Joachim Lafosse y "Un silencio" monstruoso en el Festival de San Sebastián
El director belga se pregunta en su nueva película, con opciones de palmarés, qué pasaría si un defensor de la infancia es acusado de ser un pedófilo
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Camina la gente por la Concha todavía revuelta. La falta de estrellas, quizá, hasta está provocando que se digieran mejor las películas. Y es que en la misma Sección Oficial a concurso se han cruzado dos propuestas, «Kalak» y «Un silencio», que, en mayor o menor medida, con más o menos gusto, se acercan al mismo tema: el abuso sexual en el seno familiar. Para el recuerdo infame de la cita donostiarra quedarán los asientos vacíos tras la estomagante secuencia inaugural del primer filme, abuso explícito mediante; pero también la mano izquierda del belga Joachim Lafosse en la segunda, un sesudo estudio sobre el abuso de poder en presente del masculino singular.
Dos años después de estrenar «Un amor intranquilo», que también presentó en Donosti, Lafosse vuelve en «Un silencio» al cine de cocción lenta que le ha granjeado un buen nombre en el circuito de festivales, volcándose, ahora sí, sobre una materia visceral: ¿qué ocurre cuando a un abogado, defensor de menores abusados, se le encuentran horas y horas de pornografía infantil en su ordenador personal? ¿Qué le pasa a su familia? ¿Cómo reacciona su entorno? ¿Hay alguien a salvo de un juicio mediático? ¿Debería haberlo?
«Me sorprende que la gente me pregunte tanto por la inspiración real para la película, quizá mirando de lejos casos como el de Marc Dutroux, porque, en realidad, trata sobre el silencio como secuestrador de la vergüenza. Ese es el corazón del guion», explica lírico Lafosse a LA RAZÓN en relación al caso del violador de seis niñas en Bélgica, con edades comprendidas entre los 6 y los 19 años en el momento de los crímenes. El revuelo, más allá de por la propia atrocidad de los hechos, vino por la red pedófila que desveló el caso del «monstruo belga»: empresarios de primer nivel en el país, como Michel Nihoul, fueron acusados por Dutroux de ser sus clientes, consumidores criminales del material que «preparaba» el pederasta condenado.
"Las nuevas generaciones ya no se van a callar, no van a dejar pasar las mismas cosas"Joachim Lafosse
«Nunca he querido hacer una película sobre hechos reales, porque no me siento capacitado para cargar con esa responsabilidad. Por eso mis personajes quizá tengan más diálogos de lo normal, porque necesito que sean grises, que no estén escritos en blanco y negro», añade el realizador, que aquí se ha rodeado de la experiencia de Daniel Auteuil y Emmanuelle Devos. Juntos dan vida a la pareja protagonista, golpeada por la aberrante acusación policial pero distantes y silentes en la duda. ¿Se puede vivir con un monstruo sin saberlo? ¿O la mera sospecha es también complicidad?
«Toda la película se puede explicar por la reacción de las dos mujeres de la familia. La madre, Devos, intenta aparentar normalidad, pulcritud, mientras que la hija, una mujer de la generación #MeToo, reacciona airada, removida en lo más visceral por el descubrimiento. Las nuevas generaciones ya no se van callar, no van a dejar pasar las mismas cosas que las anteriores», apunta el director.
Y sigue: «Mi objetivo como director es ejercer de abogado defensor de la familia más allá de lo que haya hecho o no el protagonista. ¿Por qué procesos pasan? ¿Sufren? ¿Por qué cargan con culpa si son inocentes? Eso solo se consigue gracias a la empatía, porque todos los miembros de la familia, incluido su hijo adoptado, acaban obrando de forma errática», completa sobre una impactante secuencia final que se vuelve «tableau vivante» de esos problemas de aislamiento y salud mental en torno a los que giran muchas de las producciones de Lafosse. Concebida como una película cerebral que jamás llega a explotar, y narrada en miradas, no sería extraño ver a «Un silencio» entre las elegidas del ya más que inminente palmarés.