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El último gruñido de Chewbacca

Muchos vieron ayer por primera vez la cara de Peter Mayhew, coincidiendo con su muerte. Es el gran éxito de un tipo que, ocultándose, nos hizo soñar con la posibilidad de que Chewbacca no fuese un saco de pelos movido por un humano, sino un personaje real.
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Muchos vieron ayer por primera vez la cara de Peter Mayhew, coincidiendo con su muerte. Es el gran éxito de un tipo que, ocultándose, nos hizo soñar con la posibilidad de que Chewbacca no fuese un saco de pelos movido por un humano, sino un personaje real.
Se quejaba John Landis en el documental «The Frankenstein Complex» de la banalización del digital: «El problema ahora es que estamos acostumbrados a ver tantas cosas milagrosas en el cine que ya nos da igual todo. Fui a ver ‘’Underwold’’ con Rick Baker, y me dijo: ‘’Que puedas sacar a cien hombres lobo corriendo por el tejado no significa que debas hacerlo’’». Antes del CGI, la creación de un monstruo, de una criatura fantástica o incluso de un animal, tenía algo de alquímico. Recordaba Marx (el bueno) cómo las pasaron canutas para conseguir un actor que diera la talla del orangután que aparece en «Una tarde en el circo»: «Hasta un niño sabe que un orangután es mucho más pequeño que un gorila, pero, por raro que parezca, el hombre que se vestía de mono lo ignoraba y la compró sin probársela antes».
Durante años los señores que se enfundaban en la piel de las más diversas criaturas no aparecían siquiera en los créditos. Eran trabajadores de segunda. O tercera. «Star Wars», por su gran variedad de personajes fantásticos, imposibles, hizo al mundo amar tanto a las criaturas como a los humanos (o más), pero el anonimato del «hombre de debajo» siguió siendo la norma. Muchos habrán visto ayer por primera vez la cara de Peter Mayhew, coincidiendo con su muerte. Es el gran éxito (tan a la contra de nuestra cultura del estrellato narcisista) de un tipo que, ocultándose, nos hizo soñar con la posibilidad de que Chewbacca no fuese un saco de pelos movido por un humano sino un personaje real. Parece ser que a George Lucas las hechuras de esta criatura se le ocurrieron al montar a su Alaska Malamute en el coche.
Al igual que el perro es el más fiel amigo del hombre, Chewbe es el escudero perfecto de Han Solo, para muchos (hablo por mí, al menos) más simpático que el altanero contrabandista. Enorme pero abrazable, tras su ininteligible gruñidito «wookie» se advertían siempre palabras sensatas. ¡Cómo no quererlo! También Mayhew, el «hombre de debajo» se hizo querer: de 2,21 metros de altura, se enfundó el traje de pelos en las tres primeras entregas. Los problemas óseos y las operaciones no evitaron que regresara a fuerza de echarle voluntad en «La venganza de los Sith» (2005) y «El despertar de la fuerza» (2015).
En los últimos años, asesoró al jugador de baloncesto Joonas Suotamo en el arte de dar vida a un wookie. Como tantos otros actores que fueron criaturas en el cine (entre ellos, el bajito –1,12 metros– Kenny Baker, que dio vida a R2D2 y murió en 2017) el vínculo de Mayhew con Chewbacca fue estrecho y enternecedor: «Para él, la familia de ‘’Star Wars’’ significaba mucho más que un personaje en una película», explicaban ayer sus familiares. Los mensajes de condolencia de Harrison Ford y George Lucas demuestran hasta qué punto este enfermero de Londres que se encontró de un día para otro en el Halcón Milenario, fue tan querido por sus colaboradores como la criatura que interpretó lo fue para los fans. Hay cosas, y ésta es una, que no pueden recrearse en digital.