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David Uclés: «La rabia al vecino asoma a veces como un patrón de nuestra historia»

Con su novela «La península de las casas vacías» se adentra en la Guerra Civil española con ayuda del realismo mágico
el escritor David Uclés
el escritor David UclésGONZALO PEREZ MATAGonzalo Pérez

Madrid Creada:

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Una guerra nunca es solo una guerra. Cada una contiene muchas más en su interior. La que libraron los combatientes, la que recordaron los civiles y la que contaron los que huyeron de sus trincheras y destrozos. Por eso, cada generación tiene la obligación de regresar sobre esas contiendas, mirar el pasado con aire crítico, o literario, recapacitar sobre los conflictos que asolaron las vidas de nuestros antepasados y construirse una imagen propia de ellas. David Uclés lo hace en «La península de las casas vacías» (Siruela), un volumen impregnado de realismo mágico, que vuelve recorrer ese salón arrasado de la Guerra Civil española para enseñarnos las fracturas familiares de las luchas fratricidas y la profundidad de las heridas que dejó.
España parece un país condenado a odiarse...
Veo muchas veces que, en el español, esa rabia, esa enemistad que tenemos con el vecino, asoma como un patrón en la historia. Los españoles tendemos a tener fricción entre nosotros. Espero que cada vez vaya a menos, sobre todo en un mundo más globalizado.
Recorrió más de 80 aldeas o unos 25.000 kilómetros en diez meses para escribir este libro.
Quería ir a los lugares donde ocurrieron cosas duras durante el trienio de la contienda y así fortalecer mi texto y el paisaje que describo. Tenía que sentir que escribía un texto sobre esa Iberia. Resultó muy emocionante. En Badajoz hablé con un hombre de cien años de la masacre de la plaza de toros. Pero también estuve en Alicante, Guernica, Paracuellos, Belchite o en Girona, el paisaje por donde se iban los exiliados. He sentido mucha pena visitándolos.
Repara en esas víctimas que no tenían color político.
Sí, quería honrar a esos santos inocentes, que no tenían una ideología y se vieron arrastrados a una hora de barbarie. Las decisiones políticas tuvieron consecuencias nefastas y, a nivel micro, eso provocó que cada familia sufría. Y sufrieron por todos lados. Estos son los verdaderos perdedores de la guerra.
Se quedaron las casas vacías.
Pero no solo por los que murieron, también por los que se exiliaron y tuvieron que marcharse. Muchos se quedaron sin nadie. Más de una familia levantó la cabeza gracias a las mujeres, que tiraron hacia adelante, porque numerosas víctimas fueron padres de familia.
Se rompieron las familias.
Todo fue hacia abajo desde que empezó la guerra, desde 1936. España cayó en todos los sentidos, física y moralmente. Para mí, trajo una desintegración y una fragmentación del país. Las familias perdieron muchos de sus miembros. Esta es una novela con un código de realismo mágico y, por eso, muchas muertes son simbólicas.
La política muchas veces envenena la sociedad
No tenía una intención política al escribir el libro. Mi idea era mostrar una panorámica de un momento histórico. Enseñar a un número de personajes, y evitar hacer un panfleto con la historia. Por otro lado, la política es necesaria y hay que tener un animal político desarrollado, pero a la vez la política puede causar situaciones comprometidas. Necesitamos la política, pero debería ser más sana. Para eso, el político debe tener un compromiso mayor con la función que desempeña y parece que hoy no lo tienen. Parece que el poder corrompe y que ese es el compromiso. La gente está demasiado obsesionada con la política.
No es bueno.
Me parece pernicioso. Necesitamos una buena educación y tener un pensamiento autónomo, crítico y fuerte. Una mayor cultura de ágora.
Describe la destrucción que provocó el trienio de la guerra.
Todo lo que he ido viendo sobre la guerra, lo he ido denunciando. No he soslayado nada. Lo he hecho con neutralidad. He intentado meter todas las desgracias que hubo, las hiciera quien las hiciera. La guerra deshumaniza y, según el individuo, lo puede convertir en un animal. El que ordena una masacre es más animal que el que ejecuta, que a lo mejor no sabe lo que hace o no tiene opción. Los lobos no tienen siempre las patas manchadas de sangre.
Las heridas que dejó este conflicto no se han cerrado. Existe debate alrededor de su memoria.
Se debería convocar un gabinete hecho de maestros públicos y de grandes historiadores que intentaran crear una fuerte y unida memoria histórica. En mis libros de texto, había solo dos páginas sobre la Guerra Civil y doce dedicadas a las carlistas. Y la primera está más reciente. Es más cercana. Por eso creo que debería haber una memoria en la que participaran políticos, intelectuales, filósofos y, por supuesto, historiadores. Nunca se hizo esa memoria y es necesario, porque se puede repetir lo mismo. Deberíamos hacerlo, porque esto, además, se utiliza también políticamente.