El «top manta» del Thyssen
Creada:
Última actualización:
Hace tiempo que la moda entró en los museos. Lo cierto es que en los museos ya cabe casi todo. Y también la moda. Como expresión artística o disciplina que explica cómo es nuestro tiempo. En el Thyssen se aposentó Givenchy, fallecido recientemente, y ahora llega el momento Vuitton, una de las marcas más copiadas del universo conocido hasta por Stephen Hawking. Donde hay una pizca de civilización tal y como la entendemos ahora, allí hay un logo. Y para logo el de Louis Vuitton. Tan aspiracional que los senegaleses del «top manta» lo reservan como su producto caviar. En los mercadillos de falsificaciones de Nueva York o Shangai existe el código Vuitton por el que se accede a una cámara donde guardan los falsos verdaderos que no están al alcance de cualquiera, menos aún de los manteros de Lavapiés. Puede que nuestros amigos de Podemos crean que esta marca de lujo merecería ser prohibida. Como de ella, millones de personas viven en el mundo. Unos haciendo carteras, otros vendiendo en las tiendas, los creativos diseñando la publicidad. En fin, un champán no es sidra. Igual Podemos pide el voto a los artesanos de Ubrique que trabajan para marcas de apariencia francesa, o a los zapateros de Elda. Por favor, vótenme que ya me encargo de quitarle el trabajo dando por verdadero lo falso. En un bolso, aparte de los chihua-huas de Paris Hilton, caben muchas mentiras. O sea, puestos a falsificar y a legalizar el delito, hagamos picassos de mentira, giacomettis de plexiglás, caravaggios azucarados. Todo el arte es lujo. Regalemos los libros de García Montero y Almudena Grandes, los discos de Miguel Ríos, y así hasta que toda la cultura de tan gratis sea sólo esencia morada, un perfume olido al azar, una gran colectividad bohemia de la que hubiera sido imposible entresacar «Juego de tronos», «The Wire», esos productos capitalistas que son a las series lo que Vuitton a la moda. Cosas de pijos.