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«La isla del aire»: Mario Gas y Nuria Espert hurgan en la herida abierta

Mario Gas dirige en el teatro Español la adaptación teatral de la novela homónima del escritor Alejandro Palomas, un controvertido relato familiar con Nuria Espert al frente del reparto
Nuria Espert se ha puesto bajo las órdenes de Mario Gas en este duro montaje que reflexiona sobre la familia
Nuria Espert se ha puesto bajo las órdenes de Mario Gas en este duro montaje que reflexiona sobre la familiaDavid Ruano

Madrid Creada:

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Cinco mujeres durante una breve excursión, la vieja Mencía, sus dos hijas y sus dos nietas. También un faro, una isla –la isla del Aire–, muchos secretos y dolor. Cinco voces que hablan sobre cosas que juraron no repetir. A su alrededor también planea la sombra de Helena, la nieta mayor de la matriarca, desaparecida hace meses a bordo de su velero junto al apartado faro. Mujeres que invocan a la vida. Valientes. Solas. Y una historia terrible detrás de cada una de ellas. «La isla del Aire», escrito por el novelista Alejandro Palomas, que ganó el Premio Nadal en 2008, es un relato tejido como un tapiz por tres generaciones de mujeres de una misma familia.
El viaje será la excusa para que la nonagenaria Mencía obligue a su familia a salir de la incomunicación y a centrarse en un mundo real, a enfrentarse a las verdades y secretos que esconden cada una para conseguir una nueva libertad y, también, el pretexto para ganarse su perdón. A través de conversaciones, pensamientos y discusiones, van abriendo las puertas del jardín de esos secretos: sus tristezas, alegrías y miserias; sus desamores y pérdidas en el camino.
«Este proyecto producido por el Teatro Romea de Barcelona, donde se estrenó el pasado marzo, llevaba 14 años esperando en un cajón», explica José María Pou, director artístico del Romea. «Alejandro Palomas había adaptado su novela al teatro por sugerencia de unas amigas suyas y en 2008 me la presentó, pero las circunstancias de entonces no lo hicieron posible. Ha tenido que esperar todo este tiempo hasta tener todos los mimbres para poder ver la luz».
Después de girar por toda España, llega al Teatro Español con la dirección de Mario Gas y Nuria Espert como protagonista principal, junto a Vicky Peña, Teresa Vallicrosa, Candela Serrat y Claudia Benito. Para el director, la colaboración con Alejandro Palomas ha sido estupenda. «Es una persona muy sensible, inteligente, y nosotros hemos respetado su texto. En los primeros días nos vimos y decidimos conjuntamente suprimir algunos personajes anecdóticos que entorpecían un poco la dinámica de los demás, pero después de eso me dijo, a partir de aquí es tuyo, no voy a interferir en nada, y así lo hizo –explica Gas-. Un día vino al ensayo –prosigue- y se emocionó mucho, salió conmocionado porque él es un hombre que escribe a herida abierta, con una tensión interior que no es un arquetipo, sino algo muy vivido porque escribe de su entorno familiar».
«Palomas traza una mirada profunda sobre una familia, un grupo doliente donde cada una de las hijas y nietas atesora dentro un drama, una tragedia fuerte. El personaje que cataliza todo y vincula a todas estas mujeres es Mencía (Nuria Espert) un personaje nonagenario, controvertido, al que se le pueden reprochar cosas del pasado, a veces en la frontera de lo real y de la cabeza a pájaros –significa el director–. Ella decide hurgar en la relación, golpear en el esternón a sus hijas y nietas para que se abran y se expliquen, para conseguir llegar a una cierta catarsis liberadora, pero eso no significa estar siempre en la tragedia, como en la vida real, hay también momentos muy cómicos, irónicos, cínicos, de enfrentamiento…y todo eso nos va adentrando, los personajes se van explicando a sí mismos y con la matriarca. Mencía decide llevarlas a la isla del aire porque es un lugar que, según ella, siempre les ha ido muy bien, y es allí donde acaban aflorando todos los conflictos». Para Gas, lo más hermoso es que «siendo cinco personalidades inicialmente muy separadas, se produce la cercanía, la unión, la simbiosis, la comunión entre ellas y una epifanía, todas vuelven a creer que todo es posible y necesitan seguir adelante, todas se iluminan e iluminan la vida de alguna manera y ese grupo disperso descohesionado, acaba admitiéndose y queriéndose pese a todo, recuperando la fe en la vida y en el futuro y a mí eso me parece un itinerario muy hermoso», resalta.
Pero, ¿y los hombres? «Aunque no físicamente, el elemento masculino está muy presente en la obra –explica el director–, se habla de ellos, se les nombra, tienen una importancia capital en la problemática de los personajes, más fuerza incluso que si tuvieran que hacer una escenita que no aportaba nada», apostilla. ¿Podríamos convenir que asistimos a un proceso psicoanalítico donde las protagonistas cambian metafóricamente el diván por el viaje? Para Gas, «toda obra introspectiva dramática tiene algo de esto, desde los griegos. Lo cierto es que todo autor acaba hablando de un entorno próximo y Palomas lo hace, hunde el bisturí en las personas que han conformado su universo vital y ahí afloran almas y secretos que sirven para crear el conflicto, el desarrollo y ver a dónde conduce. En este caso a la catarsis, a una gran epifanía de estas cinco mujeres. Más que de psicoanálisis hablaría de nuestros fantasmas, de la necesidad de dialogar, abrirse, de no quedarse en el el dolor no compartido, hablando se entiende la gente y las almas se abren y Alejandro Palomas ha ido por ese camino», concluye.