Así fue el desastre de la playa de Streedagh, donde murieron más de mil españoles de la Armada Invencible ahogados o asesinados por los ingleses
Tres buques naufragaron frente a la costa de Irlanda: los que no fallecieron ahogados fueron asesinados en tierra. Apenas un centenar sobrevivieron. Ahora, cada año son recordado por los irlandeses en un homenaje
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Haber sido un gran imperio y una de las naciones más poderosas del mundo durante siglos, además de gloria, ha dejado un reguero de muertos españoles a lo largo y ancho del mundo. Nuestros soldados han caído bravamente en combate en los cinco continentes y hemos sembrado de cementerios patrios el mapa mundi, aunque a España nunca se le ha dado demasiado bien honrar a sus muertos, que a menudo yacen olvidados sin el respeto y la memoria que merecen.
De la Armada Invencible, nombre puesto con muy mala leche por los ingleses y comprado sin rechistar por España, se ha contado casi todo, aunque no siempre bien contado, pues ni fue tan desastre para Felipe II ni tan victoria para Isabel I. Sin embargo, lo que sí es cierto es que en su intento de huir del mal tiempo que azotó a los barcos españoles y de la flota inglesa, varios buques españoles rodearon las islas hasta llegar a las costas de Irlanda.
La cadena de temporales que azotó a las islas británicas desde el 12 de septiembre de 1588 provocaron el hundimiento en Irlanda de 25 de los navíos que componían la Armada Invencible, tres de los cuales, La Lavia (el almiranta, o vice buque insignia de la flota, que llevaba a bordo al Juez Abogado General, Martín de Aranda, responsable de la disciplina de la Armada), Santa María de Visón y La Juliana, naufragaron a la vez en la playa de Streedagh.
En total, los tres barcos desplazaban 2254 toneladas y transportaban un mínimo de 807 soldados y 206 marineros, lo que hace un complemento mínimo estimado de 1.013 personas a bordo de los barcos en el momento del hundimiento, aunque es probable que el número fuera considerablemente mayor debido a las transferencias entre barcos desde embarcaciones dañadas o perdidas.
Los barcos habían sufrido graves daños en los combates en el canal de la Mancha, donde el escuadrón de Levante fue uno de los primeros en enfrentarse. También habían cortado sus anclas principales tras el contacto con los barcos de fuego ingleses justo antes de la batalla de Gravelines. Estos factores, junto a la dificultad que tenía este tipo de buques para navegar a barlovento los dejaba como la parte más vulnerable de la flota.
En su viaje bordeando la costa irlandesa en su intento de regresar a España tras la batalla mantenida con los ingleses y contra todo tipo de desgracias en el Canal de la Mancha, estas tres naves se separaron del grueso de la Armada a primeros de septiembre de 1588. Hacia el 13 de septiembre las tres naves habrían sobrepasado Bloody Foreland, ya en la isla de Irlanda, y habrían entrado ya en la Bahía de Donegal para hacer reparaciones e intentar aprovisionarse.
Finalmente consiguieron fondear el día 16 cerca de la playa de Streedagh (a “más de media legua de la tierra”, unos tres kilómetros), pero el 21 de septiembre la tormenta empeoró y cambió hacia el oeste-noroeste, con lo que los barcos no tenían refugio posible. Golpeados de costado por enormes mares, los cables se rompieron y los barcos fueron llevados a la orilla donde se rompieron rápidamente. La escena fue descrita por el testigo y el sobreviviente capitán Francisco de Cuéllar:
“... y no pudiendo capear alrededor o doblar Cape Clear, en Irlanda, debido a la fuerte tormenta que se levantó en la proa, se vio obligado a dirigirse a la tierra con estos tres barcos, que, como digo, eran de la mayor, y anclar a más de media legua de la costa, donde permanecimos cuatro días sin poder hacer provisiones, ni siquiera se pudo hacer. Al quinto día se desató una tormenta tan grande en nuestra viga, con un mar hasta el cielo, de manera que los cables no pudieron sostenernos ni las velas nos sirvieron, y fuimos llevados a tierra con los tres barcos en una playa, cubiertos. de arena muy fina, encerrada por un lado y por el otro por grandes rocas. Nunca se había visto algo así porque, en una hora, nuestros tres barcos se rompieron por completo, con menos de trescientos hombres sobreviviendo. Más de mil se ahogaron entre ellos mucha gente importante, capitanes, caballeros y oficiales regulares .... muchos hombres se ahogaron dentro de los barcos, mientras que otros saltaron al agua para no volver a subir jamás”.
En total, se calcula que murieron entre 1.000 y 1.100 de los españoles que iban a bordo de esos barcos,
Este hecho supone, junto al naufragio de la galeaza Girona en Lacada Point, la mayor tragedia en número de fallecidos de la Armada mandada por Felipe II para el derrocamiento de Isabel I de Inglaterra.
Uno de esos supervivientes, el mencionado capitán Francisco de Cuéllar, capitán de la Lavia, se ha convertido en un personaje casi legendario, más reconocido quizás en la propia Irlanda que en España. El navegante segoviano sobrevivió al hundimiento a pesar de no saber nadar. Él mismo escribió su odisea un año más tarde en Amberes, lo que, con el paso del tiempo, se ha convertido en la Cuéllar Trail, un itinerario por la costa irlandesa donde acaecieron los naufragios que en la actualidad peina los bellos paisajes de los Condados de Sligo y Leitrim recordando su historia.
Según recoge el marino e historiador del siglo XIX Cesáreo Fernández Duro, Cuéllar pasó “más de siete meses entre breñas y bosques, herido, desnudo, sufriendo del frío y del hambre tormentos crueles y corriendo aventuras tales que, según su decir, pudieran creerse sacadas de un libro de caballería. Caminando siempre por despoblado, acogido á veces por aldeanas compasivas; apaleado otras por los labradores; dando movimiento á los fuelles de herrero por un poco de pan de avena; escapando al monte al aproximarse los sajones; acudiendo al amparo de clérigos que comprendían su latín macarrónico, llegó á refugiarse al fin: primero, en las tierras de un señor, que nombra Ruerque, «muy buen cristiano, enemigo de los herejes, que tenía siempre guerra con ellos» y había acogido hasta setenta españoles de los náufragos; después en casa de otro señor, dicho Manglana, enemigo también de la reina de Inglaterra, y si bien fué causa de que el gobernador de Irlanda sitiara el castillo con fuerza considerable, Cuéllar, con otros ocho españoles, lo defendió y libró, gracias al temporal de nieves y aguas que obligó á los agresores á levantar el campo. Marchó seguidamente el fugitivo á los dominios del príncipe Ocan con propósito de embarcarse para Escocia, lo que consiguió por la piedad del obispo D. Reymundo Termi, y de allí logró rescate para Flandes, negociado por el duque de Parma”.
Lo que parece claro es que ingleses e irlandeses asesinaron cruelmente a muchos de los marinos españoles que sobrevivieron a los naufragios de la Armada Invencible, pese a que la leyenda negra recayó después sobre España.
Sin embargo, también es cierto que hubo nobles familias irlandesas que dieron cobijo a los españoles y pagaron cara su ayuda con duras penas o, incluso, con la vida. Así, según sigue el relato de Fernández Duro, “dieron acogida á los españoles. Bryan O’Rourke, católico, liberal, amigo y protector de las letras tanto como opuesto á la dominación inglesa, se vió en la necesidad de salir de la isla, pasando á Escocia con esperanza de encontrar auxilio si no protección abierta; pero bien juzgado tenía el capitán Cuéllar al monarca escribiendo «el rey de Escocia no es nada, ni tiene autoridad ni talla de rey, y no se mueve un paso ni come bocado que no sea por orden de Isabel.» El noble O’Rourke, entregado por él á su enemiga, acusado de alta traición, fué ahorcado y descuartizado en Londres en 1591, mostrándose hasta el momento del suplicio altivo y digno. Los historiadores de Irlanda aseguran que el crimen de que pudiera hacérsele culpable era el de haber dado asilo á náufragos en que únicamente una barbarie incalificable podría ver enemigos. La familia de los Manglana ó Mac Glanahie sufrió también persecuciones; la corona confiscó sus bienes, y uno de los descendientes directos recibe actualmente en monasterio de España la hospitalidad que tan generosamente dieron sus antepasados á los infelices de la Invencible”.
En total, apenas 100 españoles, incluido el propio Cuéllar, lograron sobrevivir y volver a España sanos y salvos.
Hoy en día, más de 430 años después de aquel terrible episodio, en la playa de Streedagh, son muchos los irlandeses que recuerdan a los muertos españoles y, así, cada año, a mediados de septiembre, el pueblo de Grange, en el condado de Sligo, viene rindiendo homenaje a aquellos náufragos plantando un millar de cruces en la playa de Streedagh, la misma ante la que naufragaron esos buques, en lo que este año han denominado “Remembering the Armada”.
Además, los habitantes de esta zona de Irlanda celebran lo que llaman la Twilight Parade (Desfile del Crepúsculo), un recuerdo a aquellos marinos venidos desde España, y para ello engalanan sus calles con banderas de España. De hecho, si visitamos la zona podemos encontrar el Spanish Armada Visitor Center, en Old Courthouse, que es un como un centro de interpretación de lo ocurrido donde se organizan visitas y se ofrece información.
En los últimos años los actos han contado con la colaboración de la embajada de España en Irlanda y con la presencia de un buque de la Armada, como es el caso del patrullero “Centinela”.
También es digna de mención la asociación Spanish Armada Ireland, presidida por Eddie O’Gorman, que lucha por mantener vivo el recuerdo de lo ocurrido allá por septiembre de 1588.
De hecho, la playa de Streedagh no es la única con muertos españoles. A ésta se le unen lugares como Kinnagoe Bay, el enclave donde tuvo lugar el primer naufragio, o los acantilados de Moher, donde se hundieron el San Esteban y el San Marcos. Son los “Spanish Points”, lugares que recuerdan el fatídico acontecimiento.
Aunque no se sabe a ciencia cierta, sí que se estima que unos 10.000 españoles murieron ahogados o ajusticiados por los ingleses, que además los desnudaron como acto de humillación pública.