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«El coronel no tiene quien le escriba»: La lenta agonía se ralentiza

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Autoría: Gabriel García Márquez. Versión: Natalio Grueso. Dirección: Carlos Saura. Intérpretes: Imanol Arias, Cristina de Inza, Jorge Basanta, Fran Calvo y Marta Molina. Teatro Infanta Isabel. Hasta el 21 de julio de 2019.
Uno de los favores más flacos que se está haciendo hoy al teatro de texto es el empeño en llevar a los escenarios algunos títulos en los que, efectivamente, hay un buen texto y una gran literatura detrás; pero brillan por su ausencia en ellos el sustantivo «teatro» o el adjetivo «dramático». Y eso es lo que pasa con «El coronel no tiene quien le escriba» que ha dirigido Carlos Saura.
Por más que Natalio Grueso haya intentado convertir en diálogos las cuitas del protagonista mientras espera esa pensión que nunca llega, la propia evolución del conflicto original, que permitía al lector de la novela aventurarse muy poco a poco en la desesperación del personaje, encuentra en realidad muchísimo mejor acomodo en una voz puramente narrativa, es decir, en una voz omnisciente y externa a la propia acción que se puede lucir –como hace Gabriel García Márquez– en la descripción, casi poética, de esa degradación anímica y vital que marca el ritmo de la acción y que va pervirtiendo paulatinamente en el protagonista su propio sentido de la dignidad.
El reto, por tanto, era para Imanol Arias, en su feliz recuperación para el teatro, sumamente complicado. Y la verdad es que no se le puede achacar a él –que hace una composición del personaje tan decorosa como permite el atascado desarrollo de la trama– que la obra en su conjunto, a pesar de algunas pocas escenas verdaderamente teatrales, aburra un poquito más de lo debido.
LO MEJOR
Las escenas con Sabas y el médico, en las que hay verdadera intensidad dramática
LO PEOR
En el primer diálogo se aprecia ya que se utilizan más las palabras que la acción