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Francisco Nieva: «Sólo nos preocupamos del populismo intelectual»

El gran autor no para. Si una nueva obra suya es noticia, imaginen seis de golpe, agrupadas en su «Teatro caliente». Agudo, como siempre, compartió con LA RAZÓN reflexiones sobre arte y teatro. Y recuerdos de una vida única

Francisco Nieva: «Sólo nos preocupamos del populismo intelectual»
Francisco Nieva: «Sólo nos preocupamos del populismo intelectual»larazon

A quién no ha conocido Francisco Nieva. Como muestra, valgan estos botones: Giorgio Strehler, Pe- ggy Guggenheim, Franco Zeffirelli, Ionesco y Visconti.

A quién no ha conocido Francisco Nieva. Como muestra, valgan estos botones: Giorgio Strehler, Pe- ggy Guggenheim, Franco Zeffirelli, Ionesco y Visconti. Solamente son un puñado elegido al azar (entre cientos de nombres) de una conversación salpicada de recuerdos, porque para este autor enorme (dramaturgo, escenógrafo, figurinista, director, novelista, pintor), leyenda del siglo XX y del XXI dentro y fuera de España, el pasado se le cuela en la memoria a cada paso sin pedir permiso. Desde que entregó sus «Obras completas» de teatro en 2008, Nieva Valdepeñas (Ciudad Real, 1924) no ha dejado de trabajar. Vive pegado a su ordenador y ahí escribe y ve películas y lee en su Ipad «porque la letra es grande». Tanto de sí le ha dado el tiempo en los veranos de su casa de la sierra madrileña, con la tranquilidad del estío en los hombros, que presentará en la Feria del Libro un volumen con un título tan sugerente como lo es su obra dramatúrgica entera.

Sofisticadas y góticas

El «Teatro caliente» abarcará seis nuevos títulos: «Toque de tinieblas», «Visitas a los monasterios», «El misterio de la bota cocida», «El increíble Robin», «El mozo temerario en el año del cólera» y «Cabeza de Santa Catalina», al que se une «No sé cómo decirlo», ya publicado. Es sencillo imaginar el porqué agruparlos bajo ese epígrafe: «Primero, porque están recién salidos del horno, y segundo, porque la temática de algunos de ellos es erótica, aunque tampoco es para tanto», deja escapar el dramaturgo sentado. «Mi vida es una novela que vivo en mi casa galdosiana. Y que vivo en paz», afirma sentado en uno de los sillones anaranjados de su casa de Madrid. Desde la ventana ve el estudio que fuera de Romero de Torres, una mansión con una puesta en escena impecable, absolutamente Nieva, llena, abarrotada de objetos, vivida y abigarrada. «Pienso en la presentación, cuando tenga que venir desde el campo a Madrid, con esos calores del verano, para llegar al Retiro. Aunque yo voy a desplegar mi bastón que se convierte en asiento y me sentaré cuando me apetezca, como un rey». Su perro Tirso y Chufa, la gata, no le quitan ojo.

-¿Cómo son estas nuevas obras?

-Las más sosfisticadas y góticas que jamás haya escrito en mi vida. Con eso le digo todo. A mis 88 años, la verdad es que no me importa nada lo que parezcan. A Gimferrer, por ejemplo, siempre le ha gustado mi goticismo, esas claves culturales secretas que hay en sus páginas. Las he pensado durante mucho tiempo y es ahora cuando he decidido que estaban listas. Una de las ideas me vino a los 14 años, cuando un historiador me habló de objetos hallados tras la desamortización. Y me habló de leche de la Virgen, de espinas de la corona de Cristo que había por miles y de un frasco que contenía las tinieblas de Egipto. He tenido que esperar a la madurez para tratar el tema desde la altura. Ahí están.

-¿Y se ha inspirado en algún hecho actual?

-Me ha inspirado la música de Strauss. Ya le digo que están llenas de claves culturales secretas. Y soy consciente de que no es quizá lo mejor para este momento que vivimos en el que nos preocupamos sólo por el populismo intelectual tan pícaro como ambiguo. Pero en todas ellas estoy yo. Soy yo, como siempre he sido.

-¿Cree que se llegarán a estrenar?

-Ahora no, con esta situación que atravesamos, no. Recuerdo que mis últimos montajes eran caros, porque el vestuario lo era, tan escogido, tan pensado, precioso. Estaba cuidadísimo. Yo ahora las publico. Después, ya veremos. Sólo la palabra es dueña del teatro. Lo demás es una manera de dorar la píldora.

-¿Se considera bien tratado en el teatro español?

-Soy un dramaturgo bien estrenado y bien tratado. Lo que al tiempo me halaga y me alarma; sobre todo, por la cantidad de textos que se han escrito sobre mí y el espacio que me han dedicado.

-Es un ejemplo casi único de artista multipremiado en vida en un país tan cicatero, tan injusto siempre para reconocer a quien lo merece.

-Madre mía, es verdad que los premios que he recibido son una barbaridad. Y en vida. Los Nacionales, el Príncipe de Asturias, que es un orgullo. Los tengo todos en mi habitación, como si fuera el cementerio de La Almudena. Son una barbaridad.

-¿Echa de menos el Cervantes, que le es esquivo?

-El Cervantes me da igual, me contento con el Príncipe de Asturias.

-¿Es un buen momento para el teatro español?

-Yo lo veo estupendo, sí, y eso a pesar del IVA y de lo carísimo que se ha puesto todo. Fíjate que a pesar de ello no se pierde la ilusión por estrenar, pobrecillos (y rompe a reír). En la cartelera hay de todo, obras llenas imaginación y autores de primera. Y otros que no lo son.

-Dígame el nombre de uno joven a quien admire.

-Juan Mayorga, muy serio y muy culto. Yo no puedo admitir un teatro donde se haga «El Inspector» de Gogol y lo trufen de gracietas.

Alfonso XIII en el Real

Inauguró el Real con «La vida breve» de Falla. Y después estrenó allí «La señorita Cristina» de Luis de Pablo. ¿Le gustaría volver? Y regresa a su niñez, cuando pasaba delante del edificio, medio en ruinas, junto a su madre, que le contaba que había visto reír en el palco a Alfonso XIII «y yo soñaba con esos fastos y con pisarlo. Trabajar en el Real es un regalo y haber visto el "San Francisco"de Messiaen. Ahora está un director muy atrevido y certero, aunque también se cometen pifias modernistas. Nos ha dado un buen batacazo y nos ha quitado muchísimo público», se lamenta.

Conoció a Dalí un día. Iba por la calle junto a un amigo que se percató de quién era. Éste le pidió un autógrafo «y Dalí se lo escribió con tanta fuerza que rompió la pluma, la dejó hecha un desastre. Y mi amigo se la llevó a casa y la enmarcó», recuerda. Y enlaza con los años que trabajó en Cifesa, cuando cobraba 300 pesetas, que era una miseria, «una época muy barojiana». Y su primer papel, en una película de Betriu, «que me cogió porque decía que tenía cara de hidalgo antiguo». Y sale en la conversación Luis Escobar: «Montó un "Don Juan Tenorio"fantástico». Lo que nos hemos reído juntos. Se le olvidaba todo». Nieva se desborda en la conversación («cosmopolita, sí, pero muy madrileño y muy de pueblo», dice). Cada frase es una lección, cada gesto, cada mirada suya, la colocación de sus manos delgadas, casi de adolescente, curtidas por el sol: «No hay que perder la ilusión. Un joven no puede morir pero un viejo ya no puede vivir. Yo no dejo de tener proyectos ni de creer en determinadas cosas, trabajo cada día. Estoy vivo. Acabo de perder a José Luis Sampedro, con quien he tenido una gran amistad, muy gratificante. La última vez que le vi en la Academia le dije: "Se te está poniendo cara de Don Quijote Santo". Compartí muchas de sus ideas. Y también se nos fue Mingote, otra pérdida».

-¿Y en qué cree usted?

-Creo en la ciencia y sé que por encima hay un Dios particular para cada uno y no nos podemos meter en metafísicas. He comprendido a los curas que ha habido en mi familia, sus discursos, sus pensamientos, a la Iglesia, en general. Y la valoro. Y estoy seguro de que el Papa Francisco va a hacer cosas importantes, y muchas. Me parece un hombre fantástico, y eso que es jesuita y son para abrocharse la chaqueta. Qué educación literaria más buena tienen. Yo he sentido una inmensa admiración por San Ignacio de Loyola, su influencia cultural y artística es enorme. Y cómo es la belleza de la arquitectura jesuítica, con esas balaustradas de oro y esos soberbios estucos. Hay algo de caracter estético que siempre me ha puesto de su parte. Aunque te quedas también espantado de los juicios a brujas y herejes que llevaban a cabo, con ese olor terrible que debían destilar los cuerpos quemados a grasa frita.

-España es puro teatro.

-Políticamente es un desastre. El capital necesita reformas. Hay algo que no va, que no funciona, pero soy optimista y vitalísimo, y vamos a salir adelante, claro que sí, pero con el esfuerzo de todos, tirando a la vez en la misma dirección. No todo en la vida es ser de izquierdas o de derechas. Yo he sido y soy absolutamente imparcial, no me he sentido obligado a nada en mi vida. He sido y soy libre, ni puedo mentir ni quiero mentir. Me ha impulsado siempre el hecho de querer hacer de cualquier realidad un misterio.

-No ha perdido su pasión.

-Por el camino se dejan cosas, pero antes que la reflexión existe la pasión, de lo contrario, no se podría reflexionar sobre nada. Eso de que «toda literatura es reflexión apasionada» es una solemne verdad.

Sardinas con Sara Montiel

Mantuvo una relación muy especial con Sara Montiel: «Era un producto hispano de Hollywood. Había aprendido de las grandes de allí, de las divas. Nos juntábamos en casa del pintor Ginés Liébana y ahí estaba María Antonia. Una noche llegó para freírnos sardinas "sin raspa y en camiseta", decía. Cómo disfrutábamos rebozándolas en harina. Nos separaban cantidad de cosas en el terreno profesional, pero en aquellas reuniones nos aliaba el aceite frito (y lo describe tan apasionadamente que casi se llega a oler la fritanga). Era tan luminosa. Trabajamos juntos en "Esa mujer". de Mario Camus. La recuerdo como una Aldonza manchega llena de luz. Y me honro de haber tomado los mismos huevos fritos que Gary Cooper, aunque a mí me hacía gachas manchegas con torreznos». Aunque para grande grande, la Dietrich: «No ha habido otra como ella. Yo la veía en Berlín sin pintar, con un pañuelo en la cabeza. Qué monstruo era y cómo se movía».