Elizabeth Riddle Graves: mujeres en el parto de la bomba atómica
Detrás del Proyecto Manhattan, que dio lugar a la gran destrucción, trabajaron 640 mujeres: una de ellas fue esta mujer, esencial por sus conocimientos de física
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Tras el lanzamiento de la nueva película «Oppenheimer» (2023) de Christopher Nolan, han surgido críticas sobre la escasa representación femenina en la cinta. Solo aparecen mujeres pivotando en torno a la figura de J. Robert Oppenheimer. Lo que resulta notable no es tanto la tendencia del director británico por centrarse únicamente en personajes masculinos en todas sus películas, sino el sorprendente número de mujeres que participaron en la construcción de la bomba atómica y que no se refleja en el filme. Durante los años 40, en las instalaciones del laboratorio de Los Álamos del Proyecto Manhattan en Nuevo México, trabajaron 640 mujeres entre 1942 y 1946, lo que representaba un 11% del personal total. Este número es significativo, especialmente teniendo en cuenta la época.
Si ves la película, identificarás dos escenas en las que las mujeres desempeñan un papel que merece mayor atención. La primera ocurre cuando una mujer responde a una oferta de trabajo, y el personaje de «Oppie» asume que se trata de una secretaria, a lo que ella indica que ha estudiado química. Este personaje está basado en la científica Lilli Hornig y resalta la variedad de roles desempeñados por las mujeres, que iban más allá de las tareas de oficina. Mientras muchos hombres eran convocados al servicio militar, el Cuerpo Auxiliar del Ejército Femenino (WAAC) fue llamado para cubrir sus puestos. Y es que las mujeres desempeñaron roles fundamentales en diversas áreas dentro del complejo del Proyecto Manhattan, incluyendo labores como enfermeras, profesoras, bibliotecarias y secretarias. También se encargaron de vender y tramitar bonos de guerra, trabajar en los mostradores de las residencias universitarias y las oficinas de correos, soldar, e incluso supervisar los paneles de control del calutrón (espectrómetros de masa utilizados para separar los isótopos de uranio y producir uranio enriquecido). Son notorias las «Calutron Girls», un grupo de 10.000 mujeres que se unieron a una empresa secreta en tiempos de guerra, sin conocer la verdadera naturaleza del proyecto altamente clasificado que finalmente contribuyó a la victoria en la Segunda Guerra Mundial.
La segunda escena relevante es cuando Lilli Hornig debate con sus compañeros masculinos sobre la exposición radioactiva al plutonio y su impacto en la fertilidad femenina. En realidad, esta escena refleja el despido improcedente de la científica y la experiencia de Elizabeth Riddle Graves, apodada «Diz», una figura esencial pero poco conocida para el Proyecto Manhatta. Doctora en física y siendo en 1942 una de las únicas expertas del país con experiencia en la dispersión rápida de neutrones, trabajaba como investigadora voluntaria en la universidad debido a la tendencia a no contratar a mujeres en el mundo académico, al no considerarlas válidas. Reubicada prácticamente de la noche a la mañana en el proyecto clandestino en Los Álamos, Diz se incorporó al «Laboratorio Metalúrgico» con Enrico Fermi en 1943, ya como científica de pleno derecho, y aplicó sus conocimientos para estudiar el papel de los neutrones en el proyecto nuclear. En el Proyecto Manhattan, el sexo, los estudios o la edad no importaban cuando lo primordial era ganar la guerra y ser productivos para el proyecto.
Diz se ajustaba perfectamente al perfil al ser una trabajadora nata. Sus compañeros admiraban su ética laboral y la claridad de sus pensamientos. De hecho, se convirtió en la experta que aplicó su conocimiento de la estructura nuclear para seleccionar un reflector de neutrones adecuado que contribuyó al éxito de la bomba atómica. Era una de los pocos físicos capaces de operar el acelerador Cockcroft-Walton necesario para los experimentos. A pesar de su destacado papel, no se le permitió presenciar de cerca la primera explosión nuclear el 16 de julio de 1945. Embarazada de 7 meses, ella y su marido Alvin R. Graves observaron la explosión alejados del observatorio central, pero se las ingeniaron para usar contadores Geiger y monitorear la lluvia radiactiva de la prueba desde la distancia. Aun así, en su incansable determinación, el día de su parto continuó trabajando en medio de un experimento, cronometrando sus contracciones para saber cuándo debía abandonar su puesto e ir al hospital. Después de la guerra, permaneció en Los Álamos, convirtiéndose en una de las científicas de mayor rango. Recogió el premio en nombre de su esposo por su enorme trabajo cuando él falleció, pero ella nunca recibió ningún reconocimiento.
Esta historia es tan extraordinaria que ejemplifica claramente que las mujeres no solo fueron el apoyo del equipo del «destructor de mundos», haciéndose cargos de trabajo de cuidados, sino que también fueron mentes brillantes que hicieron contribuciones significativas para la creación de la primera bomba nuclear.