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David Cantero: "Soy un piloto, un inspector de policía y un bombero frustrado"

Tras el popular rostro se esconde un artista multidisciplinar y un hombre de acción

Entrevista a David Cantero
Entrevista a David CanteroDavid JarLa Razón

Las noticias son olas y los periodistas somos surfistas que observan el horizonte y nos preparamos para la acción. ¿Le vale esa imagen como metáfora de este oficio?

Una metáfora excelente. Me encanta el surf, lo practico cada año en Galicia y en Cantabria, y en esto de contar lo que sucede delante de las cámaras llevo 26 años ya en equilibrio sobre la tabla, sin caer, todo un mérito. Le aseguro que no es nada fácil conseguirlo. Este es un oficio, como bien sabe, bastante inestable, en el que es imprescindible la mesura para que no te derriben. Nadie en todo este tiempo ha podido ponerme un pero.

En su caso, hablamos de un «biógrafo de la actualidad». Siento desalentarle, pero jamás completará la obra.

En cierto modo es la tarea más perecedera y estéril que se pueda imaginar. Nuestra materia prima es completamente efímera. Cada día, una vez acaba el informativo, todo se esfuma, todo el esfuerzo se derrite. Hay que pensar ya en el siguiente noticiario.

El presentador de informativos tiene poco margen para mostrar su personalidad, pero ahí tenemos casos como el de Matías Prats: cuando da las noticias siempre pone algo de sí mismo. ¿Cómo definiría el «estilo David Cantero»?

El «estilo Cantero», si es que se puede llamar así, se basa en la seriedad, en el rigor, en la ecuanimidad, en la prudencia, en el respeto al telespectador, en la buena educación y el equilibrio. En huir de los excesos y las opiniones, en no estar descaradamente del lado de nadie. De estar, solo estoy de parte de la gente que sufre injusticias, de los más débiles, de los más desfavorecidos, y me encanta cuando nuestra intervención puede ayudar a esas personas a mejorar su situación.

Fue cámara antes que rostro y voz, estuvo en el barro. ¿Echa de menos el rocanrol de la noticia a pie de calle?

No, aquella maravillosa etapa de reportero duró más de 15 años y fue más que suficiente. Era mi verdadera vocación, la de estar detrás de las cámaras y viajar por el mundo con ellas. Hice de todo, viví todo tipo de experiencias que muy poca gente puede experimentar, viví peligrosamente, me la jugué en muchas ocasiones y fue muy emocionante y enriquecedor, hasta que lo dejé por casualidad y justo en el momento preciso, cuando el oficio empezó a entrar en declive. Eso me convirtió en un comunicador privilegiado: sé muy bien lo que hay a los dos lados, sé lo que están viviendo y sufriendo los reporteros a los que doy paso.

Reconózcalo: ser guapo le ha ayudado. Y que se mueran los feos.

¡Que se mueran los malos! Nunca me he sentido nada del otro mundo, vivo completamente ajeno a mi apariencia, soy un auténtico gañán despreocupado. No soy nada coqueto, pero parece que sí, que si los demás te consideran apuesto eso ayuda en el casting cuando tienes que dar la cara. Pero lo que más me ha ayudado y servido ha sido mi voz. De hecho, mucha más gente me reconoce por mi voz que por mi aspecto.

Que además es listo no hace falta que lo señale: escribe, pinta, toca la guitarra, practica la fotografía… y todo lo hace bien. Se lo confieso: no sé si amarle u odiarle.

Ámeme porque por encima de todo eso, de todos mis posibles dones y habilidades, soy una persona realmente humilde que no cree que nada de eso suponga un mérito extraordinario. He tenido suerte, nada más. He heredado habilidades genéticas, no sé, tengo inquietudes y pasiones creativas y no me cuesta demasiado sacarles partido.

Y además es un hombre de acción: yudoca y motorista. ¿Qué tal si creamos una plataforma que reivindique los días de 36 horas?

Llevo subido en una moto, en muchísimas motos, desde los 14 años, pobrecita mi madre lo que sufría entonces. Montar en moto es algo natural y cotidiano, una pasión antigua que se renueva cada día. El judo también lo es. Empecé con siete u ocho años en un club de Moratalaz, y he seguido aprendiendo y practicando ese noble deporte en el mejor Dojo de España, con los mejores compañeros, con mi hermano, y con uno de los mejores maestros del mundo, Quino Ruiz Llorente.

Quiso ser piloto, pero el periodismo le ha llevado más alto. ¿Existe mejor trabajo que el suyo?

Soy un piloto frustrado, un astronauta frustrado, un inspector de policía frustrado, un bombero frustrado. Me hubiera encantado ser muchas cosas, ejercer muchos oficios, pero elegí bien. Mi vocación televisiva nació durante una excursión con el cole a Prado del Rey, nos llevó el profesor de música que estaba pluriempleado en RNE. Aquello me marcó. Nunca olvidaré la primera vez que entré en un plató y vi aquellas viejas cámaras de estudio, las Marconi Mark II y las Bosch. Entonces supe que la tele sería lo mío. Pasé por muchos trabajos: camarero, pinchadiscos, repartidor, ayudante de cocina. Pero mi determinación era indestructible, mi objetivo era trabajar en TVE y lo conseguí con gran esfuerzo.