Emilio Lledó: «Nos estamos convirtiendo en bloques ideológicos»
«Sobre la educación» reúne sus artículos sobre la enseñanza. Un conjunto de escritos que reflexionan, además, sobre la importancia de la literatura y la filosofía, y la necesidad de que la sociedad cuente con ciudadanos formados y críticos
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«Sobre la educación» reúne sus artículos sobre la enseñanza. Un conjunto de escritos que reflexionan, además, sobre la importancia de la literatura y la filosofía, y la necesidad de que la sociedad cuente con ciudadanos formados y críticos.
Los hombres escriben memorias; los filósofos, en cambio, reflexiones, quizá porque su vida no es la glosa, más o menos afortunada, de la aventuras diarias, sino la condensación de unas ideas, la asunción, voluntaria o involuntaria, eso solo lo dicta la vocación, de un haz de inquietudes y preocupaciones que marcan su posterior devenir. Las personas de acción, que diría Pío Baroja, redactan biografías, porque su semblanza no es más que el resumen de sus singladuras. Pero el pensador, que es la vida hacia dentro, lo que escribe son sus meditaciones, porque de una persona, más que sus heroísmos, lo que vale son sus planteamientos estéticos, éticos y morales. Cuando Emilio Lledó afirma que los artículos que reúne en «Sobre la educación» son el testimonio de su felicidad, de sus experiencias vitales, lo hace en este sentido. Y es justo ahí donde hay que comprender este conjunto de consideraciones y anotaciones clarividentes acerca de la enseñanza, el papel fundamental de las humanidades y la formación literaria.
–El hombre solo puede ser hombre por la educación.
– La frase pertenece a Kant. Y es cierta. La educación hace razonar, despierta el sentido crítico. No se aprende, por ejemplo, filosofía sino a filosofar. La filosofía es una conciencia crítica. Por eso es un disparate que la retiren de la enseñanza. La filosofía no es el conocimiento de los filósofos. Los filósofos solían ser las personas con conciencia crítica en el seno de la historia que intentaban comprender qué era la justicia, el bien, la belleza. En un mundo moderno, tecnológico y tecnologizado, esperemos que para bien, tenemos que enseñar a pensar. A la escuela no hay que ir solo con un ordenador, que es muy valioso, sino que se debe acudir para reflexionar, leer, entender las palabras y estudiar el lenguaje.
–¿Y cómo ve hoy la educación en nuestro país?
–Pues no la veo nada bien. No sé quiénes son los progamadores... yo me fui muy joven a Alemania. Buscaba una asignatura, pero ahí el profesor hablaba de Kant, Nietzsche, Platón cada semestre. Más que una asignatura lo que existía era libertad para enseñar. Cuando me examinaba el profesor de griego me preguntaba qué había leído ese mes. Yo le decía: «Tucídides, Esquilo, Heródoto». «Pues vamos a hablar de eso», me respondía. Eso era cultura. Y que después de tanto tiempo sigamos con los másteres, ¿pero qué será eso de los másteres? Lo esencial es la forma y la libertad de enseñar. Plantear problemas y dar vueltas a un texto de Kant para ver qué significa eso hoy. Los programadores de nuestra enseñanza están despistados, fuera de la pista de lo que es el conocimiento. Pensamos que la tecnología lo compensa todo, pero en absoluto. Es un instrumento importante, sin duda, pero la cultura, la enseñanza, el conocimiento es otra cosa. La enseñanza no es hacer un examen de unos apuntes.
–Afirma que existe una educación contra la libertad, la de las ideologías fanáticas de la política y la religión.
–¡Como la ideología de los señores de la separación de Cataluña! Me repugna eso. Pero no hablemos de política, por favor. Yo viví la caída del muro de Berlín. Había dos Alemanias, las dos distintas; una pobre, la oriental, y la otra, rica y pretenciosa, que era la occidental. Pero en 1989, en Alemania existía una verdadera pasión por unirse. Los ricos podían haber sido egoístas y haber dicho que los otros se fueran a paseo, pero, no. Y que ahora estos quieren separarse.
–¿El nacionalismo proviene de una falta de formación?
–Sin duda. Por una pobreza educativa. He vivido fuera de España y no soy nacionalista de ningún nacionalismo. Mi nacionalismo es que me gustaría que desaparecieran todos los fanatismos del mundo que estamos padeciendo. Y no es utópico.
–Y tender a la UE.
–La idea de unión, de filantropía, ya está en Aristóteles. La UE es un concepto maravilloso. Y algunos quieren disgregarla. ¿Hoy no se habla de globalización? Pues globalicemos la cultura, la justicia, la verdad, la lucha. Puede sonar utópico, pero las grandes cosas que se han hecho en la vida siempre han sido con un punto de utopía. La cultura es un ideal. La naturaleza nos dio el aire, el agua, el fuego; la cultura, la belleza, la bondad. Es un invento de los hombres.
–Habla de que los hombres a veces somos «bloques ideológicos».
–Esto me preocupa mucho, porque nos estamos convirtiendo en bloques ideológicos, en apasionados de una pasión turbia. Tú tienes que ser tú mismo.
–¿El materialismo es una de las formas de esclavitud que usted denuncia?
–El consumismo acaba consumiendo al consumidor. Tenemos que comprar lo necesario. Lo del viejo Epicuro. Y dejar de lado los bienes que no son necesarios ni provienen de la naturaleza. Hay quienes aseguran que así no se crearían puestos de trabajo, pero es un argumento tonto. Cuando salgo a la calle y veo cómo estamos inmersos en las compras y escucho esos ofrecimientos de la radio... Habría que hacer una crítica de los anuncios. A veces me entristecen, como el de ese niño recomendando que compre un coche a su padre.
–En su libro menciona que hay algo peor que la ignorancia: la corrupción moral.
–Lo he pensado muchas veces. No me refiero a la corrupción de los ladrones, de la gente que se lleva el dinero. Lo que me preo-cupa más es la corrupción mental, cómo esas personas se han podido hacer esos cerebros. Todos tenemos defectos, por suspuesto, pero no de ese tipo. A mí jamás se me ocurriría hacer una cosa de ese estilo. Pienso sobre eso. ¿cómo se han formado esas cabezas? La idea de codicia... Recuerdo lo que me contó un hombre creador de industrias que estaba enfermo: «Tener tanto dinero y no poder comprar ni siquiera un día de tiempo». ¿Para qué tanto dinero? ¿Para qué tener un yate? No creo que sea la esencia de la vida... La idea de codicia. Y esta codicia embustera, porque si solo eres codicioso, pero estos engañan, roban, corrompen. ¿Qué es lo que pasa por la cabeza de estos individuos?
–En uno de sus artículos comenta que el imperio digital es un riesgo para la racionalidad y la inteligencia.
–Es una amenaza, como otros tantos medios digitales, en esos niveles. Estamos falsificando el mundo, creando uno que no es verdad. Con la independencia que nos dan los medios modernos, pero... Lo importante ahora es tener elementos para criticarlos y saber quiénes están manipulando esos medios digitales y de qué mundo intelectual provienen esas personas, qué clase de mentes corruptas están intentando corrompernos. Pero todo eso se combate con la lectura de la literatura y la filosofía. De esa manera evitamos que nos manipulen facilmente.
–Dos de los elementos de la madurez intelectual son la memoria y la lectura, según usted. Ninguno de los dos está muy bien visto en estos días.
–Y es un tremendo error. La memoria, sobre todo ahora que se habla de la memoria histórica, es lo que hemos sido. ¿Hacia dónde pretendo ir, cómo saltar hacia el futuro si no tengo el trampolín del pasado? Yo quiero saber qué ha sido en otro tiempo mi país. Y, también, la historia de las naciones, de las de Europa y las del mundo entero. Esto es lo que tenemos que entender. Y la lectura. ¿Sabe qué explosión de libertad supone dialogar con Platón, Erasmo, Cervantes, Galdós? ¿La riqueza que da? Y observar, por ejemplo, cómo explota nuestra mente semántica al conversar con ellos. He leído muchas veces «El Quijote» y cada vez que lo releo, descubro cosas nuevas. Esta es una de las características de los clásicos, que siempre están vivos. Y este legado es un verdadero don, un tesoro que pertenece a la humanidad, y por eso mismo es muy importante que nunca lo enterremos.
–¿Estamos en la maquinaria de alienación que menciona?
–Es una maquinaría que es nuestro mundo. Estamos en él. Pero esta maquinaria, sino se compensa con la lectura y la cultura y la literatura , acabará digitalizando, y utilizo esta palabra en el peor sentido que tiene, nuestra mente, tecnologizando nuestro cerebo. Por esto mismo y con las posibilidades de comunicación que hay en la actualidad, es más importante que nunca que haya una difusión apropiada de las humanidades. Suelo insistir en un punto: una de los aspectos más tristes que existen en nuestro mundo es cómo las autoridades que organizan la educación en el fondo desorganizan nuestra manera de enseñar, que debe ser libertad. Las neuronas deben de fluir por la mente, tropezar con dificultades y ser capaces de criticarlas y abarcarlas con una actitud positiva. No estamos ante el mundo como una realidad sino como una posibilidad. Si lo contemplamos como si fuera una realidad, envejecería, pero como posibilidad estás abierto a miles de cosas y oportunidades.