La izquierda sin ideales de izquierda: Guillermo del Valle desmonta la farsa del nuevo progresismo
Teóricos que abogan por los valores clásicos del progresismo, como el escritor y abogado Guillermo del Valle, se han lanzado a criticar la deriva política del Gobierno
Madrid Creada:
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Guillermo del Valle, abogado y articulista en la senda de lo ya reivindicado por el profesor Félix Ovejero insiste en criticar a la izquierda (a esta izquierda) desde la propia izquierda (aquella izquierda) porque se niega a resignarse ante el deterioro de sus principios fundamentales. Si Ovejero nos hablaba de «deriva reaccionaria», Del Valle nos habla de «traición». No es una gran revolución la que nos plantea para recuperar aquel ideal abandonado, parece, por partidos que se autodeterminan como de izquierdas pero que olvidan, o desprecian, preceptos basiquísimos, como la libertad o la igualdad, en nombre siempre, eso sí, del progreso y la justicia social.
A la cabeza de El Jacobino («un proyecto primero de divulgación de ideas y ahora político, en el que llevamos tres años y medio trabajando en torno a las ideas de una izquierda que defiende la igualdad y la razón, la centralidad del trabajo, el laicismo y el universalismo, y que señala las derivas reaccionarias de nuestra izquierda oficial», explica a este diario), el pasado día 15, coincidiendo con la investidura de Pedro Sánchez, como si la Providencia también pensase que la izquierda actual merece una enmienda, aparecía en librerías su ensayo «La izquierda traicionada» (Península), prologado por Juan Francisco Martín Seco y con epílogo de Félix Ovejero. Un libro que el autor encuadra en la senda de pensadores de izquierdas como ambos «que permiten mantener la esperanza, que son verdaderos referentes», y cuya principal motivación es «escapar de la resignación y la parálisis a la que nos conduce el rechazo a la política, la despolitización». «Me parece peligrosa esa senda. La política sigue siendo un instrumento maravilloso para transformar la vida de nuestros conciudadanos, para influir siquiera mínimamente en cómo organizamos lo que nos pertenece a todos. Es inseparable para mí de la condición de ciudadanía», apunta. Y sitúa a este libro en ese «compromiso político, en lo que intentamos hacer en El Jacobino. Hay cientos de miles de españoles huérfanos políticamente que quieren votar a esos ejes clásicos de la izquierda en material laboral, de defensa del Estado social, en materia productiva, de igualdad o de justicia, pero que además no quieren que su país lo gobiernen aquellos racistas y xenófobos de la ultraderecha nacionalista que quieren fragmentarlo. Es la negación del socialismo ese proyecto. Por eso, escribo para intentar rescatar los principios y las ideas frente al forofismo de las siglas».
«El libro», prosigue, «es una crítica a la izquierda oficial desde postulados clásicos de la izquierda, que además son hoy muy necesarios, en un contexto de globalización económica y financiera donde las desigualdades sociales y económicas son agudas. Tenemos un contexto laboral repleto de precariedad, déficits en nuestro modelo productivo, un poder económico cada vez más robusto con importantes concentraciones de capital, y, sin embargo, el poder político de los Estados-nación se fractura por el abandono de lo común, la ruptura con la vocación universal o, incluso, la secesión étnico-identitaria. Hay una contraposición entre la izquierda igualitaria y otra presunta, entregada a la exacerbación del privilegio y la identidad. Esta última palabra siempre es escalofriante. Como decía Martín Alonso Zarza, reduce el espacio del “nosotros”, rompe las amarras de “lo común”».
Una izquierda presunta esta, fagocitadora de otra clásica (deriva reaccionaria o traición o ambas), una oficial que «ha abrazado el particularismo y ha hecho de la exaltación de las diferencias su razón de ser. En ese permanente acento identitario, paradójicamente, ha desplazado su principal identidad: trabajar por la emancipación humana, la libertad y la igualdad de todos. No hay más que observar qué ha sido de esos dos principios fundamentales, completamente desplazados. Las izquierdas, herederas de las revoluciones democráticas, estaban más bien emparentadas con una tradición racionalista. Yo subrayo que no es, en modo alguno, una izquierda transformadora, ni que proponga políticas materiales, en el eje socioeconómico, ambiciosas». No es casual, claro, que el libro comience criticando la conversión de la socialdemocracia en una tercera vía socioliberal completamente diluida. «Sin un programa material ambicioso», explica, «habiendo desplazado la clase social por las identidades, se acelera en una senda inquietante tirando por la borda también el universalismo y el laicismo. Por eso, llego a poner en cuestión que esa izquierda reaccionaria represente los principios que la inspiraron. En España, donde el nacionalismo identitario aparece como la principal manifestación de la reacción –privilegios económicos, fiscales y políticos en nombre de la identidad cultural–, buena parte de la presunta izquierda se somete a esa agenda neofeudal. El PSOE hoy tiene una característica principal y escalofriante para quienes somos socialistas: el principio de igualdad no importa absolutamente nada, es más, se puede conformar un gobierno que camine hacia un Estado confederal repleto de privilegios y asimetrías. No es un partido de izquierdas, combina oportunismo estratégico, un afán desmedido de poder y una complicidad activa con los nacionalismos. Pero sí tiene una base electoral con mucha gente bienintencionada que es socialista y que, legítimamente, no quiere votar a partidos conservadores o liberales».
Del Valle tiene clara su opinión sobre esta amnistía que parece inevitable: «Esta amnistía es el estadio avanzado del privilegio. Como abogado, trabajo con personas que son ciudadanos corrientes, algunos con todas las cartas marcadas en la vida, que no reciben ningún trato de favor por parte de los poderosos. ¿A esa gente se le pretende aplicar la ley de forma sistemática y escrupulosa mientras se excepciona para los delincuentes de cuello blanco? Estamos ante un proyecto de justicia estamental: para un grupo de privilegiados, impunidad. Es una oligarquía nacionalista, supremacista y racista, pero también corrupta. Son, además, los mismos que aplicaron brutales recortes sociales. Se llevaban el dinero de las arcas públicas en Cataluña a los paraísos fiscales y destinaba los recursos a dar un golpe de Estado que supusiera que un campesino andaluz, un pensionista extremeño o una trabajadora de Toledo perdieran todos sus derechos de ciudadanía. Y ahora se instituye un estatus de “intocables” porque se necesita los votos. Una concepción patrimonialista del poder alejada de cualquier vocación pública».
Y apunta también que «no sólo es la amnistía. Dos ejemplos reaccionarios, en la línea de un falso progresismo que traiciona los valores de la izquierda, serían también caminar hacia la ruptura de la caja única de la Seguridad Social con el PNV (una forma de privatizar las pensiones por la vía territorial); y abrir la puerta a la recaudación exclusiva por parte de Cataluña de sus impuestos, que es un pacto fiscal que tritura definitivamente la redistribución y la solidaridad».
Imagina Guillermo que estamos ante «una legislatura turbulenta, complicada de sostener. Estamos ante una suma de agendas cantonales, no hay agenda del bien común. Se optará por un nuevo atracón de simbolismo y propaganda hueca, pero así es imposible hacer políticas de igualdad. Es un panorama sombrío, especialmente para los trabajadores más pobres, para los más débiles. Por ello creo honestamente que necesitamos una izquierda en serio. Si la izquierda hace políticas contra sus principios, hay que decirlo y fundamentarlo. Estamos aún a tiempo de corregir el rumbo».