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La voz de la poesía omeya: Layla al-Akhyaliyya

La historia de la poetisa omeya no es solo la de un amor trágico, sino la de una revolución cultural dentro de la poesía árabe
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Layla al-Akhyaliyya
Sonsoles Costero-Quiroga

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Las elegías en la época del califato omeya (661-750) fueron un género literario ampliamente reconocido, donde las mujeres destacaron en su composición. Una de las más célebres fue al-Khansa’ (m. c. 644), célebre por sus versos de duelo dedicados a su familia. Sin embargo, Layla al-Akhyaliyya rompió con esta tradición: en lugar de lamentar la muerte de un pariente, escribió elegías para un hombre que amó pero que fue asesinado en una incursión. Su historia no es solo la de un amor trágico, sino la de una revolución cultural dentro de la poesía árabe. 
al-Akhyaliyya vivió durante el apogeo del califato omeya, una era caracterizada por la expansión territorial, consolidación lingüística y cultural, y rivalidades dentro de la corte de Damasco. Aunque el dominio omeya fue breve en comparación con otros califatos, su impacto en la poesía, el arte y la sociedad islámica fue profundo. Poco se sabe sobre la vida de al-Akhyaliyya, pues las fuentes que la mencionan la asocian principalmente con su amante y con su muerte, más que con su propia identidad. Nacida en el siglo VII en la región occidental de la Península Arábiga, pertenecía a la antigua tribu árabe Banu ‘Uqayl, un linaje noble dentro del grupo Banu ‘Amir. Su apellido al-Akhyaliyya deriva de su abuelo al-Akhyal, lo que sugiere un linaje noble y distinguido. Se dice que superó a muchos poetas en la sátira y que se expresaba con una elocuencia extraordinaria, desempeñando con maestría el papel de poeta tribal. Tenía un marcado carácter y era una figura independiente y respetada.
Amantes en secreto
Aunque su fecha de nacimiento es incierta, sabemos que compuso una elegía para el califa ‘Uthman (644-656), lo que indica que era adulta en ese período. Se casó con Abi Al-Athla y tuvo un hijo, pero su gran amor fue Tawba ibn Humayyir, un hombre que le había pedido la mano a su padre. Sin embargo, este rechazó la unión y la obligó a casarse con otro. A pesar de ello, al-Akhyaliyya y Tawba continuaron viéndose en secreto. Tawba, consciente del carácter violento y celoso del marido de al-Akhyaliyya, intentaba aconsejarla y protegerla, pero el matrimonio terminó en divorcio.
A diferencia de otras historias de amor en la tradición árabe, como la de Majnun y Layla (la figura legendaria, no ésta poeta), donde el amante muere de pena, Tawba encontró la muerte en combate. Su trágico final inspiró los versos más conmovedores de al-Akhyaliyya, cuya poesía abordaba el amor desde una perspectiva profundamente personal e introspectiva. En sus poemas, el amor no era solo un deseo ardiente, sino una fuerza que la enfrentaba con la fragilidad humana, el dolor y la muerte. Así lo expresa en su elegía donde muestra su pena: «A la muerte de Tawba, juré / No lloraría / Juré por Aquel que gira las esferas / Si un hombre no ha vivido vergonzosamente, / no hay vergüenza en morir. / Ninguna persona, por segura que sea en la vida, escapa / la tumba. / Solo el tiempo es inmortal».
Un episodio especialmente evocador en su historia ocurrió cuando, en un viaje con su esposo, pasaron cerca de la tumba de Tawba. Ella insistió en visitarla, a pesar de la oposición de su marido. Al llegar, recordó una promesa que su amante le había hecho: responder a su saludo, ya fuera en vida o a través del eco de su espíritu («sada»). Al pronunciar su despedida junto a la tumba, un búho –augurio de muerte en la tradición árabe– salió volando de la sepultura y revoloteó sobre la cabeza de su camello. La visión la sobresaltó, cayó de su montura y murió en el acto. Según la leyenda, fue enterrada junto a su amado. Existen diversas versiones sobre su muerte. Algunas fuentes sugieren que falleció en un viaje a Irán tras visitar a su primo Qutayba ibn Muslim, gobernador de Khurasan. Se dice que murió en Samawa, entre Rayy y Hamadhan, donde fue sepultada. Aunque la recopilación de sus poemas («diwan») mencionada en fuentes medievales se ha perdido, se sabe que en el siglo XI aún circulaba en Al-Ándalus. La edición moderna de su obra recoge 47 poemas y fragmentos entre los que se incluyen diez elegías dedicadas a Tawba. Su legado sobrevive en la historia de la poesía árabe como el testimonio de una mujer que y transformó el arte de la elegía en una manifestación de amor, pérdida y resistencia.