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Hemos sido engañados: 'montar un pollo' no hace referencia a lo que solíamos creer

Aunque se trata de una expresión que utilizamos mucho de forma cotidiana, su origen es muy distinto al que se le suele atribuir
Hemos sido engañados: 'montar un pollo' no hace referencia a lo que solíamos creer
Pollito amarillo
Carlos Olmo
  • Carlos Olmo López (Ávila, 2000) estudió comunicación audiovisual en la Universidad Rey Juan Carlos siguiendo su vocación por la escritura. Inició su carrera profesional en Radio Adaja, aunque también ha trabajado en el mundo del espectáculo y en pódcast. En la actualidad, colabora con La Razón

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El número exacto de palabras en español no es algo fijo, ya que el idioma está en constante evolución. Actualmente, el Diccionario de la Lengua Española (DLE) de la Real Academia Española (RAE) contiene aproximadamente 93,000 palabras, aunque no dejan de sumarse nuevas incorporaciones cada año. Además, si a éstas les sumáramos todos los términos especializados de disciplinas como la medicina, tecnología, derecho, ciencia, etc., el número aumenta drásticamente.
Es humanamente casi imposible para una persona conocer tantos miles de conceptos, ya que la mayoría de nosotros operamos con en torno a tres mil o cinco mil palabras por día. El lenguaje es una herramienta práctica, es decir, que puede ser utilizada sin conocer en profundidad el origen de cada uno de los elementos que lo configuran.
En el mundo existen aproximadamente unas 474 millones de personas que tienen el español como lengua materna, por lo que somos el segundo idioma del mundo en este aspecto. Al ser tan hablado y en regiones tan diferentes, nuestra lengua cambia considerablemente dependiendo de la cultura o el contexto en el que nos encontremos, lo que ha dado origen a distintos términos.
La RAE respalda más de 100.000 palabras en su diccionario
La RAE respalda más de 100.000 palabras en su diccionario
A pesar de que no sea estrictamente necesario conocer el origen de una palabra o expresión para poder utilizarla, en muchas ocasiones es de gran utilidad. Como en el caso del enunciado del que hablaremos hoy, que está basado en un concepto muy diferente al que nuestra intuición podría identificar, y podríamos llegar a usarlo erróneamente de no saberlo.

Hemos sido engañados: 'montar un pollo' no hace referencia a lo que solíamos creer

La expresión "montar un pollo" es un coloquialismo propio de España que significa hacer un escándalo, armar un alboroto o causar una escena, generalmente en un contexto de enfado o desacuerdo. Se usa para describir una reacción exagerada o desproporcionada ante una situación que no lo merece.
Existen varias expresiones similares que se pueden utilizar como sinónimos en muchos contextos, como ya hemos apuntado: ‘hacer un drama’, ‘armar un escándalo’ o ‘hacer un berrinche’. Sin embargo, el origen de este coloquialismo sigue sin estar claro del todo hoy en día, aunque analizarlo puede ser muy interesante para entender mejor el funcionamiento de nuestro idioma.
El diccionario de la RAE recoge la quinta acepción de la palabra ‘pollo’ como: “(coloq.) Lío, escándalo”. Otras fuentes apuntan a que no existiría ninguna relación entre el ‘pollo’ como el animal de granja, cría que nace del huevo de un ave, y la acción histriónica de armar un escándalo desproporcionado.
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El profesor de lengua y creador de contenido Óscar Cortina (@oscarcortinaprofedelengua2023) explicaba en uno de sus vídeos que “montar un pollo” originalmente hacía referencia a ‘poyo’, que el diccionario recoge como “banco de piedra u otra materia arrimado a las paredes, ordinariamente a la puerta de las casas de zonas rurales”.
Según el docente, antiguamente algunas personas se subían a estos ‘poyos’ cuando querían ejercer de oradores y hablar en público desde una posición elevada, especialmente a la hora de dar una arenga o discurso. Estas intervenciones, como explica Óscar Cortina, muchas veces “terminaban en una pelea o trifulca”.
Con el tiempo, de la expresión ‘montar el poyo’ acabó derivándose ‘poyo’ como sinónimo de escándalo o trifulca. Más adelante, la RAE terminó por aceptar como ‘pollo’ con ‘ll’ en lugar de con ‘y’, según esta hipótesis. Ninguna relación guarda, entonces, con cabalgar a lomos de un pollo como animal, sino algo totalmente distinto.