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El otro verdugo del cine español que la censura no dejó pasar

larazon

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Nunca ha sido Carlos Saura de esos directores que, pasada la dictadura, exhiben los negativos cortados por la censura como el cowboy las muescas de su revólver, con orgullo. Jamás se paró a pensar mucho en el asunto: «A mí no me preocupaba. Yo contaba lo que quería y el que luchaba y sacaba adelante los proyectos era el productor», explicaba hace algo más de un año a este diario. No obstante, los señores circunspectos de la tijera le hicieron más de una perrería. Con el guión de «Los golfos», ante las protestas del director, el censor incluso sacó una pipa, la colocó en la mesa y le espetó: «¿Qué queréis, que empecemos de nuevo a pegar tiros?». El caso de «La caza» es menos serio, incluso de chiste landista: el libreto original que se presentó a la Junta Superior de Censura Cinematográfica se titulaba «La caza del conejo» y el señor garante de la moral de turno consideró que, para evitar confusiones y chistes fáciles, «La caza» se quedase en genérica. Es igual, sigue poniéndonos cachondos de buena que es. Pero en el caso que nos ocupa, la censura franquista no estaba para bromas. Se trata de «Llanto por un bandido», un «biopic» de «El tempranillo» (¡ese Paco Rabal!) que lanzaba una bomba desde sus mismos títulos de crédito: Luis Buñuel, en el papel de verdugo, ajusticiando al españolísimo garrote vil a un bandolero. La película viajó en 1964 al Festival de Berlín y llegó o regresó ya mutilada por la censura, que no quería ni al impío Buñuel en escena, ni al garrote dando vueltas por las salas de cine de toda Europa. Tiene sentido tanto lo uno como lo otro. Lo uno porque el director de Calanda había levantado las iras del Vaticano con «Viridiana» apenas tres años atrás, obligando a la España de Franco a rociarlo con una catarata de anatemas y a impedir no ya su estreno en nuestro país sino la supervivencia de las copias. Silvia Pinal pudo salvar una camino a México y gracias a eso seguimos sabiendo lo enfermizamente genial que es. Lo otro es «El verdugo», la cinta de Luis García Berlanga que un año antes ganó el premio de la crítica en el Festival de Venecia. Fue tal el revuelo que se armó al comprobar la vida cotidiana de un «técnico» del garrote vil en la España de Franco, precisamente en los meses en los que Europa protestaba por el ajusticiamiento de dos anarquistas y el fusilamiento del comunista Julián Grimau, que el régimen reaccionó mutilando y obstaculizando su visión de puertas adentro. Pero fuera ya habían tomado nota. «Ya sé que Berlanga no es un comunista; es algo peor, un mal español», dijo Franco. El «Llanto por un bandido» de Saura pagó en parte aquellos platos rotos y el aragonés no pudo homenajear como esperaba a su maestro. Hasta hoy. Y es que la Filmoteca Nacional ha recuperado los internegativos de aquella secuencia de garrote vil. La copia íntegra podrá verse el martes que viene. Sin cesura y sin necesidad de que empecemos de nuevo a pegar tiros.

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