El preguntón: ¿Existe el Palimpsesto de Arquímides?
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El 29 de octubre de 1998 Un coleccionista anónimo ofreció 2 millones de dólares por un libro en la sala de subastas de Christie's. El volumen en realidad era un puñado de hojas casi transparentes, desvencijadas, amarillentas, con los bordes corroídos por el tiempo y el fuego. El coleccionista lo depositó en el Museo de Arte Walters de Baltimore, donde quería que lo analizaran, lo fotografiaran y lo conservaran eternamente.
El libro contenía, aún contiene, siete tratados escritos en griego antiguo. De uno de esos tratados no existía ninguna otra copia en el mundo. Cuando el conductor de la subasta hizo caer la maza cerrando la puja, estaba devolviendo al mundo uno de los legados intelectuales y científicos más importantes, misteriosos y secretos de la historia. Aquellas páginas habían sido bautizadas como «Palimpsesto de Arquímedes», un texto antiguo escrito sobre pergamino donde alguien se había dedicado a reflejar algunos de los teoremas y principios ideados por el genio de Siracusa. La obra, en algún momento del siglo XII, fue borrada y sobre su misma piel se habían escrito salmos y oraciones de un convento. Pero la letra original en griego no había desaparecido del todo. Detrás de los escritos religiosos yacía la huella recuperable de los cálculos de Arquímedes sobre el equilibrio de los planos, las espirales, la medida de un círculo, la esfera, el método de los teoremas mecánicos... y el más sorprendente y misterioso de todos los contenidos: el Stomachion. Era un puzzle dibujado por Arquímedes para averiguar de cuántas maneras se pueden juntar 14 piezas distintas para componer con ellas un cuadrado, una especie de Tangram del siglo III antes de Cristo que debió de servir sin duda al científico griego para demostrar algunas de sus avanzadas ideas de combinatoria. O quién sabe si simplemente para pasar el rato.
De algunos de esos textos misteriosos no existía ninguna copia conocida. De manera que hubieran permanecido ocultos al estudio de los humanos contemporáneos de no ser porque un copista anónimo los reprodujo más o menos en el siglo X, un monje los recibió en su convento y, tras borrarlos sin mucho acierto, dobló sus páginas para escribir sobre ellas una serie de textos litúrgicos y un coleccionista millonario los rescató en el siglo XX para desvelar, gracias a los rayos X, la luz infrarroja y la ultravioleta, su auténtico contenido. Había devuelto al mundo la evidencia más contundente de la grandeza de Arquímedes. Y Arquímedes se convirtió en un hombre mucho más grande y sabio de lo que ya todos sabíamos que había sido.