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José María Pérez «Peridis»: «La unidad nos ha fortalecido a lo largo de la historia»

José María Pérez «Peridis»: «La unidad nos ha fortalecido a lo largo de la historia»
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Peridis es al románico lo que Carl Sagan al cosmos: algo más que una simple eminencia en lo suyo; más bien un embajador anacrónico, un divulgador pertinaz empeñado en dar voz a los capiteles y estirpe a las pechinas. Arquitecto, humorista gráfico y conductor del añorado «Las claves del románico» de TVE, José Luis Pérez (Cabezón de Liébana, 1941) regresa a su mundo con una novela, su primera novela, «Esperando al rey» (Espasa), acreedora del premio Alfonso X el Sabio.

-Resulta curioso: lleva una vida dedicado a explicar, narrar y desentrañar el románico y sólo ahora se atreve a novelar dicha época...

-La novela es un género muy serio. Yo le tengo mucho respeto porque tiene su propio lenguaje. Como arquitecto me he pasado media vida recuperando edificios de la época, «resucitándolos», y oía las voces de aquellos personajes –nobles, canteros, artesanos...– que me pedían también que los resucitara. Además, al acabar la serie de «Las claves del románico» (TVE, 2002-2007), la gente me pedía que siguiera con el asunto. Y así, se juntaron las voces de los espectadores y de los fantasmas, y pensé que la novela era el género adecuado.

-Lo de la Edad Media como pozo de oscurantismo es más un cliché que una realidad, ¿cierto?

-Acercar la Edad Media a mis compatriotas ha sido mi empeño, contarnos cómo éramos cuando éramos niños, en aquella sociedad por hacer. Lo cierto es que a la Edad Media le debemos más que a Roma. Ellos convirtieron el latín en romance, adaptaron la arquitectura romana e incorporaron la escultura y la pintura. Es una época de renacimiento y eso está bien claro en el Pórtico de la Gloria: allí hay un Isaías que no desmerece en nada del Moisés de Miguel Ángel, y un profeta Daniel que es un antecedente de Donatello. Fue una época dura desde muchos puntos de vista, pero muy parecida a los siglos XVIII, XIX y hasta XX en las áreas rurales. De allí venimos y nos quedan sus paisajes, sus campos y caminos, sus puentes... Mi reto en la novela era contar eso con personajes creíbles, llenos de vida, que sufren, aman, se casan, van a la guerra...

-Por más que nosotros tengamos un iPhone a mano, no somos tan ajenos a aquellos españoles de hace 800 años...

-La Edad Media está ahí mismo. 800 años no son nada y definieron la historia de España. Tenemos la obligación de dar vida a ese mundo y reconocer lo que hicieron por nosotros.

-Incluso la España a la que viaja puede recordar ciertos aspectos de la actual: el reino se divide, la crisis política se cierne sobre Castilla...

-En España en aquel momento había varias tensiones fundamentales: la primera era el enemigo exterior, los almohades, que traían una visión fundamentalista del Islam y que dominaban los reinos de Taifas en el sur de la península con pretensiones de conquista. Por otra parte, había tensiones centrífugas: Alfonso VII divide el reino, Portugal se está separando y luego hay pequeños reinos como Aragón y Navarra... Pactaban a través del matrimonio, se disputaban las herencias, peleaban entre sí... Cuando peleaban entre sí se cernía la derrota; cuando se unían cambiaba el signo de la historia.

-Habla de unidad... Inevitable pensar en Cataluña

-La unidad nos fortalece a lo largo de la historia. Aragón, del que formaba parte Cataluña, y Portugal componían los reinos peninsulares, a los que ya entonces se les llamaba Hispania. Ese concepto de Hispania ya existía. Y a partir de Fernando III el Santo, Castilla es ya la corona más importante de Europa y de ahí surge lo que nos llevará a América. Castilla rompe su aislamiento con los matrimonios.

-Los catalanes se retrotraen a dicha época y a la Corona de Aragón para legitimar su excepción histórica...

-El Reino de Aragón era el Reino de Aragón, y con eso está todo dicho. Nunca hubo un reino de Cataluña, existían los condes de Barcelona y de Urgell. Yo creo que el «descuelgue» de los catalanes puede surgir de esta circunstancia: Aragón mira hacia Nápoles y Sicilia, mientras que Castilla mira hacia el Atlántico. Y así como los vascos participan en la conquista de América, los catalanes no.

-Usted está en contacto permanente con el pasado, a través del románico, pero también con la actualidad más rabiosa mediante su viñeta en «El País». ¿Cómo se «casa» todo ello?

-La gran pasión del hombre es la lucha por el poder. Evidentemente, la subsistencia es común a los mortales, y a los que tratan de subsistir les afecta quienes luchan por el poder. Por otra parte, está el amor. Todo ello se ve muy bien en «Romeo y Julieta», por ejemplo. Y todo eso está en una novela histórica, pero también en la tira cómica está planteada esa lucha de poder y cómo afecta a la supervivencia del lector.

-La novela histórica lleva ya varios años en los anaqueles de los más vendidos. ¿Goza de buena salud? ¿Se respetan las fuentes?

-La novela que abre el camino sería «El nombre de la rosa», de Umberto Eco, con un exceso de erudición; luego Ken Follet dio otro gran empujón con «Los pilares de la tierra», que tiene una capacidad muy grande de atrapar al lector. Después, hay un poco de todo, depende de cada autor, algunos carentes de todo rigor. Yo he investigado y he examinado documentos para ser respetuoso con la realidad histórica, y lo he hecho por decencia, pero también hay que entender que hay un margen para novelar y fantasear.

-¿Volveremos a verle en televisión?

-Siempre me apetece volver a la televisión, pero ya no hay dinero de patrocinios. La crisis ha hecho que los patrocinios deriven a asociaciones de ayuda como Cáritas o Cruz Roja, cosa que me parece lógica en estas circunstancias.

-¿Algún proyecto que se le quedara en el tintero?

-Me hubiera gustado hacer un recorrido por 28 catedrales de España para «vender» en el mundo.