gioconda”, el hombre hubiera interpretado antes que su actuación puede precipitar un cambio climático.

Leonardo no estudiaba un fenómeno de manera aislada. Para comprenderlo, lo relacionaba con otro. Y así descubrió cosas como que los anillos del tronco de un árbol hablan de su edad, de si un verano ha sido seco o ha llovido a cántaros. O que las hojas de los árboles no brotan donde les place, sino que hay unas reglas que rigen su disposición, a la que llamó “filotaxis”.

Era un gran observador. Y para intentar comprender aquello que estaba mirando lo dibujaba con tal precisión, que algunas de sus ilustraciones de flores y plantas logran transmitir el movimiento de las hojas.

En la Florencia del siglo XV, había tradición de pintar flores y estudiar los herbolarios medievales. Pero pese a que Leonardo dejó muchas ilustraciones, apenas se conoce su trabajo como botánico. Suerte ha tenido (y hemos tenido) de que el físico austríaco Frijof Capra se fijó en esta faceta del genio toscano y tras diez años investigando su obra, le ha hecho justicia con el libro “Leonardo e la Botanica”, que edita Aboca.

Ahora, coincidiendo con el 500 aniversario de su muerte, Aboca, una empresa de raíces toscanas dedicada a cuidar de la salud con productos naturales y respetuosos con el medioambiente, ha convertido el libro en una exposición que quiere dar a conocer la obra más científica y desconocida de Leonardo. Lo ha hecho de la mano del Ayuntamiento de Florencia, que ha tirado la casa por la ventana para recordar al gran maestro renacentista, pintor, ingeniero y anatomista, por citar algunas de las disciplinas en las que brilló.

Para la exposición “La Botanica di Leonardo” comisariada por el mismo Capra, el fundador y presidente de Aboca, Valentino Mercati, y el neurobiólogo Stefano Mancuso, autor de “El increíble viaje de las plantas (Galaxia Guttenberg)”, se ha elegido un escenario especial: Santa Maria Novella. Concretamente, el antiguo dormitorio de los religiosos y el claustro grande, donde los dominicos se cruzarían con Leonardo allá por el año 1503, cuando las autoridades fiorentinas le encargaron uno de los frescos que debían decorar el salón del Cinquecento del Palazzo Vecchio. Un dato, el contrato lo firmó Maquiavelo y en otra de las paredes del Palazzo Vecchio debía pintar Michelangelo, su gran adversario. Fue la única vez que los dos genios trabajaron en el mismo proyecto, aunque Michelangelo desertó.

En Santa Maria Novella, Leonardo dibujó uno de los cartones preparatorios de la Batalla de Anghieri. Para sus pinturas, como muestra la exposición, experimentaba con la botánica y la alquimia. Buscaba pigmentos y técnicas en el mundo vegetal. “Concebía el arte y la ciencia como una unión indisoluble”, cuenta Mancuso. Porque “no veía diferencias entre disciplinas, era un hombre del Renacimiento”, añade Valentina Zucchi, coordinadora científica de la muestra, que se podrá ver en Florencia hasta el 15 de diciembre. Luego, se irá de gira por Europa.

A través de sus dibujos -hay tres folios originales del Códice Atlántico-, sus teorías y sus experimentos -troncos que hablan de Historia, máquinas destiladoras o experimentos que muestran la influencia de la luz y la gravedad en las plantas-, la exposición descubre el pensamiento de Leonardo que comprendió antes que nadie el ser humano puede alterar el equilibrio ecológico. “Quien no ama la vida, no la merece”, se puede leer en el panel interactivo que da la bienvenida al universo leonardiano. Y sí, la frase es de Leonardo (Da Vinci, 1452-Amboise, 1519), 500 años antes de Greta Thunberg y el cambio climático.

El misterio de la vida

A Valentino Mercati, fundador y presidente de Aboca, nunca le falto un trozo de pan en la mesa. Un día quiso devolver al mundo la suerte de haber nacido con fortuna y creó Aboca, un proyecto familiar que parte del estudio del uso medicinal de las plantas. Comparte misma filosofía que Leonardo Da Vinci: aprender de la naturaleza.

Para comprender este pensamiento, “La botánica di Leonardo” cuenta con cinco figuras geométricas que el artista diseñó para el manuscrito De Divina Proportione, de Luca Pacioli. Las figuras, del tamaño de un elefante, representan los elementos del cosmos: el exaedro, la tierra; el icosaedro, el agua; el octaedro, el aire, y el tetaedro, el fuego. Están repartidas por la ciudad, a excepción del dodecaedro, el Universo, que está dentro de la exposición, para que el visitante entre en su interior y experimente, cual Hombre del Vitruvio, la idea de formar parte de un todo que se relaciona de forma armónica, completa y misteriosa.