Historia

Marco Aurelio: un filósofo estoico para tiempos revueltos

Es con toda probabilidad, el libro de la antigüedad más leído hoy. «Meditaciones», el conjunto de pensamientos del emperador-filósofo, son un manual práctico que ayuda a afrontar las dificultades de las vida

Marco Aurelio, uno de los emperadores de la Pax Augusta
Marco Aurelio: un filósofo estoico para tiempos revueltos / La célebre estatua ecuestre de Marco Aurelio que se conserva en RomaWIKIMEDIA

Ante lo inesperado, ante el mundo que colapsa, cuando todo parece derrumbarse tanto en el plano individual como en el colectivo, céntrate en lo que de ti depende y ten esto mano: nada de fuera puede dañarte…así nos dice el antiguo estoicismo romano, un pensamiento que se puede «tener a mano» a modo de manual que nos ayuda en las acciones y las decisiones del día a día. El estoicismo había surgido como escuela de pensamiento en época helenística (s. III a.C.), pero, tras una evolución que llega hasta el mundo romano del s. II, se había centrado mucho más en la perspectiva personal, en la ética del ciudadano de un vasto imperio, como el romano, en sus tareas cotidianas. En nuestro mundo actual resulta sorprendente lo familiares que son las ideas de los grandes estoicos de la época romana, sobre todo, de Marco Aurelio y Epicteto.

Ambos, que escriben su obra en griego en ese siglo II, representan muy bien los ideales del sabio estoico en su vertiente de hombre de reflexión, misión, vocación y acción. Representan dos extremos de la pirámide social de la cosmópolis del mundo romano. El primero fue emperador y el segundo fue esclavo. Pero apuntan las mismas cosas Marco Aurelio, que gobernó desde la capital del mundo, y Epicteto, que enseñó en su escuela en una ciudad de provincias. Cada uno tuvo un sino –anhelado u odiado por muchos indistintamente–, luchó y se amoldó a él. Epicteto fue de joven esclavo, quedó lisiado por malos tratos, y luego fue manumitido: acabó ganándose la vida como maestro. Marco Aurelio era un joven soñador y poético, frágil, pero aficionado a los deportes, que anhelaba ser filósofo, pero le cayó encima la más grave responsabilidad. Desde su ascenso al trono pasó poco tiempo en Roma y tuvo que viajar por las fronteras para afrontar una serie de campañas larguísimas contra los bárbaros. Ambos representan dos modelos de cómo el estoicismo ayuda en la ética cotidiana a cada cual, indistintamente de la misión que le haya tocado, en la búsqueda de la serenidad y la tranquilidad de ánimo, que son –qué duda cabe– los ingredientes básicos de la felicidad.

Es muy característica de esta escuela la idea de tener presente un «manual» de pensamientos básicas. De hecho, el llamado «Manual» es la obra que recoge los pensamientos básicos de Epicteto, que escribió su discípulo Flavio Arriano y que estaba destinada a «tener a mano» su pensamiento. Esta es una expresión que también repite a menudo Marco Aurelio en sus «Meditaciones», otra obra que resume muy bien los saberes del estoicismo romano. Las dos obras mencionadas son muy peculiares en el mundo antiguo.

Notas personales

Epicteto probablemente no escribió nada, como los grandes sabios de la antigüedad, y los apuntes de sus lecciones fueron tomados por Arriano para elaborar esta especie de vademécum, a modo de «Manual», en griego “Encheiridion», El caso de Marco Aurelio es también curioso: su obra, conocida como «Meditaciones» o «Pensamientos», en realidad se ha transmitido simplemente con el título de «Para sí mismo», en griego «Eis Eauton», y es una suerte de conjunto muy dispar de notas personales, a modo de diario íntimo, tomado por el emperador en sus campañas guerreras. La peculiaridad de este libro es que no es un libro, porque con toda seguridad su autor nunca quiso publicarlo y por tanto, nos ha llegado casi de casualidad en una transmisión realmente inverosímil.

En suma, que Epicteto no quiso escribir y Marco Aurelio no quiso que lo leyéramos. Entonces, ¿qué tienen que decirnos sus obras? Sus dos libros, breves, concisos, precisos y maravillosos, han llegado hasta nosotros con un potentísimo mensaje, precisamente por esa falta de artificio, como epítome del saber práctico del estoicismo romano. Es fácil entender las razones de la moda actual del neoestoicismo. Tiene mucho que ver con esa claridad y practicidad de su pensamiento que nos ayuda a buscar el punto de equilibrio ante los problemas. No es casualidad que haya cundido entre los grandes gurús de las tecnológicas de Silicon Valley, entre Youtubers de muy diverso pelaje, entre seleccionadores de fútbol o entrenadores personales, entre boxeadores o ex militares. Tampoco que haya sido un libro de cabecera para diversos gobernantes, desde Federico II de Prusia y George Washington a Bill Clinton. Pero desconfíen de mediadores o neoestoicos que nos explican lo que pensaban Marco Aurelio o Epicteto: muchas veces manipulan o falsean su pensamiento, otras son fieles…, hay de todo. Pero principalmente hemos de acercarnos a los libros clave del estoicismo y leerlos una y otra vez con detenimiento en buenas traducciones. Veamos solo una de las ideas principales: evitar los juicios de valor y las impresiones, lo que en griego se dice «phantasiai», y que en realidad se puede traducir bien por «imágenes mentales», y centrarse en lo que de nosotros depende. Nuestra percepción está condicionada por el deseo, que hay que evitar, los impulsos y las pasiones, como la ira, que nos hace reprochar nuestro destino a los dioses o a otros seres humanos cuando realmente solo nos incumbe lo que de nosotros depende.

"Dramatis personae" del libro

La idea de aceptar con serenidad lo que nos ocurre la recuerda a menudo Marco Aurelio en sus «Meditaciones». Hay una ascesis continua y un camino ético para sobreponerse a las dificultades, como se ve por ejemplo cuando dice: «Ante cada suceso que te ocurra mantén siempre ante tus ojos aquellos a los que les ha sucedido lo mismo, que se lamentaban, se sorprendían y reprochaban al destino. ¿Dónde están aquellos ahora?, en ninguna parte. ¿Y entonces? ¿También tú quieres actuar de forma semejante? [...] Solo ten precaución y desea para ti mismo ser bello en toda situación en la que actúes». (VII 58, según mi reciente traducción en Arpa Editores).

Recordamos cómo comienza el manual de Epicteto en la excelente traducción de Óscar Martínez (EDAF): «De las cosas que existen, unas dependen de nosotros, otras no. De nosotros dependen el juicio de valor, la motivación, el deseo, la aversión y, en una palabra, todo cuanto es acción nuestra… Si piensas que solo es tuyo, lo que es tuyo y que lo que es ajeno es ajeno (como así es en realidad), nadie te coaccionará jamás, nadie te pondrá obstáculos, no reprocharás nada a nadie, ni acusarás a ninguno; no harás nada contra tu voluntad, porque no te golpeará ningún daño.» La libertad estoica es este preocuparse solamentre de lo que de uno depende. Para el exesclavo, la condición y carácter del filósofo es esperar todo, beneficios o daños, solamente de sí mismo. Nada de fuera nos afecta: «Puedes ser invencible si no entras en ninguna batalla de la que no dependa de ti salir vencedor — [sé] un hombre libre. Y solo hay un camino para ello: el desprecio de lo que no depende de nosotros». (19).

Coincide con esto el emperador-filósofo, solo la filosofía es capaz de «liberarnos», al proporcionar serenidad y felicidad, liberándonos de la esclavitud de los juicios de valor ajenos, de lo que se suele pensar que es bueno o malo. Marco Aurelio propone descubrir lo que la Razón divina que gobierna el mundo quiere, y aceptar lo que nos es destinado a cada uno. En su caso, intrigas, usurpaciones, calumnias, todo lo que le tocó cuando fue designado emperador. No por eso se volvió soberbio o cruel, sino que siguió su camino filosófico. Ante todo, hay de cumplir nuestra misión: esclavo y maestro de su escuela el uno, emperador que ha de batirse una década con los bárbaros entre lodo, nieve y sangre, afrontar la muerte seis de sus hijos o las traiciones de su hermano, entre otras cosas, el otro.

Pero, como dice Epicteto «todo problema tiene dos asas, una que lo hace llevadero y otra no llevadero» (43). Marco Aurelio apunta en las «Meditaciones» que es imposible que la razón universal tome malas decisiones (VI 44), que lo que conviene a la colmena por fuerza conviene a la abeja. Por eso hay que alegrarse de lo que nos sucede, independientemente de si la opinión común cree que son buenas o malas cosas (muerte, dolor, nombramientos, guerra, riqueza, sufrimientos…), todo tiene un sentido y hay que aceptarlo. También hay que entender al prójimo: alegrarse de compartir la vida con quienes nos ha tocado compartirla y de sus virtudes (VI 48), pero también intentar convencerles cuando actúan contra la razón global (VI 38). Incluso los ingratos, malvados o impertinentes (II 1) están hechos para colaborar con nosotros como pies, como manos, como párpados… hemos de aceptarlos también como parte del todo con quien nos ha tocado vivir en este mundo. Igual que lo que se estima honor y deshonor, fortuna o infortunio, maldad o bondad: realmente esto no es lo que de nosotros depende, sino que nos viene dado y, por lo que hay, que aceptarlo. En ese sentido, nos recuerdan Epicteto y Marco Aurelio, la gran lección es la libertad estoica de mirar hacia el interior y localizar en el principio racional –lo que llaman a veces «el dios interior»– las claves que nos permiten ver claramente que todo tiene un sentido y cuál es nuestra misión. Incluso cuando todo se tambalea. Lean estoicismo para tiempos revueltos.