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El arte que acabó con los viejos tiempos

CaixaFórum de Barcelona acoge una exposición centrada en los años locos de las vanguardias históricas, desde el dadaísmo al futurismo, surrealismo, etc, para explicar cómo los artistas del 1914 al 1945 no hicieron sino reflejar los apabullantes cambios sociales de su época.
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CaixaFórum de Barcelona acoge una exposición centrada en los años locos de las vanguardias históricas, desde el dadaísmo al futurismo, surrealismo, etc, para explicar cómo los artistas del 1914 al 1945 no hicieron sino reflejar los apabullantes cambios sociales de su época.
La pregunta es clave, ¿el arte refleja su tiempo o lo provoca? A principio del siglo XX, el mundo parecía uno de esos boxeadores atrapados en una esquina a punto del K.O. más absoluto y vergonzante. Revoluciones, crisis económicas, guerras mundiales, cambios de paradigmas sociales, una nueva industrialización tecnificada y deshumanizadora, el hombre estaba a punto de ser atropellado por la historia, incapaz de comprender y asumir los nuevos tiempos. En ese contexto, los artistas de la época vieron la oportunidad de marcar la diferencia y dar la estocada final a ese mundo que se acababa. Decidieron apostar por acabar con el hombre viejo, y vaya si lo consiguieron. Arte y política, por tanto, nunca estuvieron tan unidos.
Aquellos artistas de las vanguardias históricas, que quizá no provocaron directamente los cambios sociales, pero sí los definieron y decidieron sus ganadores, son los protagonistas de «Construyendo nuevos mundos 1914-1945», la nueva exposición de Caixa Fórum Barcelona. A través del fondo de la colección del Institut Valencià d'Art Modern (IVAM), la muestra acoge 162 obras de unos años convulsos que marcaron el final de una era y el inicio de un futuro que todavía parece que buscamos sin acabar de encontrarlo.
La muestra acoge obras de Man Ray, Marcel Duchamp, Paul Klee, Francis Picabia, Alexander Calder, Sonia Delaunay, Jean Arp, André Breton y Joan Miró, entre muchos otros. No solo hay obra gráfica o fotografías, sino publicaciones, cine, propaganda, incluso objetos de consumo de diseño que sirven como prueba documental de cómo los artistas leyeron mejor que nadie lo que había que hacer para acabar con los viejos tiempos. Eso sí, también demostraron no tener ni idea de cómo construir y definir uno nuevo. «Estamos en una época convulsa. Es como si la historia hubiese subido en coche y hubiese apretado el acelerador hasta el fondo. La velocidad no ha parado de crecer desde entonces y los artistas reaccionan a la necesidad de adaptarse a este nuevo paradigma de la velocidad», asegura Josep Salvador, comisario de la exposicón.
Caos y ebullición
Dividida en cinco ámbitos, la muestra quiere ser «un reflejo de los tiempos más allá de una colección explicativa de ismos», según Salvador. De esta forma, y sin necesidad de seguir una ruta cronológica, la muestra dibuja a la perfección el caos y ebullición de unos años locos, capaz del horror más extremo hasta la alegría más salvaje. «Periodo de entreguerras, lo llamamos. Un eufemismo algo macabro, según como se mire. Es una época en la que el artista no siempre pudo permanecer ajeno a todo lo que ocurría a su alrededor. El compromiso político, o al menos ideológico, del artista adquiere muchas manifestaciones. Las convulsiones del momento propiciaron la necesidad del pronunciamiento», asegura el profesor de historia del Arte Contemporáneo de la UAB Joan Maria Minguet Batllori.
La muestra arranca con la voluntad de los artistas de alterar, primero, la forma de mirar. Da igual el objeto, si alteramos primero la forma de mirarlo entonces podremos alterarlo de forma infinita. Bajo el título «El dinamismo especial» podemos ver ejemplos de «readymades» de Marcel Duchamp, como discos ópticos de 1935, circulos giratorios cuyos dibujos crean diferentes efectos ópticos que dan la sensación de incerteza y movimiento contínuo. Aquí también podemos ver fotografías de Man Ray como «El regalo», de 1921, una vieja plancha de hierro cubierta por una línea de clavos que destruye la utilidad del objeto alterándolo por completo, porque un objeto sólo existe por su función. Si la pierde, entonces ya es otro objeto.
Una de sueños
La siguiente división temática es «Cuerpos soñados» o cómo la irrupción del psicoanálisis y la determinación de una fuerza inconsciente como constructor invisible de la personalidad cambiaron la perspectiva del hombre. Si el individuo ya no es uno, sino que al menos es dos, entonces se acelera un desequilibrio en el que caben todo tipo de posibilidades. He aquí la muerte del hombre recto, del burgués de una sola cara, puesto que toda expresión se descubre como simple máscara. Los surrealistas dirán entonces que para qué una máscara gris, triste y burguesa entonces, por qué no aspirar a una de color, a una soñada, a liberar todos los deseos. Aquí veremos obras impresionantes de Julio González y Joaquín Torres-García, así como piezas de André Masson, Joan Miró o Constantin Brancusi, pasando por documentos como el célebre «El surrealismo al servicio de la revolución» de Breton.
El siguiente apartado está dedicado a la influencia de la Bauhaus y los cambios en la vida cotidiana de los seres humanos gracias a las revoluciones técnicas constantes. Aquí podremos ver desde una lámpara de diseño de 1933 de Pietro Chiesa a una batidora de vaso de 1937 de Frederick Osios. También destacan los creadores holandeses de De Stijl y sus visiones utópicas de cómo el arte construiría los fundamentos de una vida mejor. «Nace entonces la idea de “estilo” como categoría estética que elimina todos los estilos anteriores. Se analiza el comportamiento de la forma pura y el cuadro ya no “representa” sino que “presenta”», señala la crítica Pilar Parcerisas.
Aquí también se pueden ver numerosos ejemplos de arte y propaganda, desde el cartelismo inspirado por la revolución bolchevique hasta la crítica antifascista del pintor expresionista George Grosz o numerosos ejemplos de publicidad en prensa. Incluso se puede escuchar un discurso de Adolf Hitler de 1940 a través de una vieja reproductora de radio. «Son obras que demuestran el empeño de los artistas de plantear nuevas formas de habitar el mundo», asegura Salvador.
El recorrido acaba con dos ámbitos que dibujan la disolución de las formas sólidas por la voluntad de provocar el dinamismo y la acción. La obra ya no prefigura ni prejuicia, sino que altera y provoca a la acción, un arte que no representa un tiempo pasado sino un arte que provoca un tiempo futuro. Desde las poesías fragmentarias de Kurt Schwitters a las inconcreciones de László Moholy-Nagy, las acuarelas de Francis Picabia o los sueños de Grete Stern. Además, la muestra también incluye diferentes ejemplos cinematográficos de estos años locos, de «El acorazado Potemkin», (1925) de Eisenstein; a «Anémic Cinema» (1926), de Marcel Duchamp; pasando por «Entr’acte» (1924), de Rene Chair, con guión de Francis Picabia o «Tiempos modernos» (1926), de Charles Chaplin. Una muestra, por tanto, que sirve para revivir unos años en que la historia pasó por encima de los hombres y estos tuvieron que levantarse y responder. ¿Acaso ahora no nos está pasando lo mismo?