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Jorge Blass: «El público perdona un error, pero no el aburrimiento»

El Circo Price acoge el VII Festival Internacional dirigido por el ilusionista español. Sólo pide a los espectadores que se dejen llevar por el misterio.
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El Circo Price acoge el VII Festival Internacional dirigido por el ilusionista español. Sólo pide a los espectadores que se dejen llevar por el misterio.
Cuando era un niño Jorge Blass vio una actuación de magia y desde ese día se convirtió en su destino. Aprendió en la escuela de Tamariz, en quien reconoce a un maestro, con el que ha compartido alguna actuación. Y ha vendido un truco a David Copperfield, el gran mago mundial. Con mucha dedicación, muchas repeticiones, se ha convertido en uno de los ilusionistas más reconocidos. Ahora está en el Circo Price hasta el 12 de marzo dirigiendo el VII Festival Internacional de Magia. Es un espectáculo de 7 magos de todo el mundo (Ucrania, Holanda, Estados Unidos, Japón o España) que hacen trucos espectaculares de gran formato durante hora y media para todos los públicos. En Barcelona del 26 de abril al 7 de mayo, en el Teatro Victoria, celebrarán el primer Festival Internacional de Magia. Además, en su tiempo libre, Jorge Blass es patrono de la Fundación Abracadabra con la que Citroën ha colaborado creando el proyecto «Magia para los corazones».
–¿Cómo se siente el niño al que le gusta la magia cuando descubre que todo tiene truco?
–Es que lo que más me gustó es que había truco, si tuviéramos poderes los magos no tendríamos ningún mérito. Con 6 años vi a Tamariz e intenté hacer en casa lo que él hacía, pero no funcionaba. Ya con 12 leí algunos fascículos de magia y descubrí que era un asunto que se podía estudiar.
–Por sus pruebas, para sus padres hubiese sido mejor que jugase con la pelota en el salón.
–Al principio, la magia es una cosa divertida, pero 200 trucos después se hace bastante pesada. Yo martirizaba a mis hermanos, estaba todo el día con una baraja. En la magia se necesita un espectador, un conejillo de indias, y para que salga bien, hay que ensayar, hay que repetir mucho y un truco no aguanta la repetición. Es como un niño que va tocando un instrumento hasta que consigue afinar.
–¿Cuál es el truco que guarda en la memoria desde la niñez?
–Cualquiera de Tamariz, el de los ases asaltantes, o uno de Copperfield, que volaba. El primero lo estuve haciendo durante mucho tiempo.
–¿Cómo es el entrenamiento de un mago?
–A base de prueba y error, de ensayar, de repetir hasta que consigues que te salga. El mago que prospera es el que no se rinde, siempre hay que insistir y hay que saber qué quieres contar: o una historia o un efecto invisible.
–¿En la magia está ya todo inventado?
–No. Es verdad que hay libros increíbles y magos que han hecho cosas extraordinarias, pero los tiempos avanzan y se pueden hacer cosas nuevas. Ahora, en el Price, utilizo un dron. La magia evoluciona con la sociedad. Yo utilizo las nuevas tecnologías.
–¿Un mago consigue hacer desaparecer a los «trolls» de las redes sociales?
–No, qué va. No lo he conseguido. Yo tengo «trolls» y «haters», de todo.
–¿Estudió psicología, le sirve para la magia?
–Creo que sí me sirve, hay que pensar muy bien en cómo engañar a la mente del espectador, dejarlo alucinado. Eso implica técnica, comunicación, psicología, jugar con la percepción, con la memoria, hacer ver algo que no está ocurriendo: es un momento donde racionalmente no entiendes qué ha pasado, que dices: «Esto no puede ser, conozco todas las leyes físicas y esto no puede suceder». La magia es un arte que busca el misterio de lo imposible, de lo que no se puede entender.
–¿Qué es lo que más le gusta hacer delante del público?
–La magia del escenario, cuando desaparecen personas. También hago juegos con tecnología, utilizo un dron, un móvil, una impresora 3D. Pero lo magia es universal, lo que de verdad me gusta es que comunique.
–Cuando juega a las cartas, ¿siempre gana?
–Si un mago juega a las cartas y gana, todo el mundo dice que algo habrá hecho, porque, claro, eres un mago. Pero si un mago pierde, dicen que eres tonto. Así que no juego.
–Un espectador ¿tiene que dejar de creer para ver la magia?
–Hay que dejarse llevar, si no es como ir un concierto de Paco de Lucía y fijarte en las cuerdas de la guitarra. Nosotros trabajamos para evitar que vean el truco: hay que venir a la actuación a disfrutar del misterio. Si te comportas como un escéptico es que no has entendido el juego que los magos planteamos. Esto no es un reto o un desafío para que el espectador nos descubra, las actuaciones son un juego para que el espectador se divierta. Quien venga sólo a descubrir el truco lo va a pasar mal, porque va a estar en tensión para ver si fallamos.
–Dígame la verdad, ¿cuántas veces ha utilizado la magia para ligar?
–Más que un truco, lo que te da la magia son las herramientas. Cuando estudias para ser mago aprendes también a comunicarte. Por eso animo a todo el mundo a que lo haga: al final estudias técnicas de comunicación, de persuasión, de llevar a los espectadores por un camino que no sospechan.
–¿Cuántas veces le ha salido mal un truco?
–Muchas veces, aunque he conseguido que cada vez me equivoque menos. Es algo que te tiene que pasar, y aprendes a fallar y fallas cada vez mejor. Ocurren errores catastróficos que el espectador no se entera. Y si se entera, tienes que reírte con ellos y ser sincero. El público perdona un error, pero no el aburrimiento.