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El artista que no es un jarrón chino

Tras recuperar el permiso para viajar después de casi 5 años de ostracismo y censura, el artista y disidente Ai Weiwei inaugura dos exposiciones, en Londres y Málaga.

El artista que no es un jarrón chino
El artista que no es un jarrón chinolarazon

Tras recuperar el permiso para viajar después de casi 5 años de ostracismo y censura, el artista y disidente Ai Weiwei inaugura dos exposiciones, en Londres y Málaga.

Ai Weiwei siempre ha estado ahí. Incluso en la larga primavera de 2011, cuando el artista estuvo en paradero desconocido durante 81 días. Su extraña «desaparición», retenido por la Policía china en un lugar indeterminado, hizo de él un personaje, un activista, que rebasaba las propias fronteras de su arte para ejemplificar la libertad creativa frente a las coerciones. Muchos lo descubrieron entonces a este lado del mundo y sus compradores, seguidores y valedores se multiplicaron. Ahora Ai Weiwei recoge en cierto modo la siembra de aquellos años de lucha contra el Leviatán. Europa, el mundo, se rinde ante el creador multidisciplinar chino. Y (lo que quizás sea la mejor noticia para él mismo) Ai Weiwei puede estar ahí para recibir los honores en persona.

Encerrado en casa

El pasado mes de julio, el activista, nacido en Pekín en 1957, recuperaba el pasaporte y la posibilidad de salir del país, un «privilegio» del que no disfrutaba desde hace cinco años, cuando el Gobierno chino bloqueó su salida en temor de que acudiera a la ceremonia de entrega del Nobel de la Paz a su compatriota disidente Liu Xiaobo. Además, en aquella misma época, sufrió un primer arresto domiciliario. Se le investigaba por presuntos «delitos económicos». Después vinieron las acusaciones de evasión de impuestos, pornografía, bigamia e intercambio ilegal de moneda extranjera. En total, un lustro de «encierro» en su propio país. Y tras él, un vendaval de proyectos en Europa.

La Royal Academy of Arts de Londres inaugura lo que será un otoño caliente para Ai Weiwei, al que podremos ver también en Málaga. El arte «provocativo y visionario» del chino –según lo define la institución– ocupa la galería principal de este espacio londinense con numerosas instalaciones y piezas creadas tras el regreso del artista a China en 1993. Tras más de 10 años en Estados Unidos, donde se inició en el arte conceptual y forjó una curiosa amistad con Allen Ginsberg –el «pope» de la «Beat generation» que, antaño, había conocido al padre poeta de Weiwei–, el artista redescubrió una China plagada de contradicciones y tensiones, con el gigante desperezándose en los hombros del capitalismo y las libertades aún en paños menores. De aquella época datan obras como «Uvas», «Recuerdos de Shangai» o «Fragmento»: visiones del mundo antiguo tapado bajo cemento, ladrillo, hierro; el ojo escrutador del «gran hermano» chino; el velo de silencio ante el terrible terremoto de Sichuan.

Aquel fue uno de los grandes pulsos de Ai Weiwei al régimen y, probablemente, uno de los desencadenantes de sus posteriores penurias. Su militancia a favor de encontrar a los desaparecidos y levantar el manto del silencio encontró la oposición del Gobierno. Entonces, canalizó su frustración en una instalación –una de las «estrellas» de la muestra en la Royal Academy– compuesta por 200 toneladas de barra de metal del lugar de los hechos junto a los nombres y edades de los niños desaparecidos. Adrian Locke, comisario de la exposición, no oculta que el trabajo del artista es «muy político» y se congratula de que haya regresado al primer nivel expositivo con una muestra de «gran complejidad» que el también arquitecto ha tenido que proyectar desde China.

No obstante, aunque el montaje ha sido planificado desde fuera, Ai Weiwei hizo acto de presencia el viernes en Londres, estrenando su «libertad de circulación». Allí se mostró cauto en sus declaraciones aunque aseguró que su encierro se debió, según le comunicaron, a que «tenía demasiados seguidores extranjeros y hablaba con muchos periodistas». «Aún en China tengo que trabajar con mucho cuidado si quiero mostrar mi obra. Siempre hay censura», señaló.

Málaga lo espera

Ai Weiwei se adelantó unos días en su visita a la inauguración de la exposición en Londres, que estará abierta al público desde este viernes. Donde también se le espera –además de en Berlín, donde dará clases en octubre–, aunque sin conocer aún la fecha de su llegada, es en Málaga. Se sabe que no podrá viajar a la ciudad para estar presente en la inauguración (también este viernes), pero ha asegurado su presencia, «lo que sería estupendo, ya no sólo artísticamente, sino humanamente, ya que es el ejemplo del artista que trabaja por los derechos humanos y la libertad. No olvidemos que ha estado tres años en arresto domiciliario y en la cárcel, lo que no es baladí. Esa condición forma parte de su trabajo, de su obra. Por ejemplo, podemos hablar de Gilbert & George como icono desde el punto de vista estético y de él desde el punto de vista político, como activista». Quien habla es Fernando Francés, director del Centro de Arte Contemporáneo de Málaga. La permanente presencia de Ai Weiwei en los medios es, según Francés, «una manera de estar llamando la atención. Además, quien lo dice, quien acapara sobre sí el foco es un creador mundial, una de las diez personas más influyentes del mundo del arte, que representa el compromiso. Pocos, muy pocos salen como él a la arena», y lo echa de menos. Quienes quisieron cerrar de un plumazo la boca de Ai Weiwei no lo consiguieron. Su obra, comenta, es su victoria; sus piezas actúan como altavoces: «Es un ‘‘showman’’ con un objetivo muy claro, que es llamar la atención sobre su mensaje y está en las antípodas, por ejemplo, de Murakami, otro ‘‘showman’’, pero éste con pretensiones visuales» y añade un elemento curioso, interesante, como es «la capcidad de transmitir ese mensaje con alegría, denunciando festivamente y eso es de agradecer. Es un ejemplo en la vida». No hay más que echar un vistazo a las imágenes que ayer escupían las agencias desde Londres: haciendo muecas, riendo, retratándose a sí mismo, dando un salto y dejando al aire su barriga.

En Málaga su llegada se espera con impaciencia. Si la exposición fuera en Madrid, comenta Francés, otro gallo cantaría, «porque los de la periferia lo tenemos mucho más difícil». La muestra ya ha visitado cinco ciudades en EE UU pero no se ha visto en Europa. Las conversaciones surgieron hace dos años. Desde el museo se habló con el equipo y el propio francés llegó a las puertas del estudio del artista chino, «pero no puede hablar con él. Era cuando estaba en su casa, pero era imposible acceder. Un coche de policía custodiaba la entrada. Ahora conversamos con su equipo y creemos que vendrá acompañado de uno de los grandes coleccionistas de su obra».

Weiwei «se la juega»

El director del CAC aplaude a los artistas, dice, «que se la juegan. Me gustaría que hubiera más así», y denuncia esa flaca memoria de la que los seres humanos hacemos gala: «Nuestra capacidad para olvidar resulta increíble. La sociedad es muy farisea. Cuando estaba preso nadie dejaba de hablar de él. Ya veremos qué pasa en el futuro de quien dice que su lucha es la materia de su arte. No es casualidad que su influencia sea más importante que su propia obra, siendo ésta muy notable». Y esa costumbre de colgar su vida en las redes, ¿no es una sobreexposición? «Es una manera de decir: aquí estoy yo, reivindicar en fotografías su vida dejando un mensaje claro de que no le van a romper el ánimo. No me van a cambiar», señala Francés.