De Niro, por desgracia el tiempo no se detiene
Regresa Martin Scorsese por dos proyectos para Netflix: un nuevo y monumental documental sobre el Bob Dylan, y una película, «The Irishman», con la que recupera el pulso de algunas obsesiones personales.
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Regresa Martin Scorsese por dos proyectos para Netflix: un nuevo y monumental documental sobre el Bob Dylan, y una película, «The Irishman», con la que recupera el pulso de algunas obsesiones personales.
Vuelve Martin Scorsese por partida doble. Con un nuevo y monumental documental sobre el Bob Dylan de mediados de los setenta y con una película, «The Irishman», con la que recupera el pulso de algunas obsesiones personales. Los dos proyectos en Netflix. El segundo, un peliculón sobre un asesino de la mafia, propulsado con un presupuesto digno de las mayores superproducciones, le reúne con muchos de sus actores fetiche. Para empezar, con Robert de Niro y también con Joe Pesci, al que convencieron para que volviera de su retiro, y Harvey Keitel. Al plantel de viejos lobos gloriosos se añade nada menos que Al Pacino. Como quiera que para el arco narrativo abarca décadas, y que sus estrellas no son precisamente jóvenes, Scorsese ha tirado de efectos especiales. Tan potentes y logrados, dicen, que De Niro bromeaba esta semana con la posibilidad de actuar otros treinta años. Si total. Si los magos de la computación pueden sacarte en pantalla con el cutis de los días de «Malas calles» y el caminar de «Toro salvaje».
A falta de comprobar cuánto hay de verdad y cuánto de decepcionante en ese borrar canas con el lápiz digital nos queda el asunto de «The Irishman». Que promete. Mucho. No en vano cuenta las siniestras andanzas de gente como Jimmy Hoffa, legendario jefazo del sindicato de camioneros, desaparecido en 1975, por cierto, el mismo año en que Dylan salió a la carretera con la Rolling Thunder Revue, tras mantener una alegre charla en Detroit con los capos Anthony Provenzano y Anthony Giacalone. Sin olvidar al mismísimo irlandés, Frank «The irishman» Sheeran, veterano de la II Guerra Mundial, implicado en el intento de invasión de Bahía de Cochinos, relacionado por boca de los conspiradores, y de sí mismo, con quienes hablaban de asesinar al presidente Kennedy y matón a sueldo a tiempo completo de la familia Bufalino, que controlaba la Cosa Nostra en Pensilvania. Cuentan que ya viejo Sheeran confesó a un escritor que asesinó a Hoffa y que enterró al muerto después de incinerarlo. Sheeran también fardaba de haberle dado pasaporte a otro conocido mafioso, Joe Gallo, en un restaurante de Little Italy que todavía existe, aunque no en la ubicación original, el Umberto's Clam House.
La muerte de Gallo en el local que controlaba la familia Genovese trajo la llamada I Guerra de los Colombo. Que por cierto inspiró a Bob Dylan la composición junto al dramaturgo Jacques Levy de la canción «Joey», incluida en «Desire» y también de 1975. Al final todo queda en ese año y entre el director esencial, el cantautor portentoso y el actor que fue el más grande su generación. Lástima que no existen efectos reales capaces de devolverlos treinta años más jóvenes para volver a disfrultarlos en la plenitud de su descomunal talento.