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historia
El sillón del diablo en Valladolid
Según una leyenda, un estudiante de la universidad de esa ciudad conversaba con el Maligno desde una silla, que dicen que se conserva, para que le enseñara los secretos de la medicina

En la geografía y la historia míticas de España un capítulo aparte lo merecen las leyendas vinculadas a las primeras universidades que fueron creadas en la edad media a lo largo de los diversos reinos peninsulares. Un ejemplo es la Universidad de Valladolid, creada a principios del siglo XV. Gracias a un privilegio de Enrique III de Castilla esta universidad tuvo el honor de contar con la primera Facultad de Medicina de España, con especial fama para esta disciplina. Valladolid se convirtió en una meca para los estudiantes de medicina de los reinos hispánicos y más allá aún. En efecto, en 1550 se creó allí la primera cátedra de anatomía humana, donde se realizaron disecciones de cadáveres de forma pionera en Europa bajo la dirección de Alonso Rodríguez de Guevara, que seguía el método de Andrés Vesalio. Es el comienzo de la anatomía moderna.
En la historia de la medicina antigua y medieval, la disección de cuerpos había sido un viejo tabú. Se ve ya desde la antigüedad clásica, con el surgimiento de la medicina hipocrática en la Grecia antigua. Esta trabajaba con otro tipo de investigaciones, con la dieta y con la teoría humoral, sin el énfasis en abrir el cuerpo y estudiar la anatomía. En época alejandrina, la medicina en torno al Museo y la Biblioteca supuso un gran avance a ese respecto, frente a la Grecia clásica, gracias a la experiencia egipcia en la disección y su conocimiento de la anatomía. Luego las escuelas médicas romanas, árabes y bizantinas hicieron avanzar notablemente la disciplina. Siguiendo la pista de los textos griegos de Galeno, el famoso médico de Marco Aurelio en el siglo II, y su copia, traducción y transmisión desde la antigüedad al renacimiento, podemos hacer una pequeña historia de la medicina. En el camino hay que citar lugares como Constantinopla, Bagdad o Salerno, gran centro en el medievo de estudios médicos. Pero la práctica disección, con la excelencia en anatomía del citado Vesalio, marca un antes y un después en el conocimiento médico. Y esta tendencia entrará en Valladolid gracias a un privilegio del emperador Carlos, que dará permiso para abrir cuerpos humanos en esta facultad. Todo ello, como es obvio, impresionó grandemente a la contemporaneidad. Se convirtió a Valladolid en centro de primer orden de la historia de las universidades españolas y de la historia de la medicina en nuestro país, pero, a la par, se alimentó, como es habitual, una historia paralela, mítica o legendaria, en torno a este comienzo de la disección anatómica en España, que tiene su más destacado exponente en la leyenda del llamado «sillón del diablo».
Un pacto digno de Fausto
Su protagonista es un joven estudiante de anatomía que, justo en esa época en la que empezaban las disecciones humanas en la ciudad gracias al permiso real, cursaba estudios de medicina en la universidad. Quiere la leyenda que fuese un joven portugués de origen judío, llamado Andrés de Proaza, que quedó fascinado por los estudios de anatomía y fue demasiado lejos en su empeño, traspasando las líneas rojas de la ciencia y experimentando con seres vivos. Incluso llegó a un pacto con el diablo. En su leyenda se confunde la historia con el mito del científico enloquecido que desafía al Creador, con la figura de Fausto en el trasfondo. La leyenda cuenta que Andrés vivía en la calle Esgueva de la ciudad, cerca del río, y que en su sótano practicaba secretamente disecciones y experimentos extraños bajo la guía del Maligno. Poseía un extraño sillón en el que se sentaba para entrar en trance y conversar con el diablo, que le revelaba los secretos de las ciencias oscuras y ocultas. Luego ejecutaba sus delirantes disecciones.
Un día, después de ser denunciada la desaparición de un niño de nueve años, los vecinos oyeron gritos y ruidos extraños en el sótano del estudiante y vieron un reguero de agua teñida de rojo que salía de la casa. Avisados los alguaciles, acabaron por entrar en el laboratorio del estudiante de anatomía y realizaron un macabro descubrimiento: ahí estaba el cuerpo del niño, abierto y cortado en pedazos, porque se le había practicado una horripilante disección en vida. El estudiante fue apresado por la Inquisición y confesó que tenía un pacto con el diablo para obtener un saber médico y anatómico supremo, que sobrepasaba las fronteras de la ciencia y lindaba con la magia y la nigromancia. Fue ajusticiado pero su sillón sobrevivió y fue legado a la universidad, quedando olvidado en un desván.
Quiere la leyenda que en el siglo XIX un bedel de la universidad lo encontrara y se sentara en él. Fue descubierto muerto y lo mismo le ocurrió a otro empleado más. Así que la historia corrió como la pólvora por los mentideros de la ciudad y la leyenda tomó cuerpo: se dice que ese sillón era capaz de poner en contacto con fuerzas malignas y que podía matar al instante a todo aquel no estuviera preparado para ello o no estuviera familiarizado los conocimientos médicos y nigrománticos necesarios para conversar con el diablo sobre anatomía. La tradición ha querido ver en un antiguo mueble del siglo XIV, que se guardaba en la facultad de medicina de la ciudad y luego pasó a ser custodiado por el museo de historia y arqueología de Valladolid –creado como Museo Provincial de Antigüedades en el año 1879 en el Palacio de Fabio Nelli– ese sillón del diablo de Andrés de Proaza. Historia y leyenda confluyen, esta vez, en la medicina.
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