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David Torres: «El humor es la última línea de defensa contra el poder»

El escritor publica «Todos los buenos soldados», donde evoca la figura de Miguel Gila

David Torres: «El humor es la última línea de defensa contra el poder»
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Una historia de armas tomar, ambientada en Sidi Ifni en 1957. Una obra, con cuño y raigambre literaria, que parte de una anécdota verídica: el viaje que realizó Miguel Gila, junto a otros artistas, a este territorio para animar a las abandonadas tropas españolas. Alrededor de este hecho, David Torres, (en la imagen en la librería Venir a cuento), construye una intriga, una novela policiaca, de «color caqui», donde los cadáveres que aparecen no han muerto precisamente de risa.

–¿Recibió una llamada para escribir esta novela?

–Pues casi. Fue a través de Fernando Marías como me vino la idea de meter a Miguel Gila a través de una anécdota real que le ocurrió al propio humorista, que tuvo que partir, junto a otras personas, hacia Ifni para animar a las tropas españolas en la Nochevieja de 1957.

–Al ejército, los políticos y los curas nunca les ha gustado demasiado el humor.

–El humor es la última línea de defensa que tenemos, es lo que nos queda para defendernos contra el poder, que es omnívoro. Lo único con lo que nunca pueden los poderosos es con el humor. Ahí están los bufones, por ejemplo, que siempre cuentan las verdades y les llamaban locos. El humor está mal visto en nuestra seriedad española, pero la gran novela universal, que es «El Quijote», es fundamentalmente cómico, y la comicidad es una manera de mirar el mundo para descubrir la belleza y el absurdo de la vida. Gila fue, en ese sentido, un heredero de Cervantes.

–¿Gila logró que nos riéramos con el ejército o del Ejército?

–Gila se reía de todo, y más que del Ejército, yo creo que lo que puso en evidencia, igual que las películas bélicas de Charles Chaplin, fue el absurdo que es una guerra. Del absurdo solamente puede hablarse desde el absurdo, como fue el caso de todos aquellos soldados que estuvieron en Sidi Ifni y murieron por una raya en la arena. Sólo así se podía contar lo que sucedió.

–¿Existe el humor español y el humor de Gila?

–El humor español es un poco el humor de Gila. Tiene que ver algo con el inglés, pero es mucho más descarnado y brutal. El humor español se mete en realidades muy crudas, como es la muerte.

–¿Consiguió Gila humanizar al enemigo?

–Sí, con los monólogos. Gila fue precursor de muchas cosas en el humor. En sus actuaciones nunca oyes la otra voz, pero la entiendes perfectamente. Es como un espejo. Existen momentos que es como si estuviera hablando a Dios.

–¿Hay buenos soldados?

–Por supuesto que existen los buenos soldados. Las primeras víctimas de una guerra siempre son ellos. Con mi título me refería a los combatientes de uno y de otro bando. Pero, sobre todo, a esos españoles que fueron a defender una causa perdida, que, por cierto, entregamos 15 y 20 años después sin pelear. La gente que murió allí y resultó herida no sirvió para nada.

–¿El Ejército inculca disciplina o malas costumbres?

–El ejército es una estructura de poder y acaba generando su propio sistema de mando. Ahí hay de todo. Hay buenos militares y militares pésimos.

–¿Por qué en España no solemos apreciar a nuestros héroes?

–Yo creo que es por culpa de lo desgraciada que ha sido nuestra historia siempre. Recuerda lo que se dice en el «Mío Cid»: qué buen vasallo si hubiese un buen señor. Nunca ha habido buenos señores en España.

–¿Tampoco ahora?

–Ahora mismo es un desastre. Yo creo que desde Fernando VII hasta el franquismo no ha habido un dirigente bueno. De hecho, podemos hacer apuestas. Y, después, en la democracia, tampoco.

–Sidi Ifni es un lugar en medio de la nada, entre el mar y el desierto. ¿Una buena metáfora de nuestra España?

–Sí, creo que fue una especie de micronación en aquel momento. Un lugar dejado de la mano de Dios, del poder y abandonado a su suerte. Los españoles de esa época no se enteraron de nada, porque la Prensa lo silenció. De hecho, existen muy pocos libros escritos sobre Sidi Ifni. Ahora tenemos mucha más información, pero, claro, no se puede comparar el poder de una dictadura con el de una democracia.

–¿Qué representa para usted el colonialismo español?

–El colonialismo inglés es una demostración de cómo reconciliarse con un país después de haber estado en él. El colonialismo francés y el español son justo todo lo contrario. Sólo hay que ver dónde están las ex colonias españolas y francesas, y dónde están las inglesas. La historia de Marruecos, además, es un desencuentro.

–La Guerra Civil, Sidi Ifni. ¿Por qué, a diferencia de otros países, a España le pesa tanto la historia?

–El pasado no se supera si no se recuerda. Aquí todavía existen muertos en las cunetas. Otro ejemplo: si no se pide perdón a las víctimas de ETA, no se puede pasar tampoco página.

–En su novela se aprecia el desgaste moral. A falta de ética... ¿nuestra crisis tiene algo de Sidi Ifni?

–Nuestra crisis tiene en común el desamparo de abandonar a su suerte a los débiles y prácticamente la misma situación: luchamos con fusiles que no disparan y granadas viejas, mientras los culpables y los responsables de lo que ha ocurrido están tranquilamente sentados en sus poltronas. Y, encima, se nos ha dicho que somos los culpables por vivir por encima de nuestras posibilidades.

–¿Qué es exactamente este libro? ¿Una novela negra? ¿Una novela histórica?

–Es una novela caqui, porque es novela negra dentro de una novela bélica. La guerra es un lugar fantástico para cometer crímenes. En mitad de un escenario bélico, los asesinatos pasan desaparecidos. Lo mejor y lo peor de los hombres sale en las guerras. Yo creo que, al final, la guerra Ifni fue una metástasis de la Guerra Civil española, donde se veían de nuevo las heridas no cerradas. Las historias sin terminar salen más o menos temprano.