El arte arrastrado
El pasado sábado 21, el artista afroamericano William Pope.L reunió a ciento cuarenta voluntarios para reptar por las aceras del neoyorquino Greenwich Village. La «performance» –que se prolongó durante cinco horas– fue una comisión del Públic Art Fund y contó con la participación de instituciones como el MoMA y el Whitney Museum. Con los ojos vendados, una linterna en sus manos y rodilleras y coderas para paliar los efectos de arrastrarse por el suelo, esta obra colectiva supone la acción más numerosa de cuantas ha efectuado hasta la fecha Pope.L. El grueso más conocido de la producción de este sorprendente artistica lo conforman las más de treinta «performances» que ha realizado tirando su cuerpo al suelo y reptando solo o en grupo por todo tipo de espacios. La primera de sus «reptaciones» se remonta a 1978 –«Times Square Crawl»–, y en ella abordó el problemo de los «homeless». El 18 de julio de 1991, Pope.L se arrastró a lo largo de Tompkins Square Park (Nueva York), vestido con traje de chaqueta y empujando con una mano una maceta con una flor. La acción no duró más de lo que tardó en recorrer una manzana, ya que un policía impidió su continuación. Pero, sin duda alguna, la más célebre de sus «reptaciones» fue «The Great White Way, 22 Miles, 9 Years, 1 Street» (2001-2009), en la que, durante nueve años, recorrió los 35 kilómetros de longitud de la calle Broadway vestido con un traje de Superman y con un «skate» atado a su espalda. Toda la obra de Pope.L es una crítica implacable, sofisticada y concentrada contra el racismo. El acto de reptar –desvela el mismo artista– identifica a la horizontalidad con aquellos que «no-tienen»: «En la sociedad occidental se nos dan ejemplos de lo vertical: el cohete, el rascacielos, el sistema Star-Wars de Reagan y Bush. Todo trata sobre el subir. Yo quiero contestar y desafiar eso. En las reptaciones, estoy sugiriendo que solo porque una persona esté tumbada en la acera no va a renunciar a su humanidad». A través de sus «reptaciones», Pope.L visualiza lo que sucedería si todos aquellos individuos que viven en la calle y que, por lo usual, son evitadas por la mirada de quienes van erguidos –los afortunados y beneficiados del sistema– comenzaran a moverse al unísono, sincronizadamente. La manera en que se escenifica este desplazamiento, lejos de ahondar en la «bajeza» y en el desprecio con el que son mirados los «homeless» y las minorías raciales, configura una suerte de danza, de fascinante coreografía que atrapa la atención de cuantos transeúntes se topan con ella. Pope.L los obliga a mirar hacia abajo, a los niveles bajos de la sociedad para descubrir, atónitos, la inimaginable dignidad de los que se arrastran por las aceras.