Censura: ¿Se puede borrar el arte en nombre del #metoo?
La Art Gallery de Manchester retira de sus salas «Hylas y las ninfas», de J. H. Waterhouse, con el objeto de abrir un debate sobre el papel pasivo o de «femme fatale» de la mujer dentro de la creación artística.
La Art Gallery de Manchester retira de sus salas «Hylas y las ninfas», de J. H. Waterhouse, con el objeto de abrir un debate sobre el papel pasivo o de «femme fatale» de la mujer dentro de la creación artística.
El pasado viernes, los operarios de la Art Gallery de Manchester procedieron a retirar el cuadro «Hylas y las Ninfas», del pintor John William Waterhouse. El hecho hubiera pasado desapercibido si no fuera por el hecho de que, en el lugar ocupado hasta el momento por la obra, el museo ha colgado una nota explicativa en la que avisa de su desalojo temporal y del empleo de este espacio vacío para discutir el modo en que la institución británica exhibe su colección permanente. ¿Por qué esta pintura y no otra? Para empezar, «Hylas y las ninfas» se muestra en una sala tematizada bajo el lema de «Persecución de la Belleza», en la que se muestran pinturas de finales del siglo XIX con un denominador común: la desnuda carnalidad de la mujer. De hecho, en el cuadro de Waterhouse, siete jóvenes de piel blanca, cabello pelirrojo, cuerpo voluptuoso y aire decadente –estereotipo del ideal de belleza femenino del Prerrafaelismo– tientan a un joven a punto de dejarse arrastrar por ellas.
La comisaría de arte contemporáneo de la Art Gallery, Clare Gannaway, ha justificado esta decisión a partir de tres argumentos: 1) que no se trata de un acto de censura, sino de una retirada temporal de la obra; 2) que el gesto constituye en sí mismo una obra de arte cuyos resultados podrán ser vistos en la exposición individual que el propio museo realizará en próximas fechas de la artista Sonia Boyce; y 3) que, evidentemente, la actualidad de movimientos como Time’s Up y #MeToo procuraban un momento propicio para ello. En realidad, la estrategia llevada a cabo por el tándem Gannaway/Boyce solo se puede comprender si traemos a colación tres momentos significativos del arte del último siglo.
Primer momento. El lunes 21 de agosto de 1911, la «Gioconda», de Leonardo da Vinci, es robada del Museo del Louvre. El que, hasta entonces, había sido uno más de los tesoros expuestos por la pinacoteca parisina, se convierte en un fenómeno social. La gente hace colas para contemplar... el lugar vacío en el que se encontraba. Fue su ausencia, el recuadro de muro huérfano, el que confirió a la «Gioconda» la carga mitológica que posee hoy.
Porcentajes
Segundo momento: en 1981, ejecuta uno de sus collages más célebres y reivindicativos: «Your Gaze Hits the Side of my Face» («Tu mirada golpea el lado de mi cara»). La imagen de perfil de una cabeza de escultura clásica femenina realizada durante el nazismo viene a demostrar cómo el ideal de belleza de mujer de la sociedad occidental se ha logrado históricamente esculpiendo el cuerpo de ésta mediante una continua violencia.
Tercer momento. En 1985, el grupo activista feminista de las Guerrilla Girls realiza una de sus piezas más enblematicas: «Do women have to be naked to get into Met. Museum?» («¿Tienen que estar desnudas las mujeres para entrar en el Metropolitan Museum?»). Junto a la imagen de la «Gran odalisca» de Ingres con la identificariva máscara de gorila del colectivo, un texto insertado rezaba: «Menos del 5 por ciento de las artistas en las secciones de arte moderno son mujeres, pero el 85 por ciento de los desnudos son femeninos». Si conectamos, en consecuencia, estos tres momentos clave obtendremos el motivo principal que ha llevado a la Art Gallery de Manchester a retirar la obra de Waterhouse: solo la ausencia e invisibilidad de esta pintura puede propiciar un proceso de reflexión sobre aquello que, mientras estaba a la vista de todos, jamás fue advertido –que el ideal de belleza femenino siempre ha sido una construcción de la mirada patriarcal.
El problema de esta «operación de sustracción» llevada a cabo por la Art Gallery es que persigue un tipo de disquisición, por parte del espectador, demasiado sutil para que se produzca en un contexto tan convulso como el presente. Cuando las actrices e intelectuales francesas han acusado al movimiento #MeToo de puritanismo y la National Gallery de Washington ha pospuesto sine die la restrospectiva programada de Chuck Close por las denuncias de acoso verbal y físico de algunas de sus modelos, cualquier gesto de este tipo solo será recibido –como así ha sido– como un acto de censura. Además, el marco de reflexión propuesto por Gannaway y Boyce arroja conclusiones tan evidentes que no deja margen al debate: la mayor parte de la historia del arte representa a través de los estereotipos del deseo masculino, y la objetualiza. Pero la cuestión verdaderamente importante es qué hacer con este estado de las cosas incuestionable: ¿vaciamos los museos? ¿Hay alguna posibilidad de revisión del pasado que no implique su borrado? Lo hecho ya no se puede revertir. Los esfuerzos deben dirigirse ahora a garantizar políticas de mayor igualdad en los museos. Porque si no, casos como el de Waterhouse habrán quedado como meros ejercicios de oportunismo.
Courbet sienta a Facebook ante la justicia
Facebook se tomó la Justicia por su mano y ahora responderá ante la Justicia de verdad. En febrero de 2011 cerró la página de un cliente porque en su muro había colgado una fotografía de «El origen del mundo» (1866), de Courbet, junto a un estudio que había escrito sobre la obra. La decisión estaba asentada en una política que adquirió la compañía con antelación: prohibir los desnudos en su red. El usuario recuperó luego su cuenta, aunque sin la imagen. De este hecho se derivan varias cuestiones. La primera es que Facebook no sabe diferenciar entre arte y pornografía, lo que ya es grave, si no es ignorancia; segundo, se enfrenta a la posibilidad de haber violado la libertad de expresión (el cliente publicaba un ensayo, no un alegato de nada) y tercero, no reparó en que este cuadro de Courbet es una joya del arte francés. De todo ello responderá, pero ya no ante los usuarios, sino ante el juez. Y en Francia.