Jorge Rodríguez-Norton, el tenor español que va a hacer historia en Bayreuth
Será el tercer español, tras Victoria de los Ángeles y Plácido Domingo, que cante en el centenario festival alemán. Debuta el día 25 en la producción con que se inaugura esta edición, «Tannhäuser».
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Será el tercer español, tras Victoria de los Ángeles y Plácido Domingo, que cante en el centenario festival alemán. Debuta el día 25 en la producción con que se inaugura esta edición, «Tannhäuser».
Jorge Rodríguez-Norton camina cada mañana desde su apartamento, que ha alquilado en el centro de Bayreuth, «que es precioso y está muy bien conservado», dice, hasta el teatro a pie. Es un tiempo solo para él, unos veinte minutos de descompresión, escuchando su música. A su bola. Cuando atisba la colina verde la respiración parece que se le congela. Cuántas veces pensó que quizá él, algún día, quién sabe, cantaría en el teatro soñado y levantado por Wagner. Un futurible. A largo, larguísimo plazo. Sin embargo, la ocasión ha llegado y será este año el de su debut con la producción, nueva, que levantará el telón, «Tannhäuser», con la batuta del maestro Gergiev, otro debutante en la casa germana, y acompañado en el elenco por Stephen Gould, Stephen Milling, Lise Davidsen y Ekaterina Gubanova y en la escena por Tobias Kratzer.
Nacido en Avilés hace unos años (ahí lo dejamos), aunque reside en Valencia, hará historia al convertirse en el tercer español en cantar en Bayreuth. No podría tener predecesores más ilustres que Victoria de los Ángeles, que fue la Elisabeth de «Tannhäuser» en 1961, y Plácido Domingo, quien en 1995 interpretó «Parsifal». Y no solo cantará este año, pues a golpe de wasap nos adelanta que también estará presente en 2020. El tenor asturiano aún se pellizca. Le cuesta creerlo, pero la realidad se le ha impuesto.
El chico español que canta
Lleva desde el 11 de junio en Alemania, que ya es como su segunda casa. «Disculpa, ¿eres tú el chico español que está cantando?», le dicen. «Y no te puedes imaginar la ilusión que me hace», confiesa. Sí, él es el chico que cantará un pedazo de Wagner, Heinrich der Schreiber, y que cumple los horarios de ensayo a rajatabla, como cualquier otro. «Los de orquesta son bastante largos. A las 10 de la mañana ya hay que estar listo, aunque yo no he dejado mi rutina de ejercicios físicos, primero para estar en forma y después para poder seguir colgando mis fotos en Instagram. Después de ensayar paramos para comer, vamos a la cantina, te relajas un poco y vuelta a cantar hasta por la tarde», señala. Y lo dice sin nervios, da la sensación, y con la cabeza fría. Ha estudiado alemán para cantar, aunque hablarlo de manera coloquial es otra cosa: «Cuando los compañeros se dan cuenta de que te cuesta también inmediatamente al inglés para que te sientas integrado. Y si no, al italiano, que para mí es mi segunda lengua. Además, somos bastantes los latinos, la mayoría trabajando en tramoya. Y luego estoy yo, moreno y con rasgos nada germanos. Vamos, el bicho raro en el que todo el mundo se fija».
Ya se ha acostumbrado a la rutina diaria. «Son cuadriculados y tremendamente organizados. Las tablillas de cada día son una locura. Tienes que estudiar para entenderlas porque hay cinco producciones que se están montando al mismo tiempo». Dice que cuando abrió la boca por primera vez en el teatro no se lo podía creer: «La acústica es realmente impresionante, brutal, dicen que la mejor del mundo. Este teatro tiene un encanto que otros no poseen, además, no está retocado. Es tal cual se concibió». ¿Son tan incómodos los asientos? «Bueno, son asientos anchos de madera. No es un autobús de línea de los antiguos. No está mal», revela con una sonrisa. Cuenta que el primer día de ensayo ya lo hicieron con vestuario, iluminación y escenografía «y eso no lo he visto en ningún teatro del mundo. Te voy a contar una cosa muy curiosa. Aquí no se utiliza el pelo propio, sino que nada más llegar te hacen una copia de tu cabeza en escayola y con ella ya te pueden confeccionar tu peluca de cabello natural. Yo ya tengo la mía».
Piano, escultura y Wagner
Las musas, y concretamente Katharina Wagner, bisnieta del compositor, le pillaron trabajando en el Liceo. Cantaba a finales de 2017 «Tristán e Isolda». Y les gustó. «Decidieron hacerme una propuesta para el festival de Bayreuth y pensé que se trataba de una broma, que no me podía pasar a mí. Les gusté, hablamos por teléfono y tras decir que sí me enviaron el contrato. Me di cuenta de que la vida, la carrera, te puede cambiar en un momento. Tienes un golpe de suerte y...» Un golpe de suerte y una carrera que se ha labrado desde chaval «haciendo las cosas bien y caminando con pies de plomo», dice. A los 11 años entró en la escolanía. Apuntaba maneras y, a pesar de que el piano le gustaba y lo tocaba, y de que estudió Escultura, se decidió por la lírica. A sus espaldas tiene un bagaje muy potente de zarzuela (su primera oportunidad se la brindó el gran Emilio Sagi en el teatro Arriaga de Bilbao con «La del manojo de rosas» en 2009, y la última, por ahora, ha sido «Doña Francisquita» en el Teatro de la Zarzuela hace unos meses) y una especial dedicación wagneriana. La producción se lleva con secreto absoluto. Prohibido hacer fotos ni irse de la lengua. No se habla de la puesta en escena, «precisamente porque es nueva y quieren que se vea todo por primera vez cuando se levante el telón». De ahí que no hayamos podido utilizar una imagen de «Tannhäuser», aunque la que acompaña este reportaje, de la zarzuela «Las golondrinas» es de tal belleza que deja al texto en mero comparsa.
Su carrera arrancó en plena crisis y está acostumbrado a las «rebajas». Explica que «hemos sobrevivido, estamos ahí y vemos que sigue habiendo interés, aunque recuperar la situación que había antes de 2008 creo que no va a ser posible. La gente, no obstante, demanda cultura. Los teatros están llenos y la ópera goza de buena salud y se nota una regeneración que el público sabe apreciar», comenta. ¿Manda siempre el director de escena? «A mí la polémica me parece que es sana siempre que tenga un fundamento, una base. No me ha tocado hacer nada subido de tono, por ejemplo, pero si llega o se te propone, se pacta. Yo, en «La corte del faraón» salía muy ligero de ropa y no me molestó. Me considero un lienzo en blanco sobre el que el director artístico tiene el poder de pintar como si fuera un cuadro. No olvidemos, por otra parte, que lo primordial es la voz, aunque nos exijan hasta cantar subidos en lo alto de una torre o boca abajo. Por ejemplo, en esta producción hay unas cuestas de hierba que tienes que estar en buena forma para subirlas». Si hay algo de lo que se sienta orgulloso es de «haber salido de la base, de hacer audiciones de 300 personas y de ser elegido. Lo mío es un esfuerzo diario». ¿Y para cuando cantar en el Real? «En 2022 con un título de estreno que no puedo decirte cuál es». No quiere que dejemos de mencionar a los otros españoles que estarán en Bayreuth: los músicos Adrián Díaz, Juan Pechuan, Alberto Menchen, Francisco Anguas y Emilio Yepes.