Exposición

Hockney se tira a la piscina

La Tate Britain presenta la exposición más ambiciosa del artista inglés, que recorre a través de 13 salas toda su trayectoria desde la abstracción inicial a los nuevos soportes. De la A a la Z.

La Tate Britain reúne obras emblemáticas de la trayectoria de Hockney como «Pool whit Two Figures», de 1972
La Tate Britain reúne obras emblemáticas de la trayectoria de Hockney como «Pool whit Two Figures», de 1972larazon

La Tate Britain presenta la exposición más ambiciosa del artista inglés, que recorre a través de 13 salas toda su trayectoria desde la abstracción inicial a los nuevos soportes. De la A a la Z.

Siempre fue contra marea. Su viaje a Estados Unidos en los sesenta tan sólo es un pequeño ejemplo. Dejó su oscuro Bradford natal por el sol, la libertad y el sexo de Los Ángeles. Y en el camino reinventó una identidad. La ciudad sin historia pasó a ser escenario memorable de palmeras, chicos, piscinas, color y luz, mucha luz. A aquella época pertenece una de sus obras más emblemáticas: «Retrato de un artista (Piscina con dos personajes)» (1971). El lienzo ocupa ahora gran protagonismo en la gran retrospectiva que la Tate Britain presenta sobre David Hockney, el artista vivo más relevante del Reino Unido y uno de los más cotizados a ambos lados del Atlántico. Sus creaciones se venden por 11 millones de dólares. Tan sólo Francis Bacon había conseguido hasta la fecha tener dos retrospectivas a lo largo de su vida. El curator Andrew Wilson asegura que es una de las exposiciones «más destacables» de todos los tiempos. «Hockney es una fuerza de la naturaleza, un artista que despierta grandes pasiones y creo que va a ser muy, muy importante para nosotros abrir las puertas a ese trabajo increíble», asegura. Parapetado tras sus redondas gafas de pasta, el artista (pues definirle como pintor se le queda corto en exceso) conserva ese aire de joven pillín a punto de hacer una trastada, de chaval despistado incapaz de dominar un flequillo tan indómito como su dueño.

La receta de la risa

A punto de cumplir los 80, el maestro del pop británico sigue pintando cada día en su casa estudio de Hollywood, donde no ha dejado de fumar. «La risa es la mejor receta», ha dicho en alguna ocasión. Se trata de un creador incansable. De hecho, para la muestra ha realizado dos lienzos que se exponen por primera vez: «Jardín #3» y «Dos macetas en la terraza». Ambos inmortalizan el patio de su casa. El intenso azul turquesa hipnotiza y contrasta con los tonos más apagados de su primera época, como «La tercera pintura del amor» (1960), elaborada durante sus años como estudiante en la Royal College of Art. Hockney exploraba abiertamente y sin tapujos las relaciones entre hombres a pesar de que entonces la homosexuales era ilegal en Reino Unido.

En total, la retrospectiva reúne más de 250 piezas entre las que también destacan los célebres dobles retratos, entre ellos el del famoso «Señor y señora Clarck y Percy», uno de sus lienzos más emblemáticos, así como la del aclamado novelista Christopher Isherwood junto con su pareja, el artista Don Bachardy. Éste último fue realizado en 1968 y hacía más de veinte años que no se exponía en Reino Unido. A lo largo de las últimas seis décadas, Hockney ha sido el Gran Old Master, el inquieto reinventor del óleo, la Polaroid y el iPad. Ha sido el defensor de los derechos gays, el profesor polémico, el dandy, la voz libertaria de protesta. Se ha convertido en un incansable optimista, es impaciente con el anti-bohemianismo del siglo XXI. Sí. Hockney ha sido y es el gran genio. De ahí que algún crítico se haya quejado de la falta de riesgo de la Tate Britain por recurrir a él una vez más. Si la primera retrospectiva de 1988 fue ya todo un éxito, esta nueva exposición –que estará abierta al público desde el 9 de febrero hasta el 29 de mayo, para viajar luego a París y Nueva York– promete hacer historia. Ya se han vendido más de 20.000 entradas anticipadas. Aunque las cifras no sorprenden. En 2012, la exposición en la Royal Academy de sus creaciones en iPad fue una de las más importantes para la galería atrayendo a más de 600.000 visitantes.

Hockney siempre ha sido un apasionado de las nuevas tecnologías y si en el pasado experimentó con la Polaroid, ahora se ha entregado a soportes como la tableta o el iPhone. Con esta técnica ha llegado a crear piezas gigantes, como «La llegada de la primavera en Woldgate, East Yorkshire», fechado en 2011. Este glorioso homenaje a la naturaleza es una instalación compuesta por una gran pintura de 32 lienzos rodeada por 51 dibujos realizados con iPad e impresos sobre papel.

«Él fue uno de los primeros artistas en darse cuenta de que los ordenadores, iPads y teléfonos inteligentes habían traído la imagen hecha a mano de nuevo a lo convencional, ofreciendo nuevas formas de manipular las imágenes producidas ópticamente, como la cámara oscura y la pintura lo habían hecho por Vermeer», explicó en su día el aclamado cineasta Randall Wright, quien realizó un documental en 2014 sobre el artista donde se contaba su vida.

Hockney se marchó de Bradford (Inglaterra) en cuanto pudo: a los 24 años se instaló en Estados Unidos atraído por los inmensos paisajes, por el calor permanente del sur californiano y también, por la hermosura de sus hombres. En aquellos años se convirtió en uno de los mitos del arte pop, una etiqueta que siempre quiso esquivar de la mano de sus famosas piscinas en días de sol radiantes, con escasas figuras humanas como no fuera algún muchacho nadando o tomando una ducha al aire libre. Las imágenes de jóvenes zambulléndose, con el agua congelada mientras salpica, permanecen en el ideario, en el ADN de este artista. Pasó treinta años en ese país, donde elaboró algunas de sus obras más icónicas, como «Peter Getting saliendo de la piscina de Nicks» (1966) o «Gran chapuzón» (1967), dos de sus creaciones en las que se mojaba, como lo hace en la impresionante muestra que le dedica ahora la Tate en trece de sus salas.

Según otro de los comisarios de la exposición, Chris Stephens, fue en Los Ángeles donde se propuso crear «una identidad pictórica» de esa ciudad, cuya geometría le fascinó. El artista trató de dar réplica con su obra a cuestiones sobre cómo un pintor logra capturar las cualidades transparentes del cristal o del agua que está en continuo movimiento. Pero a finales de los noventa decidió regresar al Reino Unido para acompañar a un amigo enfermo. Los trayectos en coche por Yorkshire para ir a visitar a su estimado Jonathan Silver hasta que éste murió le permitieron redescubrir el paisaje de su juventud y observar los cambios de estación en el norte de Inglaterra, que contrastaban con el eterno verano californiano.

Aparte de los dibujos que creó en el iPad también puso una cámara en su coche y con los vídeos de los trayectos creó cuatro «lienzos digitales». Cada uno está compuesto por decenas de pantallas que reflejan las cuatro estaciones del mismo paisaje. Las composiciones ocupan una de las últimas salas. Son excepcionales.

Desde niño, Hockney siempre mostró interés por el cine y de mayor, el interés se volvió en obsesión. Durante muchos años trabajó en la teoría de que los artistas usaron cámaras cientos de años antes del desarrollo de la fotografía química. Llegó a la conclusión de que la forma en la que vemos hoy en día ha sido fuertemente influida por una mirada «óptica» o fotográfica.

Muerte dolorosa

Durante más de una década, el artista decidió establecerse en el remoto pueblo costero de Bridlington, hasta 2013 cuando puso de nuevo rumbo a Hollywood Hills, tras la tragedia ocurrida en la mañana del 18 de marzo cuando su ayudante más joven, Dominic Elliot, murió a los 23 años por abuso de drogas y alcohol.

«Siempre me ha parecido conmovedor su gran optimismo porque su vida ha sido muy complicada», relata el cineasta Randall Wright. «Siempre está buscando el amor y la paz, pero no hay que olvidar que cuando era un niño las bombas cayeron cerca de su casa durante la Segunda Guerra Mundial y cuando alcanzó la madurez, la mayoría de sus amigos murieron de sida. Y sin embargo, la frase de “la vida es un regalo” se repite para él como un mantra», recalca. Tal y como dice su viejo amigo y compañero de Bradford, David Oxtoby: «David todavía sigue buscando».