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Ibon Martín, el escritor que denuncia los vídeos de asesinatos en Facebook

Publica «La danza de los tulipanes», un thriller sobre un asesino ambientado en el paisaje de Urdaibai, reserva de la biosfera.
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Publica «La danza de los tulipanes», un thriller sobre un asesino ambientado en el paisaje de Urdaibai, reserva de la biosfera.
En medio del paraíso, el mal. En Urdaibai, un estuario de aire marinero declarado reserva de la biosfera, la periodista más popular de Gernika se convierte en víctima de un violento asesinato . La escena es retransmitida en directo por Facebook y conmueve a la sociedad, que presiente la aparición de un asesino en serie que usa firma propia: siempre deja un tulipán en el lugar del crimen. Una serpiente se ha colado en el Edén. Y el responsable es el escritor y editor Ibon Martín. Su libro «La danza de los tulipanes» (Plaza & Janés) es el «thriller» responsable de que el infierno haya llegado al Edén.
–¿Qué convierte a un editor en autor?
–Fue algo inesperado. Editaba libros de excursiones en el País Vasco. Me hacía mis planos, tomaba las fotos y pagaba la imprenta. Realmente todo surge en un invierno en que estaba aburrido, en que estaba en una casa de verano, pero en invierno. Me faltaba algo, sobre todo, un entretenimiento y como me gusta el paisaje vasco, empecé a escribir novelas, pero como hobby.
–El aburrimiento es productivo, vamos...
–No sería escritor si no fuera por el aburrimiento. Miraba por la ventana y veía olivos. Me dije, voy a ponerme a escribir. Así empecé. Estuve cinco años escribiendo. Redacta en ratos de aburrimiento y me gustaba darme paseos, pensar en las tramas. Y así nació.
–Su libro arranca con el asesinato de una periodista.
–Es la reportera estrella de Urdaibai. Para buscar un golpe decisivo en el lector y una ruptura con un paisaje tan tranquilo como es Urdaibai, aproveché el tren de las marismas. El asesino lo aprovecha para su crimen. No llega a parecer un accidente. Está atada y con un tulipán. No sé por qué maté una periodista. Yo lo fui. Quizá el psicoanálisis me diga algo de por qué era periodista esa mujer y no pescadera (risas).
–¿Por qué tulipanes?
–Tienen un encanto especial. No es habitual. Nadie los tiene. En su día intenté cultivarlos y no me salió para nada. Indagué y era imposible. Hay que esperar años y tener muchísíma paciencia. Algo así me servía para poder definir el carácter del asesino.
–¿Por qué?
–Los investigadores del caso empiezan a darse cuenta que están ante una mente fría, calculadora, meticulosa, que piensa con frialdad.
–Usa Facebook para retransmitir sus asesinatos.
–Es algo terrible. Todos hemos vivido este año, el asesinato de Nueva Zelanda. Lo retransmitió por Facebook. Es algo perturbador. En la novela digo que el asesinato ha tenido 100.000 visulizaciones antes retirar el vídeo. Es terrible el morbo que despiertan las redes sociales. Cualquier persona emite algo horrible y lo ven muchas personas en directo. Hay gente que revisa contenidos en las redes. Hay vídeos brutales, escalofriantes. No hay filtro previo. Al introducir Facebook lo que hago es una denuncia.
–¿Qué le interesa de la novela negra?
–Quería destacar que vamos a entrar en la mente de un asesino y vamos a entender que no es el mal por el mal; el asesino tiene una motivación. Cree que lo que hace está justificado. En el libro se va descubriendo esa motivación.
–¿No habría sido mejor un ensayo para eso?
–Una novela te permite meterte en su mente. En un ensayo es más dificil. Me gusta jugar con el punto de vista de él. En el ensayo tienes que dejar fuera la imaginación.
–¿Los asesinos en serie han reemplazado al monstruo?
–Los asesinos en serie existen, pero en cambio no hay cíclopes ni vampiros. Ellos están aquí, en España. No hay que ir a Estados Unidos. Por eso los novelistas tiramos de ese tema, porque sabemos que cualquiera puede ser un asesino en serie, inlcuso el vecino. El miedo es real.
–¿Y son como solemos imaginarlos?
–En una novela, el asesino en serie no es siempre un perturbado o un psicópata. Intentamos hacer ver que ha tenido una motivación que lo ha activado. A cualquiera se le puede agriar tanto el carácter que pierda el norte y se le despierta un deseo infinito de venganza.