Elvira Lindo: «¿Cómo vas a decir que “me la suda mi país”?»
Se despide de Manhattan con «Noches sin dormir», crónica de su último invierno en la ciudad.
Reaparece una Elvira Lindo con unas páginas confesionales y un poco desencantadas. El público la ha conocido a través de sus artículos y una literatura que ha proyectado un retrato involuntario de ella. La escritora viene ahora con un dietario de invierno, «Noches sin dormir» (Seix Barral), para «desneoyorquizarse» de ese Manhattan que ha vivido durante años y en el que se leen notas de este calado: «Hoy he decidido que ya no quiero ser escritora. Escribiré hasta que me muera, porque estoy acostumbrada desde niña a emplear el tiempo de esa manera y porque así me gano la vida, pero siento muy profundamente mi falta de ambición, mi miedo cada vez más insuperable a escribir un libro».
–¿Qué le ha pasado?
–Viene de un miedo a la sobreexposición. Tengo un cansancio muy complicado de explicar. No me falta el amor por la literatura, pero sí siento las dificultades de cualquier persona que escribe. En mi caso han sido dificultades añadidas. He escrito cosas populares, pero que no hice para que fueran populares. Eso crea malentendidos. Parece que tienes un deseo de estar presente públicamente, y quien me conoce sabe que no es así. En algún momento me volví vulnerable a esta exposición. Estoy cansada de hacer cosas públicamente. Mi voluntad no es retirarme, pero sí hacer menos cosas.
–¿Se han ido apagando las luces de Manhattan para usted?
–Cuando pierdes a alguien que quieres, lo que recuerdas con más ternura son las cosas insoportables de esa persona. Después de tantos años me gusta mantener un cariño crítico con la ciudad, que es justo lo más difícil de entender en España. En nuestro país te gustan las cosas o no. Pero es difícil hacer lo mismo con esta ciudad. Le tengo cariño por cuestiones personales, por el crecimiento intelectual, como ciudadana, pero tampoco es un amor acrítico.
–¿Cuál es la diferencia entre la soledad de Madrid y la de Nueva York?
–Hay una muy honda y es cultural. Tiene que ver con la manera en la que se ha formado ese país. En España puedes estar solo, pero la colectividad es importante: la familia, los amigos... lo que nos extraña es la felicidad solitaria. Nos parece imposible. Y eso en Nueva York se ve de otra manera. Hay un porcentaje de gente que vive sola, pero no lo ve como un fracaso o una desgracia: la soledad se ve de una forma diferente. Socialmente no está mal visto, y eso hace que la gente se mueva con más libertad. Te puedes ir solo a cenar, a comer, al cine, incluso siendo una mujer, puedes tomar algo en la barra de un bar y eso no te define como alguien fracasado. El fracaso viene por otras razones en Nueva York.
–¿Cómo es su actual relación con España?
–Siento cansancio. Por momentos me intereso y escribo sobre España, por lo que ocurre, pero me puede el cansancio. Uno de los problemas es la relación que los españoles mantenemos con nuestro propio país. Cuando sales de España está claro que posees un pasaporte que te respalda. Es el lugar donde reside tu familia y al que estás vinculado por recuerdos sentimentales. Cuando la gente vive fuera deja de tener una actitud de desprecio hacia su país. A veces, la derecha manifiesta un patriotismo exacerbado y la izquierda opta por esa actitud de «esto me la suda», que yo creo que podría elegir otra. Pero yo conozco gente que vive en otras ciudades y echa de menos España, estar cerca de sus familiares y las costumbres. Son cosas fáciles de entender. ¿Cómo vas a decir que «me la suda mi país»? Claro que quiero que vaya lo mejor posible. Esas declaraciones permanentes no son verdad; no son más que poses. Creo que todos deberíamos vivir fuera dos años, con las condiciones de cualquier trabajador, para que se comprenda la nostalgia y se echen de menos algunas cosas.
–¿Se puede sentir extranjero en una ciudad de inmigrantes?
–La hostilidad de Nueva York viene de que está expulsando a la clase media y se está convirtiendo en una ciudad carísima. Yo he tenido experiencias maravillosas, pero es bueno leer reportajes sobre las condiciones laborales de los obreros para que te das cuenta de que es una ciudad difícil y que la gente trabaja desde la mañana hasta la noche. No lo he pasado mal, pero veo que, por un lado, la ciudad se cae a trozos y, por otro, veo cómo vive la gente y lo dificil que es sobrevivir. Pero, a la vez, disfrutas de su extraordinaria belleza. Y todo está dentro de Nueva York: lo más sublime y lo más humillante.