Libros

Una historia familiar

Hijos descuartizados, madres asesinadas en la cama, bodas de sangre... los secretos de familia más atroces

Simon Sebag Montefiore publica una obra monumental sobre la historia de la humanidad, "pero con un toque innovador", dice de un libro centrado en las familias más poderosas de siempre y que reúne vidas reales que superan la mejor trama del guionista más inspirado: "El final del mundo está más cerca que nunca"

Posado del último zar, Nicolás II, junto a su familia
Con la desaparición del último zar, Nicolás II, se extinguió la era de los Románovlarazonfreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@731b78c5

Dice Simon Sebag Montefiore (Londres, 1965) que suspiró aliviado cuando terminó El Mundo (Crítica), y no es para menos: casi 1.500 páginas en las que aborda la historia a través de las familias más poderosas que han habitado la Tierra. «Y alguna me he dejado fuera», sonríe esta estrella de la historiografía que no sabe hacer libros pequeños. Los Románov y Jerusalén solo fueron píldoras de lo que ya venía cocinando a fuego muy lento, «una obra de síntesis producto de toda una vida de lecturas» en la que estallan miles de vidas reales que superan la mejor trama del guionista más inspirado: los Ming, los Borbones, Gengis Kan, Maria Antonieta, Iván el terrible, Indira Gandhi, el káiser Guillermo, De Gaulle...; madres y padres amorosos, pero también Tolomeo VIII «el Barrigón» o Nader Sha y la emperatriz Iris, que hicieron buenas perrerías a sus hijos: el primero, descuartizaría a su hijo antes de mandárselo a la madre, mientras que los segundos cegaron a sus pequeños; y no fueron los únicos... «Las calamidades vendrán de los que amas», advirtió Han Fei Tzu a su monarca en la China del siglo II a.C., y no le faltaba razón: Nerón durmió con su madre hasta que la asesinó; Catalina de Médici organizó una masacre en la boda de su hija; o más cerca, Kim Jong-un «ha asesinado a su hermano de una forma muy moderna», cuenta. «Se amparó en una escena de un programa de telerrealidad para envenenarlo con un agente nervioso».

Las pisadas de una familia en la playa de Happisburgh, Inglaterra, de hace 950.000 años −las huellas más añejas que se conocen− le marcaron la senda anticipada por el poeta Samuel Johnson: «Todo reino es una familia y toda familia, un pequeño reino». La unidad esencial de la existencia humana, «incluso en la era de la inteligencia artificial» –puntualiza el autor–, como hilo conductor de este «drama polifacético» que pisa guerras, pandemias, traiciones, inundaciones y épocas de esplendor. «Seguimos familias tanto en su círculo más íntimo como en el más amplio», presenta un hombre con el suficiente pedigrí como para que Montefiore sea uno de los linajes protagonistas de este Mundo.

Simon Sebag Montefiore, en el hotel Santo Mauro de Madrid
Simon Sebag Montefiore, en el hotel Santo Mauro de MadridGonzalo Pérez Mata Fotógrafos

−¿Familia y traición van de la mano, son sinónimos?

−No siempre, pero sí.

−¿Dónde se encuentran hoy las familias con más poder?

−Supongo que lo son las saudís. Llevan tiempo gobernando y las reformas que están haciendo son emocionantes.

−¿Por qué?

−Porque realmente pueden transformar Oriente.

−¿Y perdurarán en el tiempo?

−Los historiadores no somos buenos profetas...

"El revisionismo es desastroso es cuando busca remplazar una ideología por otra"

Por eso mismo Montefiore evita mirar al futuro sin conocer el pasado, un pasado que esta vez ha querido abrazar una palabra, «familia», que transmite connotaciones de afecto y bienestar, pero, escribe, «por descontado en la vida real las familias también pueden ser redes de conflictos y crueldades». Ya lo demostró en esa semblanza de los Románov en la que Juego de tronos quedaba en la versión «light» de la saga rusa. Aquí amplía el foco y sigue de cerca a familias poderosas –«no sé cuántas»– en las que la intimidad y el calor del afecto se ven afectados y distorsionados de inmediato por la «implacable y peculiar» dinámica de la política.

Acude el autor a la historia mundial a través de las familias para humanizar un campo que muchas veces puede parecer frío, crudo: «Es una forma de mostrar la cara más humana. Los grandes movimientos de la historia pueden ser impersonales y secos, incluso aburridos, como, por ejemplo, la Revolución Industrial, que a unos les puede parecer emocionante, pero a otros aburrida. Sin embargo, si conoces a las personas se vuelve interesante». Al británico le aburre particularmente una saga con la que comparte nación, «los Tudor», dice convencido. «Isabel I y Enrique VIII me aburren muchísimo», y por ello, en este libro, cubre esa etapa a través de Felipe II, «lo que es inusual para un historiador británico... o una gran mejora con la que se muestra el espíritu del libro: tomar otra perspectiva».

Pero este historiador del poder que cree en la geopolítica como «el motor de la historia» sabe que la sala de máquinas de la cronología humana está en casa y allí, de puertas para dentro, ellas mandan y mandaron tanto como ellos. Mujeres que no han aparecido en primera línea en los textos, pero que pintaron, y mucho, en las decisiones que nos han marcado. Se «alegra» Montefiore de «sacarlas a la luz»: «En algunos lugares, como en África (Benín, en el Imperio Otomano, en Marruecos...), el matriarcado era fundamental». Siente que es «mucho más interesante y representativo de cómo se vivió la vida», y se para para advertir que no lo hace por «seguir las modas de hoy», sino «porque es una historia más real y profunda».

−Sin embargo, no todas las mujeres fueron tan bonitas como las pintan, como Cleopatra, ¿no?

−Es una especie de obsesión y la terminan convirtiendo en feminista, pero nunca lo fue: mató a sus hermanos, asesinó en masa y se aferró al poder por sus relaciones con potentados ricos.

"Una democracia completa sería el caos"

El británico demuestra en su colosal ensayo cómo las dinastías son construcciones que utilizan la confianza y el linaje como un pegamento con el que preservar el poder, proteger la riqueza y compartir peligros. «Pero todos nosotros, instintivamente, comprendemos que todos formamos parte de alguna dinastía y, por tanto, esta historia familiar es también una crónica de todos nosotros». La diferencia está en que las medidas adoptadas por las familias gobernantes, y las cosas que para ellas están en juego, «son más letales», sentencia.

Lo reconoce Montefiore con conocimiento de causa: más allá de su ilustre apellido, es amigo «y admirador» de Carlos III. Le agradece al nuevo rey lo que hizo como príncipe de Gales y el papel desempeñado hasta ahora en un trono que no entiende como algo anacrónico: «Se supone que la monarquía iba a desaparecer hace años y ahí sigue...», cuenta un autor que, sin embargo, no profundiza demasiado en los Windsor. «Estas monarquías mixtas no las veo como un problema. Funciona muy bien tener una democracia liberal personificada por un rey y su familia. Pero por supuesto que son más difíciles de comprender en la era de las noticias de 24 horas y la locura de internet. Es un sistema tan bueno como otro», analiza un hombre que ve los Estados modernos, incluidos los de Norteamérica y Europa occidental, como «menos racionales de lo que nos gusta fingir». Y señala a las «demodinastías» que representan la seguridad y la continuidad, pero que necesitan ser reelegidas (los Kennedy y los Bush, los Kenyatta y los Jama, los Nehru, los Bhutto y los Sharif...).

Montefiore se confiesa "amigo y admirador" de Carlos III de Inglaterra
Montefiore se confiesa "amigo y admirador" de Carlos III de InglaterraJesús Hellín Europa Press

−¿Entiende que alguien pueda ver a los miembros de la corona como unos privilegiados?

−Federico el Grande describía al rey como «el sirviente del Estado». Si son el primer sirviente, entonces, están por debajo de los demás. Es un servicio a la democracia y la mejor manera de mantener alejados los populismos.

−¿Es un marrón?

−Es un sacrificio, un compromiso difícil. Hay que preguntar cómo de democráticos son los sistemas democráticos. Todos tienen fallos. Es más, una democracia completa sería el caos. Todas las democracias constitucionales, como Gran Bretaña, Israel o Italia, tienen grandísimas desventajas.

−Habla de los Borbones en su libro, pero no profundiza en una rama española que tiene mucho de novelesco: la actual situación de Juan Carlos I, por ejemplo.

−Ha tenido escándalos, pero eso no cambia las buenas decisiones que tomó en 1981. Ninguna monarquía se ha puesto tanto a prueba como la española desde 1918, cuando cayeron todas las dinastías.

−¿Es justo mirar el pasado con ojos de hoy?

−Es esencial revisar la historia constantemente. En mi texto África y Asia aparecen muchas veces y gran parte de todo eso ha sido omitido de los libros de la escuela. La historia representa la era en la que ha sido escrita. El pasado tiene mucha esclavitud y muchas veces todo eso queda fuera. Pero donde el revisionismo es desastroso, ridículo y malo es cuando busca remplazar una ideología por otra e impones esa camisa de fuerza para beneficiarte. Eso es perder el tiempo.

"La Historia se vuelve interesante si conoces a las personas"

−El Papa Francisco dijo que, definitivamente, estamos en la Tercera Guerra Mundial, ¿lo cree así?

−No sé si acudiría al Papa para un análisis de política exterior por mucho que le respete... Pero tiene razón en que cuando comience la IIIGM será lentamente y solo con el tiempo nos daremos cuenta.

−Usted conoce bien la historia de Rusia, ha escrito mucho sobre ella, ¿se enquistará la guerra de Ucrania en el tiempo?

−Sí. Ucrania representa un conflicto entre dos visiones del mundo. Podría tener un fin, y la única manera de que llegue es con la caída de Putin o con una victoria ucraniana, que podría ser, pero es más probable que se convierta en una guerra de desgaste muy larga. La paz señalará las fronteras de Ucrania como pasó en Corea en el 53 y en Israel a finales de los 40. Habrá guerras periódicas y Ucrania se convertirá en una especie de Israel armada dentro de Europa, una especie de democracia militar.

−También habla del fin del mundo. Asegura que no lo ve lejos...

−Está más cerca de lo que ha estado antes. Aunque solo sea por la proliferación nuclear y por otras crisis, como la climática. Un incidente nuclear aislado no significará el final del mundo y habrá alguno en los próximos 50 años porque los generales siempre quieren usar las armas que tienen. Por otro lado, confío en que los problemas se resuelva con ingenio, creatividad, cooperación... y suerte.