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David Trueba: «No muertos los dictadores se han acabado las dictaduras»

Publica «Tierra de campos», una novela sobre la nostalgia y las ilusiones perdidas, que narra las vicisitudes vitales del músico Dani Mosca.
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Publica «Tierra de campos», una novela sobre la nostalgia y las ilusiones perdidas, que narra las vicisitudes vitales del músico Dani Mosca.
Llega Dani Mosca, un chaval de barrio que colmó la va-nidad juvenil en el éxito ilusorio del rock. David Trueba se ha sacado a este protagonista de los meandros de la imaginación y lo ha entregado a su destino de asfalto «Tierra de campos» (Anagrama), su nueva novela.
–¿El viaje como metáfora?
–Me gustan los viajes que tienen una dirección exterior y los personajes se mueven buscando, en este caso, los orígenes, pero también el futuro. Aquí lo más complejo ha sido la estructura: entre el comienzo y el final de una frase puede haber treinta años de diferencia.
–La muerte del padre es el inicio.
–La prolongación de la vida ha permitido que los padres no mueran cuando los hijos tienen veinte años, sino cuando tienen treinta o cuarenta. Eso permite que exista un tiempo de reconciliación con ellos. Cuando naces, los padres tienen treinta años y hasta que no llegas a esa edad no los reconoces. Ahí comienza el reconocimiento de lo que es hereditario más allá de los caracteres físicos y que no tenías en cuenta. Las personas somos tan burras que necesitamos la desaparición de alguien para reflexionar sobre él.
–Habla de las ilusiones perdidas.
–La primera parte del libro trata de la construcción de las ilusiones. La segunda, sobre su reconstrucción y en qué medida siguen siendo im-portantes, pero con una dificultad añadida: no son ilusiones perfectas. Esto hace interesante la vida. Es imprescindible tener siempre ilusiones e ideales. Lo que no es de recibido es que no se persigan porque de mayor ya son imperfectas.
–¿Y la diferencia entre las ilusiones de juventud y las de madurez?
–Las de juventud son ideales que te construyen como persona. En la madurez entiendes que el uso pervierte la pureza de las cosas, pero no son peores. Es tan terrible un joven sin ideales como un adulto que no sabe que los ideales son capaces de pasar por encima de las personas si no los controlas.
–¿La música como rebeldía?
–La música es un producto de su época, que transmite sus ideales. La música permite una reinterpretación constante y me servía para jugar entre presente y pasado. Por eso elegí la profesión de músico para mi personaje. La canción como artefacto artístico ha desbancado al cine y la literatura de la hegemonía que tuvieron el siglo XIX y principios del XX. La canción provoca emociones increíbles con recursos sencillos. Si eres novelista o cineasta tienes que reconocer su poder. Ha habido otras épocas de mayor rebeldía que la de la música rock. Hoy el comercio usa la música para adocenar a la gente. El comercio, la propaganda, el negocio están usurpando los lugares reservados para la creatividad, la rebeldía y la transgresión. Es fruto de la evolución de la sociedad de consumo. Eso también hace que los lugares que hay al margen sobresalgan más. Vivimos en esta lucha entre la dominación y la libertad o el criterio personal. Hay gente que piensa que esto se produjo únicamente en el terreno político, que la lucha contra la dictadura produjo una canción más de protesta. Pero las dominaciones son distintas. Tan malas son las dictaduras políticas como las dictaduras comerciales, de costumbres, del físico...
–¿Cuál le preocupa más?
–El hecho de que decidan por ti, que te digan lo que te tiene que gustar y lo que tienen que ser tus costumbres. Es importante resistir todo aquello que no nace de ti, que te venga impuesto. Hay que enseñar a la gente elegir. Si llevas una ropa que sea porque es cómoda, no por estar de moda. Tengo la sensación de que a ratos se han dado por asumidas cosas que no tienen por qué dar por asumidas.
–¿A qué se refiere?
–Se impone lo que dura una película en cartel o los libros en las mesas de novedades... en la televisión siempre oyes a los mismos diez cantantes. Cuando dices que esto es peor que la dictadura franquista hay quien se ofende, pero no me refiero ideológicamente, no al sistema político, sino al cultural que está más empobrecido, porque antes el consumo no tenía tanto poder. Hay que denunciarlo. No muertos los dictadores se han acabado las dictaduras. Hay que combatir los comportamientos autoritarios siempre: el que dice que hay que pensar como él es un autoritario, el que no permite la disensión, también, igual que el que coarta la libertad de expresión, la de verdad, la que se puede expresar frente a personas críticas y no solo a los fieles. La democracia es incómoda por naturaleza. Cuando es cómoda es una dictadura disfrazada.
–¿El mercado es una amenaza?
–Hay una amenaza en el «big data», en el algoritmo que consiste en pensar que las personas somos predecibles. Eso es negarnos una de las características del ser humano: su capacidad de capricho. El mercado aparenta ser objetivo, y es verdad que hay que defender el mercado porque forma parte de la libertad de la gente, pero, como en todos los excesos, tiene sus peligros, como la manipulación y las ventanillas de acceso. Si los canales de distribución están en manos de monopolios que impiden el acceso a productos independientes, habrá que combatirlo. Los creadores del capitalismo lo comprendieron y crearon instituciones que impedían los monopolios. La revolución digital es un avance increíble, pero nunca han estado en menos manos las riquezas del mundo. Igual que nos parecería mal que una persona tuviera todas las minas de un país, nos tiene que parecer mal que un buscador tenga el 99 por ciento de las búsquedas de un país. Ese grupo empresarial no puede decir que es transparente, que fomenta la libertad. El mercado tiene cosas magníficas, pero necesita correcciones.
–¿Entonces, qué piensa de Trump?
–Trump es un millonario. En Europa hemos conocido millonarios que iban a solucionar los problemas de un país tratándolo como una empresa. No nos engañemos. Un millonario lo que busca es su lucro personal. Trump pertenece a la raza de Berlusconi. El ciudadano cabreado cree que un país se puede regir como una empresa, pero muy pronto se da cuenta que no es así, que un país tiene un montón de personas que necesitan su protección. En situaciones de crisis gana el más rupturista, igual que Marine Le Pen. Espero que EE UU sea tan maduro para salir de esto. Han puesto a los millonarios al mando de la granja y lo que van a hacer es robar los huevos y quedárselos . No tengo la menor duda.
–El nacionalismo crece en Europa.
–El Brexit es Donald Trump en otro país. Es un castigo al gobierno. Las dictaduras siempre ha llegado así, como un castigo a las élites gobernantes. Europa no debería mirar por encima del hombro a Estados Unidos, porque, pasados unos años, lo imitamos. Lo que representa Trump está en el europeo cabreado, egoísta, que piensa que mi país primero, «America First», Inglaterra primero. Pensamos que con la crisis habíamos tocado fondo, y económicamente fue así, pero faltaba tocar el fondo moral, y ahora lo estamos haciendo.