Literatura

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Hinojosa, el surrealista incómodo

Tal día como hoy de 1936 caía asesinado ante las tapias del cementerio de Málaga el autor de «La flor de Californía». José María Hinojosa corrió la misma suerte que su amigo Federico García Lorca, pero en el otro bando. Considerado como el primer autor surrealista en la literatura española, la muerte de este poeta malagueño lo convirtió en una víctima más de la Guerra Civil

De izquierda a derecha, Dalí, María Luisa González, Luis Buñuel, Moreno Villa, Juan Vicens y José María Hinojosa, los miembros de la Orden de Toledo
De izquierda a derecha, Dalí, María Luisa González, Luis Buñuel, Moreno Villa, Juan Vicens y José María Hinojosa, los miembros de la Orden de Toledolarazon

Tal día como hoy de 1936 caía asesinado ante las tapias del cementerio de Málaga el autor de «La flor de Californía». José María Hinojosa corrió la misma suerte que su amigo Federico García Lorca, pero en el otro bando. Considerado como el primer autor surrealista en la literatura española, la muerte de este poeta malagueño lo convirtió en una víctima más de la Guerra Civil

En el interior de la catedral de Málaga, dentro de una cripta reposan los restos de 1.100 personas asesinadas entre 1936 y 1937 siguiendo en muchos casos las órdenes de las autoridades republicanas de la ciudad andaluza. Entre los cuerpos de esa gran fosa común se encuentra el de José María Hinojosa, integrante de la Generación del 27. Su muerte ocurrió cinco días después que la de su amigo Federico García Lorca, muerto como él, a tiros durante el sangriento y caluroso mes de agosto de 1936, víctima del odio y la intolerancia, en otra parte de Andalucía. Lorca e Hinojosa son, cada uno a su manera, símbolos de lo que fue la brutalidad de la Guerra Civil. Sin embargo hoy, día en el que se conmemoran los ochenta años de la muerte de Hinojosa, no hay prevista ninguna actividad en su ciudad para recordar la efeméride. Es el otro asesinato del 27.

Cuando cae asesinado Hinojosa, junto con su padre y su hermano, además de otras personas, como Luis Altolaguirre –hermano del también poeta del 27 Manuel Altolaguirre–hacía tiempo que, como explicó a este diario Alfonso Sánchez, su principal estudioso, «había dejado de ser un hombre de letras. Deja de publicar en 1931 con la aparición de “La sangre en libertad” y se dedica a la política». El poeta deja el mundo literario, en el que se había codeado con Lorca, Prados o Cernuda, «medio enfadado y no le importó no formar parte de la antología de Gerardo Diego. En 1936 asesinaron al Hinojosa político, no al escritor». Sánchez, responsable de la edición de la obra completa del autor, así como de varios estudios sobre su vida y obra, además de una obra de teatro «El buzo y la aviadora» en la que recrea sus últimos días, cree que José María Hinojosa es «un buen secundario de la Generación del 27, un secundario de lujo. No tuvo prejuicios en proclamar “yo soy surrealista” antes que nadie. Tiene una voz y un mundo propios que son rompedores en su época». Por todo ello, este especialista no cree que sea correcto definirlo como «un poeta olvidado. No lo es. Hay malos o buenos poetas, pero no olvidados. Lo que pasa es que en este país la poesía no se lee. Hinojosa ha conocido tres ediciones de su obra completa desde 1974, algo que no está nada mal. Hay que acabar con ese camelo del olvido».

- Poemarios ilustrados

Sin embargo ese planteamiento no lo comparte Ariel Doménech, librero y coleccionista, además de lector de pro de Hinojosa. «Está del todo olvidado y completamente desconocido. Las dos Españas se han encargado bien de ello», matiza en conversación con este diario. Cuando a Doménech, quien atesora primeras ediciones de Hinojosa, incluso firmadas, se le pregunta por dónde empezar a sumergirse en el universo del poeta, responde que «los libros de Hinojosa tienen la particularidad de poder ser leídos y contemplados a un mismo tiempo ya que en su mayor parte fueron ilustrados por algunos de los artistas más significativos de la época. Recomiendo la lectura de “La flor de Californía”, primera aproximación al surrealismo de la literatura española; y sugiero la insinuación que hace Ángeles Ortiz en el retrato que abre el libro “Poesía de perfil”».

José María Hinojosa iba para abogado y se fue a Granada a estudiar Derecho donde se hizo amigo de los hermanos Federico y Francisco García Lorca, además de tener como uno de sus maestros a Fernando de los Ríos. De allí pasó al Madrid de las vanguardias, el de la llamada Edad de Plata, donde un grupo de jóvenes creadores estaban innovando en literatura y arte, siendo la Residencia de Estudiantes el centro de buena parte de esta revolución. «Isabel, la hermana de José María Hinojosa, me dijo algo que comentaba su madre a propósito de la Residencia: “A una casa abiertamente atea no va mi hijo”. José María no estuvo allí, aunque le hubiera gustado estar fijo», según explica Alfonso Sánchez.

En sus visitas a aquel centro dirigido por otro malagueño, Alberto Jiménez Fraud, Hinojosa se reencontró con Lorca o Emilio Prados, además de hacerse íntimo de Luis Buñuel, Juan Vicens, Pepín Bello o Salvador Dalí. Este último sería el ilustrador de «Poema del campo», su primer libro de versos aparecido en 1925, publicado en la imprenta de Gabriel García Maroto, el pintor que también publicó «Impresiones y paisajes» de un desconocido Lorca. Sánchez considera decisivo el viaje que en 1928 realiza a la Unión Soviética, acompañando entonces al recién casado José Bergamín. «Él mismo proclama que será el primer escritor en viajar a Rusia y no escribir sobre ello. Sin embargo, se sabe que no le gustó nada lo que vio. No le agrada la revolución y que el surrealismo entre en la revolución. Él mismo se pregunta: “¿qué pinto aquí?”».

Tras la aparición de «La sangre en libertad» –con ilustraciones de Àngel Planells y José Moreno Villa– y con una novia, Ana Freüller , que le pide que se dedique a la abogacía, Hinojosa deja la literatura y se mete en política. Es un hombre conservador, alejado ideológicamente de sus compañeros de generación, de sus amigos de la revista malagueña «Litoral», de la que llegó a ser director. Se presentará a las elecciones, pero nunca obtendrá el acta de diputado. Sí se consiguió, en cambio, en 1933, Delegado del Gobierno de la Conferencia Hidrográfica del Sur de España con sede en Málaga.

Cuando estalla la Guerra Civil, José María Hinojosa, según su biógrafo, «es un hombre muy conocido en Málaga. Las milicias anarquistas saben perfectamenten quién es». Una semana después del inicio de la contienda, Hinojosa fue detenido. Su casa fue saqueada y luego quemada, perdiéndose su biblioteca, su archivo personal y una colección de arte en la que había obras de autores como Dalí, Picasso, Planells y Moreno Villa. Unos días más tarde, el 22 de agosto, es asesinado, «no por unos incontrolados. Fueron dos miembros del CSP, Ortiz Acevedo y Millán López, quienes ordenan la ejecución».

El poeta se convierte, desde ese momento, en un nombre incómodo, como subraya Sánchez. Un bando no lo reivindica porque es el que ha causado su muerte. El otro se queda con el político y deja a un lado al escritor de vanguardia que fue.

Un caballero de la Orden de Toledo

En una de sus cartas a Pepín Bello, Luis Buñuel escribía una pequeña lista con sus mejores amigos y citaba, en primer lugar, a José María Hinojosa. El malagueño fue precisamente uno de los caballeros de la Orden de Toledo, aquella asociación que tenía como objetivo adorar y admirar la ciudad castellana, una idea divertida del futuro cineasta aragonés y que contó con la complicidad de Dalí, Lorca, Bello, Alberti o Moreno Villa. La complicidad de Hinojosa con quienes serían los principales promotores del surrealismo es evidente, por ejemplo, en el poemario «La flor de Californía» donde, como argumenta Alfonso Sánchez, aparece el ojo cortado del Buñuel de «Un perro andaluz» o los animales ardiendo que luego recreará Dalí en algunos de sus óleos más célebres. Precisamente con el ampurdanés tuvo el poeta un especial afecto hasta el punto de ser el responsable de financiar la estancia de los recién casados Gala y Salvador Dalí en Torremolinos, en 1930, durante su luna de miel con ecos surrealistas.